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24. María Teresa León, algo más que mujer de un poeta



“Surgió ante mí, rubia, hermosa, sólida y levantada, como la ola
que un mar imprevista me arrojara de un golpe contra el pecho”
 Rafael Alberti


María Torres / Junio 2010 / Actualizado 31 Octubre 2013

María Teresa pertenecía a un conjunto de mujeres que tuvieron voz y luz propia y a una generación de escritores e intelectuales como no la hubo desde el siglo de Oro y que tristemente fueron sepultados por la dictadura. Escritora, guionista, actriz, directora, autora, ensayista, dibujante, poeta. El exilio y el muro de silencio impuesto por el franquismo hicieron que esta extraordinaria mujer fuera desconocida en España.

De arrolladora personalidad, miliciana de la trinchera de la cultura, comprometida, valiente, inteligente, vital, rebelde, audaz, capaz de conmovernos con sus textos -algunos no editados en España- fue una luchadora íntegra que nunca se resignó al exilio.

Tampoco lo tenía fácil. Ser la compañera de Rafael Alberti supuso estar siempre al resguardo del poeta. Cuando le conoció dijo: “Ya no estoy sola, ya no me contesta el eco cuando hablo en voz alta. Empiezo, empiezo por mi cuenta y riesgo la vida”. Pero María Teresa León fue más, mucho más, que la mujer del poeta. Sin ella Alberti hubiera sido, menos Alberti.

María Teresa León Goyri, nació en Logroño el 31 de octubre de 1903 en el seno de una familia burguesa. Su padre, Ángel León, Coronel del Ejército que sublevó su regimiento en apoyo al dictador Primo de Rivera y su madre, Oliva Goyri, hermana de María Goyri, la primera mujer española en obtener un doctorado en el año 1909 y esposa de Ramón Menéndez Pidal. Ambos influyeron especialmente en su educación. Estudió en la Institución Libre de Enseñanza y se licenció en Filosofía y Letras. Su infancia transcurrió entre Madrid, Barcelona y Burgos.

En 1920, con diecisiete años, se casa con Gonzalo de Sebastián Alfaroy y tienen dos hijos, Gonzalo y Enrique. Su matrimonio fracasó y una vez separada, tiene que dejar atrás a sus hijos, ya que por entonces la custodia recaía judicialmente en los hombres. Regresa con sus padres a Burgos y escribe artículos de actualidad, cultura y defensa de la mujer en el Diario de Burgos bajo el seudónimo de la heroína de D'annunzio, Isabel Inghirami.

Con 27 años conoce a Rafael Alberti, el gran amor de su vida ("El efecto del amor es transformar a los amantes y hacerlos parecerse al objeto amado, dice Petrarca. Si eso fuese así, yo sería Rafael Alberti"). Contraen matrimonio civil en Mallorca en 1932. El mismo año de su boda la Junta para la Ampliación de Estudios les otorga una beca para estudiar el movimiento teatral europeo y comienzan un periplo de viajes que les lleva a Berlín, la Unión Soviética, Dinamarca, Noruega, Bélgica y Holanda. Simultáneamente María Teresa participa junto con Alberti en la fundación de la revista Octubre, que sería la plataforma de escritores en defensa de la cultura y en la que publicó “Huelga en el puerto” en 1933.

La vida de ambos estuvo llena de viajes, casi todos ellos forzados por las circunstancias, unos por militancia y otros por el exilio. En 1934 regresan a la Unión Soviética para asistir al Primer Congreso de Escritores Soviéticos;  tras el estallido de la Revolución de Asturias marchan a los Estados Unidos con el objeto de recaudar fondos para los obreros damnificados; en el 1955 realizaron un periplo con Rafael por Polonia, URSS, Rumanía, Checoslovaquia y Alemania Oriental, para más adelante, en 1958 visitar China.

Cuando estalló la Guerra María Teresa y Rafael  se encontraban en Ibiza. Según palabras de Alberti,  les salvó de la muerte la sombra de una higuera, que es donde estaban cuando vieron acercarse a su casa a una pareja de la benemérita que iba a detenerlos. Tan pronto como pudieron cogieron lo imprescindible y se refugiaron en la sierra de Ibiza desde la que iniciaron un recorrido lleno de peripecias hasta que consiguieron llegar a Madrid.

Durante la contienda,  María Teresa desplegó  una gran actividad contra el fascismo y como actriz, autora y ensayista. Crea  “Nueva Escena”, que era dentro de la Alianza de Intelectuales Antifascistas la sección que se encargaba del teatro. Ocupó varios cargos en el Consejo Central del Teatro, en el Teatro de Arte y Propaganda del teatro de la Zarzuela  y dirigió las llamadas Guerrillas del Teatro, porque estaba  convencida de la dignidad estética y moral que debía adornar y generar la escena en los días de cerco y lucha. Obras como “Los títeres de cachiporra” de García Lorca, “El cerco de Numancia” de Cervantes, con adaptación de Alberti, fueron dirigidas por ella. En la Alianza de Intelectuales también colaboró como directora y actriz en “Amor de don Perlimpín con Belisa en su jardín” de García Lorca. María Teresa León perseguía con su cruzada personal un teatro culto, real, lleno de enseñanzas. Defendía la calidad estética aunada con la eficacia pedagógica.

Participó activamente en la Junta de Defensa y Protección del Tesoro Artístico Nacional, evacuando junto a otros intelectuales, las pinturas del Museo del Prado y el Palacio Real, bombardeados por la Legión Cóndor enviada por Adolf Hitler a petición del dictador Franco, en un afán de achacar la destrucción del patrimonio a la II República Española. También participó en la incautación, traslado y protección de algunos cuadros del Greco diseminados por varios pueblos toledanos. 

Fue secretaria de la Alianza de Escritores Antifascistas y creadora junto a José Bergamín y Rafael Alberti de la revista “El Mono Azul”. Sus vivencias en el Madrid en guerra quedaron plasmadas con gran intensidad en dos novelas: “Contra viento y marea” y “Juego limpio”.

Las enseñanzas directas que había recibido de sus tíos, Ramón y María, prestigiosos estudiosos del romancero tradicional, la encauzaron en la elaboración del Romancero de la Guerra Civil, dedicado a Federico García Lorca, que constituye un importante compendio de la poesía anónima del siglo XX.

Tras la derrota republicana María Teresa y Rafael se exilian en Oran, Francia, Argentina e  Italia. En París viven hasta finales de 1940, trabajando como traductores de la radio francesa Paris-Mondial y como locutores para las emisiones de América Latina.  Durante veintitrés años viven en Argentina, donde nació su única hija, Aitana Alberti León, que en la actualidad reside en Cuba. En 1944 junto con Alberti, participó en el guión cinematográfico “La dama duende”, obra de Calderón de la Barca, que obtuvo varios premios. También escribió el guión de la película “El gran amor de Gustavo Adolfo Bécquer” (1945). Junto a su marido escribe “Sonríe China”, fruto del viaje que realizan a China en 1958.

La llegada de Perón al poder los decidió a marcharse a Roma en 1963. Se instalan en el Trastevere.  María Teresa escribe su autobiografía,  “Memorias de la melancolía”, que finaliza en 1968, donde traza la escenografía de sus recuerdos más personales, pero también la de la guerra española , donde jugó un papel protagonista, y los personajes que participaron ella. La contienda española marcó la obra literaria de María Teresa León y el exilio cimentó su existencia no exenta de la tarea de recopilar recuerdos.

El 27 de abril de 1977 regresan a España tras 38 años de exilio. No le importó volver a un país en ruinas porque lo único que anhelaba era eso, volver y tener un sitio donde morirse: (“…estoy cansada de no saber donde morirme”).

María Teresa no pudo cumplir su deseo de entrar en Madrid, su capital de la gloria, montada en un caballo blanco por la Puerta de Alcalá. Sin caballo, y sin el recibimiento que se merecía por parte de sus compatriotas, así retornó María Teresa a este país en el que los últimos siete años de su vida los pasó en una residencia en la sierra madrileña para enfermos de Alhzeimer, esa enfermedad que le asustaba tanto y de la que había fallecido su madre.

Sin memoria ni recuerdos, víctima de la más absoluta desmemoria, en la penumbra, eclipsada por la personalidad del poeta. Ella que siempre se conformó con ser la cola del cometa a pesar de que brillaba con luz propia.

La mujer que decía que vivir no era tan importante como recordar, y situaba en las entrañas el lugar exacto de la memoria, murió sin recuerdos y abrazada a la melancolía. Seguro que en un recóndito pliegue de su memoria, aunque imperceptible para ella, aún latían los años de la guerra y el exilio. ("¿Ha llegado la hora de hacer mi testamento? Dejo a las mujeres de España mi entusiasmo por la vida. Nada más. Es todo lo que tengo").

“Estoy cansada de no saber dónde morirme. Ésa es la mayor tristeza del emigrado. ¿Qué tenemos nosotros que ver con los cementerios de los países donde vivimos? [...]

¿No comprendéis? Nosotros somos aquellos que miraron sus pensamientos uno por uno durante treinta años. Durante treinta años suspiramos por nuestro paraíso perdido, un paraíso nuestro, único, especial. Un paraíso de casas rotas y techos desplomados. Un paraíso de calles desiertas, de muertos sin enterrar. Un paraíso de muros destruidos, de torres caídas y campos devastados [...] Podéis quedaros con todo lo que pusisteis encima. Nosotros somos los desterrados de España [...] Dejadnos las ruinas. Debemos comenzar desde las ruinas. Llegaremos.” (María Teresa León, “Memoria de la melancolía”)

“Siento que me hice del roce de tanta gente: de la monjita, de la amiga de buen gusto, del tío abuelo casi emparedado, del chico de los pájaros, del beso, de la caricia, del insulto, del amigo que nos advirtió, del que callado apretó los dientes y sentimos la mordedura... Todos, todos. Somos lo que nos han hecho, lentamente, al correr tantos años. Cuando estamos definitivamente seguros de ser nosotros, nos morimos”.

A su entierro en el cementerio de Majadahonda en Madrid, acudieron tan solo 15 personas. Era el 14 de diciembre de 1988, con un Madrid bajo cero y  un país paralizado por la huelga general. Sobre su tumba, unas palabras de Rafael Alberti: “Esta mañana, amor, tenemos veinte años.”

Hay que querellarse con la Historia por su olvido. Salvar su figura es el ansia de Gonzalo de Sebastián León, su hijo.






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