"Cada
piedra de Mauthausen representa la vida de un español"
Cuando el ejército estadounidense entró en Mauthausen el
cinco de mayo de mil novecientos cuarenta y cinco, las banderas
republicanas habían sustituido a las esvásticas y en la puerta principal colgaba una
pancarta en la que se leía: "Los
españoles antifascistas saludan a las fuerzas libertadoras".
Una gran parte de los
exiliados republicanos españoles
fueron los primeros prisioneros de raza no germánica que ingresaron en
Mauthausen -el único campo nazi de la categoría III-y
el primer grupo de
deportados constituido sobre una base política común: la de la lucha
antifascista.
Eran los “Rotspanier” (Rojos españoles), los
“triángulos azules”, y para diferenciarlos del resto les colocaron este símbolo
con una “S” sobre su harapienta ropa. Eran civiles, refugiados en estado puro.
Eran los apátridas, aquellos a los que el régimen del pequeño dictador abandonó
a su suerte. Nunca les reconoció como españoles ni aceptó su repatriación. Los documentos encontrados
prueban que las autoridades nazis preguntaron a sus homólogos españoles qué
debían de hacer con los "dos mil rojos españoles de Angulema". El
Gobierno de Franco nunca se molestó en ocuparse de este asunto y ni siquiera
contestó, dejándoles expuestos a la maquinaria de exterminio nazi.
Entre ellos, muchos menores de edad.
La larga dictadura española les desterró al olvido y
lo que es casi peor, en el campo de concentración de Mauthausen brilla por su
ausencia placa alguna del gobierno democrático español en recuerdo de la
tragedia de aquellos españoles que lucharon por la libertad en España y junto
al bando aliado durante la II Guerra Mundial.
"Eran
soldados republicanos que llegaron tras cruzar la frontera francesa en febrero
de 1939, después de la derrota de Cataluña. Esperaban recuperar sus fuerzas,
reagruparse, adiestrase y llegar hasta el otro lado de los pirineos donde un
grupo genuino de resistencia todavía no se rendía. Llegaron con sus armas y
equipajes, y todo este buen material se oxidó por la nieve que cubría los pasos
de montañas o por la humedad de las laderas orientadas al mediterráneo ...Y
ellos, los esclavos vencidos, fueron hacinados en improvisados campos de
“transito”, donde murieron literalmente, de hambre, frío y disentería. Los más
fuertes, los más motivados, trataron de reconstruir una jerarquía militar o
política, pero muchos de ellos, la mayoría, estaban destrozados por la derrota
y abandonaron el combate. La historia de estos campos de concentración nunca ha
sido escrita: Le Vernet-d’Ariege, Saint-Cyprien, Barcares, Argeles, Gurs,
Septfonds… Su historia debería ser conocida.
Luego,
voluntarios o no, los Españoles Republicanos se enrolaron en equipos de trabajo
o batallones irregulares de extranjeros voluntarios. Con la llegada del
ejército Aleman fueron barridos hacia campos de prisioneros donde la Gestapo no
tuvo dificultades después de todo, para reagruparlos y enviarlos a
Mauthausen" (Christian Bernadac, “The 186 Steps".
Mauthausen
era un campo reservado a los prisioneros "culpables de acusaciones
realmente graves, incorregibles, asociales y convictos por causas criminales,
es decir, gente en custodia preventiva, con pocas probabilidades de poder ser
reeducada”, según la
Enciclopedia del Holocausto (www.ushmm.org).
En él fueron asesinadas más de cien mil personas. Según Martin Gilbert, autor de
“Holocaust”, había 8.000 republicanos españoles en el campo principal de
Mauthausen y sólo 817 de ellos sobrevivieron.
En solo unos cuatro
meses, más de treinta mil personas habían sido asesinadas en Mauthausen, o
habían muerto de hambre o enfermedades. Judíos y Gitanos formaban el mayor grupo
de los que fueron asesinados, pero otros grupos también habían sido elegidos
para ser exterminados por los Nazis: homosexuales, Testigos de Jehova,
prisioneros de guerra soviéticos, y decenas de miles de españoles republicanos.
Estos españoles fueron internados en Francia en septiembre de 1939, deportados
por los alemanes a Mauthausen en 1940, y trabajaron de forma sistemática hasta
la muerte en la cantera de piedras, o ejecutados al azar. En enero de 1945,
solo tres mil de los españoles permanecieron con vida. De estos, 2.163 fueron
asesinados en los siguientes tres meses. (Martin Gilbert, “Holocaust”)
En 1941, tres años después
desde que se abriera el campo principal, el 60% de los prisioneros eran
Republicanos Españoles. El 24 de agosto de 1940, un tren con 927 refugiados
españoles, cargado con familias enteras, salía de la
estación de Angulema, en la región francesa de la Charente. Cuatro días más
tarde llegaron al pueblo de Mauthausen. Los soldados alemanes obligaron a
apearse a los varones mayores de 13 años, no les importaba si eran ancianos o
niños. Cuatrocientos setenta quedaron recluidos en el campo que llegaría a
convertirse en uno de los símbolos del holocausto y el exterminio.
Los españoles deportados
desde Angulema fueron los primeros en llegar al campo de concentración. Fueron
los primeros en sufrir las consecuencias de la ira de los nazis, en un momento
en que ni los judíos ni los rusos habían llegado todavía para ser objeto de su
locura exterminadora.
Cuando el ejército estadounidense entró en Mauthausen el
cinco de mayo de mil novecientos cuarenta y cinco, las banderas
republicanas habían sustituido a las esvásticas y en la puerta principal colgaba una
pancarta en la que se leía: "Los
españoles antifascistas saludan a las fuerzas libertadoras".
Una gran parte de los
exiliados republicanos españoles
fueron los primeros prisioneros de raza no germánica que ingresaron en
Mauthausen -el único campo nazi de la categoría III-y
el primer grupo de
deportados constituido sobre una base política común: la de la lucha
antifascista.
Eran los “Rotspanier” (Rojos españoles), los
“triángulos azules”, y para diferenciarlos del resto les colocaron este símbolo
con una “S” sobre su harapienta ropa. Eran civiles, refugiados en estado puro.
Eran los apátridas, aquellos a los que el régimen del pequeño dictador abandonó
a su suerte. Nunca les reconoció como españoles ni aceptó su repatriación. Los documentos encontrados
prueban que las autoridades nazis preguntaron a sus homólogos españoles qué
debían de hacer con los "dos mil rojos españoles de Angulema". El
Gobierno de Franco nunca se molestó en ocuparse de este asunto y ni siquiera
contestó, dejándoles expuestos a la maquinaria de exterminio nazi.
Entre ellos, muchos menores de edad.
La larga dictadura española les desterró al olvido y
lo que es casi peor, en el campo de concentración de Mauthausen brilla por su
ausencia placa alguna del gobierno democrático español en recuerdo de la
tragedia de aquellos españoles que lucharon por la libertad en España y junto
al bando aliado durante la II Guerra Mundial.
"Eran
soldados republicanos que llegaron tras cruzar la frontera francesa en febrero
de 1939, después de la derrota de Cataluña. Esperaban recuperar sus fuerzas,
reagruparse, adiestrase y llegar hasta el otro lado de los pirineos donde un
grupo genuino de resistencia todavía no se rendía. Llegaron con sus armas y
equipajes, y todo este buen material se oxidó por la nieve que cubría los pasos
de montañas o por la humedad de las laderas orientadas al mediterráneo ...Y
ellos, los esclavos vencidos, fueron hacinados en improvisados campos de
“transito”, donde murieron literalmente, de hambre, frío y disentería. Los más
fuertes, los más motivados, trataron de reconstruir una jerarquía militar o
política, pero muchos de ellos, la mayoría, estaban destrozados por la derrota
y abandonaron el combate. La historia de estos campos de concentración nunca ha
sido escrita: Le Vernet-d’Ariege, Saint-Cyprien, Barcares, Argeles, Gurs,
Septfonds… Su historia debería ser conocida.
En 1941, tres años después
desde que se abriera el campo principal, el 60% de los prisioneros eran
Republicanos Españoles. El 24 de agosto de 1940, un tren con 927 refugiados
españoles, cargado con familias enteras, salía de la
estación de Angulema, en la región francesa de la Charente. Cuatro días más
tarde llegaron al pueblo de Mauthausen. Los soldados alemanes obligaron a
apearse a los varones mayores de 13 años, no les importaba si eran ancianos o
niños. Cuatrocientos setenta quedaron recluidos en el campo que llegaría a
convertirse en uno de los símbolos del holocausto y el exterminio.
Los españoles deportados
desde Angulema fueron los primeros en llegar al campo de concentración. Fueron
los primeros en sufrir las consecuencias de la ira de los nazis, en un momento
en que ni los judíos ni los rusos habían llegado todavía para ser objeto de su
locura exterminadora.
Yo esperaré de día y de noche,esperaré siempre que vuelvas.Esperaré porque el pájaro
que se escapa vuelve a buscar
el olvido en su nido.
El tiempo pasa y corre batiendo tristey pesadamente en mi corazón. Pero apesar de eso, esperaré a que vuelvas.
(Fragmento de la canción con la que los nazis "preparaban" a los prisioneros
en los instantes previos de su ejecución en Mauthausen)
en los instantes previos de su ejecución en Mauthausen)
Me quedo sin palabras. Un texto muy necesario y conmovedoramente escrito, unas fotos maravillosas. Y la rabia contra Francia y Alemania por lo que hicieron a los españoles que lucharon por la libertad, y el asco de haber nacido en un país cobarde que nunca pidió cuentas y que sigue la estrategia del avestruz esperando a que la memoria se disuelva sola. Gracias.
ResponderEliminarDonde esta ese muro, por favor me gustaría saberlo.
ResponderEliminarEn Mauthausen (Asustria)
Eliminar