Cuando el piloto disparó su
cámara en ese lugar humildísimo, el ‘Che’, rodeado de enemigos, en el más
absoluto desamparo, herido de bala, habiendo escuchado cómo se asesinaba al
heroico Willie Cuba en la habitación de al lado, mostró que es verdad,
como escribió Sartre, que “la vida no es más que un chispazo entre dos
tinieblas”. El único sentido de la misma es lograr que ese chispazo se vuelva
una llamarada que perdure en las retinas de las mujeres y los hombres de buena
voluntad, cualquiera sea su ideología.
CAPTURA Y MUERTE.
El 8 de octubre de 1967, cae herido de bala en la
parte posterior de la pierna derecha y es apresado en la Quebrada del Yuro,
cerca del pueblo La Higuera, en Bolivia por los rangers bolivianos entrenados
por los boinas verdes norteamericanos. En Vallegrande, se encontraba la
jefatura de la Octava División del ejército boliviano bajo las órdenes del
Coronel Joaquín Zenteno Anaya. También estaba allí el Capitán Félix Ramos
Medina, cuyo verdadero nombre es Félix Rodríguez Mendigutía, un cubano
americano, veterano de la Agencia Central de Inteligencia (CIA), experto en
contra insurgencia, que se encontraba asesorando al ejército boliviano
cumpliendo petición de La Paz a Washington.
Durante muchos años se ha mantenido la teoría de que
fué la CIA quien ordenó la muerte del Che. Hay una versión
relativamente reciente que apunta a que los americanos le querían vivo,
porque derrotado y prisionero sería un golpe devastador para La Habana y
Moscú y que parece ser que los militares bolivianos no pensaban como
Washington.
El
capitán Gary Prado, el jefe del batallón, lo conduce hasta el pequeño poblado
de La Higuera, donde es encerrado junto con otros guerrilleros, entre ellos Willy
Cuba, un valiente boliviano que prefirió permanecer junto a El Che en vez
de intentar escapar. No tardó en llegar la orden de La Paz: 500 y 600. El
número 500 significaba el Che; el 600 ordenaba su muerte. El Che debía ser
asesinado y quien se encargaría de dicha tarea es el sargento Mario Terán,
elegido al azar por el coronel Centeno entre los siete suboficiales presentes.
El Che se encontraba prisionero en una pequeña escuela
del lugar. En el mismo lugar estaban los cuerpos sin vida de otros guerrilleros
caídos en combate: Antonio, cubano, cuyo verdadero nombre era Orlando Pantoja;
Arturo, cubano, nombre verdadero René Martínez Tamayo. En otra habitación se
encontraba herido el guerrillero boliviano Willy, nombre verdadero Simón Cuba
Saravia. Encerrado en una Escuela, con las manos y pies atados. Estos
últimos estaban envueltos en pedazos de trapos sucios y cueros,
amarrados con cordeles. El aspecto del Che era de gran
deterioro. Su expresión aunque serena es intensa. Mirada de
quien ya se sabía condenado.
Dicen que el coronel Zenteno y el capitán Ramos
intentaron varias veces hablar con él, pero que éste no respondió a sus
preguntas.
El Che Guevara, desangrándose sobre el suelo, segundos después de haber sido ametrallado. En la foto aparecen dos soldados, con fusiles en las manos. Parecieran reflejar el momento del tiro de gracia, quizá a cargo del sargento Mario Terán, su verdugo, quien fue elegido al azar entre siete suboficiales.
Un soldado observa y toca el cadáver de El Che. Su cuerpo, sobre el suelo, está bajo una inmensa mancha de sangre. Algunas de estas fotos fueron tomadas por el piloto del helicóptero que transportó a integrantes del grupo que participó de la muerte de Ernesto Guevara. Entre ellos, el agente de la CIA, Félix Rodríguez.
Primer plano del Che ya muerto. Tiene los ojos abiertos. Dicen que fue el viento del tramo aéreo entre La Higuera y Valle Grande el que se los abrió. Esta mirada fue inmortalizada por el fotógrafo Freddy Alborta (Clarín)
El cuerpo de Guevara,
atado al patín del helicóptero, cuando fué trasladado de La Higuera a
Vallegrande.
El 9 de octubre de 1967 es asesinado por orden del gobierno boliviano, en connivencia con la CIA y trasladado hasta Vallegrande, donde su cadaver fue exhibido durante un día y medio frente a pobladores, militares y periodistas, como una prueba inequívoca para el mundo de que se había dado caza a uno de los guerrilleros más peligrosos de ese entonces. Pero esta misma maniobra fue la que dejó a la persona del Che, como una figura mítica y símbolo de la lucha revolucionaria que es recordada y admirada hasta nuestros días.
El destino de sus restos permaneció en secreto durante tres décadas y ninguno de sus asesinos llegó a ser juzgado.
Al capitán Felix I. Rodríguez intentaron matarlo varias veces. El Coronel Joaquín Centeno Anaya, murió víctima de un atentado en París en 1975, según cuentan ordenado por La Habana. El presidente Barrientos murió en misterioso accidente de helicóptero. El mayor Quintanilla, asesor del Ministro del Interior en aquellos tiempos, murió en otro atentado cuando era Cónsul General de Bolivia en Hamburgo, Alemania. El sargento Terán vive en algún lugar de Bolivia.
Ernesto Che Guevara
14/06/1928 - 09/10-1967
Descansa en Paz
No te olvidamos
Gracias por el recuerdo. Me llevo un párrafo y una foto y enlazo tu entrada. Un saludo
ResponderEliminar"¿Por qué será que el Che tiene esa peligrosa costumbre de seguir naciendo?
ResponderEliminar¿No será porque el Che decía lo que pensaba, y hacía lo que decía? ¿No será que por éso sigue siendo tan extraordinario, en un mundo donde las palabras y los hechos muy rara vez se encuentran, y cuando se encuentran no se saludan, porque no se reconocen?"
-Eduardo Galeano -
Merecido homenaje.Gracias!
Un abrazo.
Muchas gracias Mateo y Carmela.
ResponderEliminarHay que r+¡seguir militando en determinados recuerdos y sin duda el Che es uno de ellos.
Abrazos!!
No vamos a encasillarlo, para aprisionarlo
ResponderEliminaren moldes, es decir matarlo. Dejémoslo
así, en líneas generales, sin ponerle
ribetes precisos a su ideología socioeconómica
que no estaba perfectamente
definida; recalquemos sí, que no ha
habido en esta guerra de liberación un
soldado comparable a Camilo.
Revolucionario cabal, hombre del pueblo,
artífice de esta revolución que hizo la
nación cubana para sí, no podía pasar por
su cabeza la más leve sombra del
cansancio o de la decepción. Camilo, el
guerrillero, es objeto permanente de
evocación cotidiana, es el que hizo esto o
aquello, «una cosa de Camilo», el que
puso su señal precisa e indeleble a la
Revolución cubana, el que está presente
en los otros que no llegaron y en aquellos
que están por venir.
En su renuevo continuo e inmortal,
Camilo es la imagen del pueblo.
Gracias Felix Rodriguez por exterminar esta rata comunista. Creo que es la unica que ha caido como se merece :-(
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