Los escritores no pudieron mirar a otro lado cuando el conflicto estalló delante de ellos con toda su virulencia
Peio H. Riaño / Publico.es
La tarea de la urgencia se hizo poesía con los primeros bombardeos. La literatura entró en la fe de la denuncia, con especial énfasis en la poesía y el teatro, durante la Guerra Civil española. Los escritores tomaron sus armas y bajaron a las barricadas a contar lo que pasaba, a lanzar kilos de propaganda y crónicas contra el fascismo que devoraba un país en el que las piruetas estéticas quedaron olvidadas el 18 de julio de 1936. A partir de ese momento, durante los tres largos años de la contienda, las revistas saltaron a la calle, tomaron la retaguardia y el frente. Los libros adelgazaron, se convirtieron en revistas, la poesía perdió plomo y ganó llama. La literatura se sirvió de la rapidez del periodismo y los pasquines se multiplicaban como los partes de guerra.
¿Dónde dejó Neruda las lilas
y la “metafísica cubierta de amapolas”? En las calles del madrileño barrio de
Argüelles, desde donde hizo el llamamiento a todo el mundo para que bajara a
“ver la sangre por las calles”. El poeta chileno encontró la razón de la
politización de sus versos en la violencia con la que el fascismo acabó con la
voz que había decidido su destino en las urnas. Después de sufrir el golpe de
la realidad, el poeta se olvida de seguir buscando en las profundidades de su
alma: ha encontrado que la rotundidad del paisaje bélico y su fragilidad le
impide mirar a otro lado.
“Cuando llegan a España
Neruda, César Vallejo, Nicolás Guillén, Octavio Paz, Vicente Huidrobo, la
guerra les supuso una experiencia tan traumática que pasaron por una
transformación inmediata de su trayectoria literaria”, explica la profesora
titular de Literatura Hispanoamericana en la Universidad de Alicante, Remedios
Mataix. Habla de lo que vieron, de su compromiso político con la República,
habla la profesora de los temas (las bombas y las víctimas) y de la
metamorfosis de la poesía en un arte precipitado.
“Se escribe al minuto y en el
caso de alguno, desde el mismo escenario de la batalla. Los hubo que perdieron
la vida como Pablo de la Torriente [periodista cubano amigo de Miguel
Hernández, que murió en combate en Majadahonda, a los 35 años]”, cuenta Mataix,
para señalar que trabajaban con la experiencia. “Llegaban ya comprometidos,
pero al llegar constataban que estaban en guerra, además de contra Franco, contra
los nazis y los fascistas, que prestaban su ayuda. No era un mero conflicto
civil. Ellos luchaban para frenar el ascenso del fascismo y el nacismo”.
“No Cortés, ni Pizarro
(aztecas, incas, juntos halando el doble carro)./ Mejor sus hombres rudos/ saltando
el tiempo. Aquí, con sus escudos./ Aquí, con sus callosas, duras manos;/
remotos milicianos/ al pie aquí de nosotros,/ clavadas las espuelas en sus
potros;/ aquí al fin con nosotros,/ lejanos milicianos,/ ardientes,
cercanísimos hermanos”. Vio Nicolás Guillén en la guerra contra
el fascismo la oportunidad para el perdón, para que el pueblo sometido acordase
piedad con su conquistador, como muestra en estos primeros versos de su famoso
poema “España: poema en cuatro angustias y una esperanza”, escrito en 1937,
durante su estancia en España para participar en el II Congreso Internacional
de Escritores para la Defensa de la Cultura, en Barcelona, Valencia y Madrid.
La nueva promoción de grandes
poetas, Alberti, García Lorca, Aleixandre, Miguel Hernández, Gerardo Diego,
Cernuda, León Felipe, los Machado, se dio de bruces con una realidad excesiva y
se entregaron sin remilgos, ni medias tintas. “Fue una literatura de memoria
histórica, hecha por autores de urgencia, entregados a la crónica de manera
consciente respondiendo a los acontecimientos. Hay un antes y un después del
asesinato de Federico García Lorca, porque entienden que es un síntoma de la
gravedad del enfrentamiento.
Sus obras de este periodo
tienen un valor documental, casi arqueológico, importantes para el estudio. Por
eso su perdurabilidad es escasa en nuestros días. Resisten mal el paso del
tiempo”, razona Emilio Peral, profesor de Literatura Española en la Universidad
Complutense de Madrid y director del curso Literatura y Guerra Civil: Nuevas
aproximaciones a un arte de urgencia, que organizará la Complutense del 27 al
29 en El Escorial.
Esa necesidad de contestación
inmediata y el exceso de realismo hizo perder la conciencia crítica a algunos
de ellos años después de la contienda. El caso más sonado es el del propio
Neruda y el fallido poema escrito a Stalin a su muerte, en 1953, dentro de Las
uvas y el viento. “Stalin/
construía./ Nacieron/ de sus manos/ cereales,/ tractores,/ enseñanzas,/
caminos,/ y él allí,/ sencillo como tú y como yo,/ si tú y yo consiguiéramos/
ser sencillos como él./ Pero lo aprenderemos […]”.
La propaganda tuvo un papel
fundamental. Intelectuales y escritores de la República aprovecharon para la
causa desde el primer momento de la batalla la gran cantidad de poetas,
filósofos y pintores con que contaban. Tampoco se puede olvidar la poderosa
industria impresora, que se quedó la mayoría en manos republicanas. Tal y como
señala Andrés Trapiello en su libro Las armas y las letras (Destino), alrededor
de 2.000 fueron las publicaciones que hicieron de voceras de las unidades
milicianas, militares y oficiales de la República. “Tan ligadas al Ejército
como a las fuerzas de la cultura”.
El profesor Peral confirma
que todos los autores abandonaron sus proyectos y se entregaron a participar de
la “conciencia patriótica” y desarrollaron un sistema de propaganda mucho más
efectivo que el fascista. “En narrativa hubo algunos ejemplos, pero fueron las
revistas comandadas por los grandes nombres de la cultura española, entonces
jóvenes, quienes lideraron los proyectos como Hora de España, con
Ramón Gaya, Manuel Altolaguirre, Juan Gil-Albert y Antonio Sánchez Barbudo.
Además, casi cada regimiento tenía su propia revista y la mayoría eran
semanales. Fue un crisol infinito”, cuenta Peral.
Eran revistas de malas
hechuras, casi pasquines, repartidas entre soldados y vecinos, cuya principal
cualidad era la velocidad con la que se imprimían y repartían. La propaganda
viajó ligera por los frentes, donde se recitaba poesía ante una población analfabeta
en una amplia mayoría, donde el teatro fue la estrella de las atenciones. Hora
de España nace en enero de 1937: “Nunca en medio de tanta sangre y muerte se ha
escrito nada semejante”, dijo María Zambrano de la revista en la que aparecían
ensayos, poemas, narraciones, notas y conferencias. Más reflexión que
propaganda, más pensamiento que guerra.
Entre sus colaboradores
figuraron Antonio Machado, Luis Cernuda, Altolaguirre, Gaya, León Felipe,
Alberti, Max Aub, Rosa Chacel, Bergamín, la propia Zambrano o Neruda. El
espacio que dedicó a sus tribunas políticas era menor al que la revista
dedicaba a las reseñas críticas, poéticas, ensayísticas. No era una revista de
frente, sino de retaguardia. No tenía director, sino un secretario que
coordinaba y un consejo de redacción que pensaba.
“Fue una literatura de
circunstancia”, resume el catedrático de Literatura Española en la Universidad
de Extremadura Gregorio Torres. “Hubo en los dos bandos una literatura de
inmediatez y propaganda. Tuvo más ganga que valor literario, pero hay una
minoría que cuenta. Sobre todo, la aparecida en las revistas, donde se hicieron
unos textos que han resistido el paso del tiempo. Tienen un valor ético más que
literario”. Y de ese ejercicio propagandístico, el profesor destaca a María
Teresa León, primera mujer de Rafael Alberti, “una
burguesa rebelde que rompe con prejuicios y exigencias sociales”. La describe
como una mujer muy activa, siempre reivindicativa en la Alianza de
Intelectuales Antifascistas para la Defensa de la Cultura, incapaz de “tapar el
fuego revolucionario ni en el exilio”.
“Todo el camino
sabemos;/ están los rifles engrasados;/ están los brazos preparados;/
¡Marchemos!”, cerraba
Nicolás Guillén con una canción en coro su Poema en cuatro angustias y una esperanza,
ofreciendo el giro irreversible de las letras desde las barricadas. Atrás
quedaron las vanguardias, la realidad les llamó y no pudieron escapar.
No hay comentarios:
Publicar un comentario