Simpatizante del Foro por la Memoria de Guadalajara, ha fallecido en Madrid, nuestra querida amiga Paz Mendieta, una mujer menuda, dulce y valiente que siempre tuvo claro que había que honrar a las víctimas de la dictadura franquista, algo que demostró con su ejemplo.
Paz Mendieta Ibarra era natural de Sacedón, una localidad de La Alcarria rodeada de pantanos, donde nació el 24 de enero de 1928. El azar ha querido que falleciera el mismo día de su cumpleaños.
Sus padres eran Timoteo Medieta Alcalá y María Ibarra Valdeolivas. Timoteo fue asesinado tras un simulacro de juicio, el 16/11/1939. Es uno de los 822 republicanos que fueron pasados por las armas en el cementerio de Guadalajara, entre 1939 y 1944. Otros muchos fueron directamente “paseados” en sus pueblos, sin que tuvieran siquiera la suerte de tener un juicio.
El padre de Paz tenía una carnicería en Sacedón, aunque ejerció otros muchos oficios (albañil, jornalero). El matrimonio tenía 8 hijos, incluyendo una niña que murió al poco de nacer.
Presidente de la UGT de Sacedón, Timoteo siempre luchó por la justicia social y por mejorar las duras condiciones de los trabajadores y jornaleros del pueblo. Por ello, los caciques y sus esbirros locales hicieron contra él y otros miembros del sindicato una dura campaña, pidiendo que la gente no fuera a comprar a su tienda, cosa que muchos hacían por miedo y la mayoría, sencillamente, porque tampoco tenían dinero.
La falta de trabajo del padre sumió a la familia en la pobreza llegando a pasarlo muy mal ya incluso antes de la guerra. Cuando tenía trabajo, cada día, antes de que el propio Timoteo saliera de trabajar como albañil, la madre iba a la obra para cobrar el jornal, y con ello poder comprar y preparar la cena. Una anécdota sirve para recordar cómo la madre a veces engañaba a sus hijos para hacerles creer que habían comido. María los peinaba, lavaba y vestía con lo mejor que tenían, los sentaba en la mesa y momentos después decía : “venga, vámonos a la calle, que ya hemos comido”, cuando en realidad nadie había probado bocado. Esta situación de necesidad era repetida en muchas casas del pueblo. Sólo una buena mujer de derechas, llamada Braulia, les ayudaba.
La madre convaleciente todavía de un parto reciente, pero consciente de lo importante del hecho, fue a votar en las elecciones del 16 de febrero del 36. Paz recordaba que allí estaban esperando los hombres de Romanones, ofreciendo una simple manta o una tableta de chocolate a cambio del voto. Tambien tomaban buena nota de quien no aceptaba su chantaje.
Durante la guerra el padre de Paz fue concejal. La falta de autoridad, causada precisamente por el golpe de estado, hizo que los derechistas fueran perseguidos y fueran fusiladas varias personas de derechas en el pueblo. La mayoría eran simpatizantes de Falange o de Acción Popular, en total 18 personas, que fueron asesinadas en los primeros meses de la guerra, cuando el desorden lo permitió. Las fuerzas del orden que debían impedirlo estaban muy ocupadas en el frente, luchando contra unos golpistas. La mayoria de estos asesinatos tuvieron lugar en la plaza de toros del pueblo en el mes de agosto, junto a otros que lo fueron en el término de Auñón, donde fueron enterrados. Además en diciembre, otros 4 fueron asesinados en el asalto a la cárcel de Guadalajara. Los asesinos de estas personas consideradas de derechas fueron en su mayoría milicianos forasteros, fundamentalmente de Madrid, pero sin embargo, lo pagaron los vecinos del pueblo. Tras esta terrible matanza, el comité del Frente Popular del pueblo, del que era miembro el propio Timoteo, tomó serias medidas para evitar que se produjeran nuevos actos y éstos fueron evitados. El verdadero motivo del posterior juicio y asesinato de los republicanos del pueblo, fue otro. Fue enfrentarse al golpe militar, como figura en sus condenas, que indican claramente, por “auxilio a la rebelión”, es decir, por oponerse al golpe de Franco y sus secuaces. La Causa General, elaborada por la fiscalía franquista entre 1940 y 44 para justificar los crimenes franquistas, ni siquiera fue capaz de aportar pruebas sobre los autores de los crímenes. Tampoco le interesaba. No fue hecha para establecer la verdad, sino para justificar el exterminio de los demócratas. El texto de la Causa, se limita, como macabramente ocurre en cada pueblo y localidad de España, a enumerar los nombres de las autoridades republicanas, alcaldes, concejales, miembros del Frente Popular, que “casualmente” son acusados de cualquier delito cometido durante la guerra, tuvieran algo que ver o no. Timoteo tenía todas las papeletas para ser acusado, simplemente por ser concejal y presidente de la Casa del Pueblo de UGT. Estaba condenado previamente y sólo fue sometido a lo que podemos calificar como un “simulacro de juicio”, sin pruebas, sin garantías, sin defensa, sin justicia.
Timoteo no vivió la mayor parte de la guerra allí, pues habia sido movilizado en 1937, haciendo la instrucción en el pueblo de Romanones, y pasando todo el resto del conflicto el frente del centro. Al finalizar las hostilidades, se encontraba en el madrileño barrio de Canillas, y decidió regresar a Sacedón, cosa que tuvo que hacer caminando. Tras oir las noticias de la radio, como nos recuerda su hija Chon, decidió volver tranquilamente al pueblo: “porque les habían dado una paz honrosa, el no había matado ni robado a nadie y quería estar con sus hijos”, repetía Chon con las palabras casi exactas y archirrepetidas de la Junta casadista y que a tantos engañaron. Su esposa, María Ibarra, por su parte, decidió ir al encuentro de su marido, pero ambos no se cruzaron.
Así estaban las cosas cuando entraron los franquistas en Sacedón, iniciándose la persecución de las familias de demócratas del pueblo. Los siete hijos de la familia, que estaban sólos, se escondieron en la cámara, mientras un grupo de vecinos y falangistas del pueblo les increpaban desde la calle. Mientras, un vecino, Florentino Gil, era asesinado en la “ronda” del pueblo, siendo la primera víctima de la “paz honrosa”. No sería la última. Gil era más conocido por el “tío montaborricas”, por usar siempre ese modo de transporte. Motivo: Fue registrado y le encontraron un carnet socialista en los calcetines. Eso bastó para ser asesinado en el acto.
Al entrar Timoteo en el pueblo, el hijo de uno de derechas del pueblo asesinado durante la guerra por las milicias, le dijo “abajo los criminales”, dándole en el hombro, como premonición de lo que le esperaba. Traía los pies destrozados de andar. Esa misma noche, un falangista local acompañado de un militar de las fuerzas de ocupación llegó a la casa cuando todos dormían y Timoteo fue detenido y trasladado a la cárcel local. Al dia siguiente, los falangistas registraron la casa pero no encontraron nada de armas ni nada de lo que buscaban.
Paz recuerda llevar la comida a su padre preso en la “cárcel” de Sacedón. Timoteo no comía por pena y para darle la comida a sus hijos. Paz regresaba entonces con la comida de vuelta para casa.
El ambiente de hostilidad y la escasez en la posguerra hicieron que María, la madre de Paz, se trasladara con sus hijos a Madrid en mayo del 39. Para ello vendió una borrica y los pocos bienes que tenía y todos marcharon a casa de la abuela, en el puente de Vallecas. Dormían todos en la misma habitación. Su hermano de 11 meses era arropado en la tapa de un baúl, entre sábanas.
Al poco tiempo, Timoteo fue trasladado a Guadalajara, donde fue juzgado. Imaginamos que como la mayoría de republicanos y antifascistas que pasaron por este trago en nuestra provincia (más de 7000), Timoteo no pudo ni hablar en su “juicio”, conoció a su “defensor” apenas media hora antes de iniciarse éste, que por supuesto, era sumarísimo. Sólo apariencia de juicio, pues en realidad sólo era un grupo de criminales disfrazados de fantoches que levantaban un acta de su crimen. Por supuesto, la condena fue a muerte. Todo, juicio y sentencia en una única vista, al modo Sumarísimo.
Después María, esposa de Timoteo y madre de Paz, recibió un telegrama de su hermana desde Guadalajara diciéndole que se habían enterado de que ya era el día y le iban a fusilar. Cuando María llegó a Guadalajara era demasiado tarde, no tuvo el consuelo ni siquiera de poder hacerse cargo de su cadáver, pues ya habia sido enterrado junto a 17 compañeros más fusilados ese mismo día.
La necesidad obligó a la madre a ir al “estraperlo”, cambiando ilegalmente porcelana por aceite o judías u otros productos. Por ello en un viaje de regreso al pueblo desde Segovia, fue detenida con unas hogazas de pan como “cuerpo del delito” y condenada a tres meses de cárcel, sumiendo a los Mendieta aún más en la desesperación, pues tuvo que pagar una multa de 3000 pesetas, un capital para la época. Para poder pagar tuvo que mal vender unas fincas, lo único que tenían. Además de ello fue rapada, como tantas mujeres “rojas”.
Había que estigmatizarlas, humillarlas.
Paz recordaba siempre a los republicanos asesinados de su pueblo, – el averías, el tío Chamullo, el tío Oño, el Riolas, una lista de apodos y nombres que le atormentaba por la noche, y se despertaba, añadiendo nuevos nombres a la lista. El número total de asesinados en Sacedón en la posguerra es de 64, en un número que sólo iguala la propia capital, Guadalajara, aunque Paz, sólo recuerda a unos pocos. Su motivación no tenía ni un ápice de odio ni rencor, sólo quería transmitir lo que sabía y luchar por la justicia. Honrar a esas víctimas. Nadie ha reabierto sus heridas, pues las heridas sólo se cierran cuando son curadas.
La familia prosperó con mucha lucha de todos, y gracias a ello, han vivido y viven sin rencor y con dignidad. Paz siempre tuvo orgullo de su padre asesinado por luchar por la justicia social y la democracia y de su madre, que luchó por sacar adelante a la familia a pesar de las dificultades.
Cuando era joven, compuso una sencilla poesía que le gustaba repetir, honrando a sus sacrificados padres:
"Son unos fascistas malos / no podemos olvidar / que un quince de noviembre / te sacan a fusilar / siete hijos dejaste / sin dinero y sin pan / gracias a nuestra madre / que ella supo luchar /
Te sacaron de la cárcel / te subieron al camión / te llevan a Guadalajara / a darte la ejecución / Fuiste un padre muy bueno / y un marido mejor”.
Cuando volvieron al pueblo, años después de la guerra, nunca han tenido problemas con nadie, excepto algún comentario en las primeras veces. Paz quiso transmitir esto para que no se repita y para que se sepa el sufrimiento de su familia. Su madre María se puso de luto al ser su marido fusilado y ya nunca se lo quitó. Luchó siempre por su familia.
Paz y su hermana Ascensión, han sido las mejores luchadoras para recuperar esta memoria familiar. Cada año, el día 1 de noviembre, acuden a la tumba de su padre, al que pudieron finalmente recuperar, a poner unas flores. Durante el homenaje organizado cada año por los familiares, las dos hermanas han honrado siempre con emoción su memoria y la de todos los asesinados. El pasado 1 de noviembre, estuvimos con ellas, y asistimos a cómo descubrieron que algunas de las tumbas habían sido vandalizadas con terribles golpes, entre ellas, la de su padre. Casualmente donde decía: “muerto por defender la democracia” ha quedado la marca de un gran golpe asestado con una piedra o maza. Ahí dejaron claras sus intenciones los vándalos que cometieron el acto.
La lápida vandalizada |
Sirvan estas palabras de recuerdo para Paz Mendieta Ibarra y de pésame para toda su familia, empezando por su querida hermana Chon.
Xulio García Bilbao
(Todos los datos han sido recogidos por el Foro por la Memoria de Guadalajara en varias entrevistas a las hermanas Mendieta, grabadas en 2009 en su casa de Madrid)
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