En Ceuta, y lo que fue la zona occidental del
Protectorado en Marruecos más que de guerra habría que hablar de represión,
pues no hubo combates ni operaciones militares. La barbarie desencadenada fue
tan intensa y extendida que no sólo la sufrieron los que habían defendido la
República con su labor política y sindical, sino que también cayó la misma
sobre aquellos que eran simplemente más abiertos, los incrédulos por cualquier
motivo, los que habían destacado en empresas culturales y actividades públicas o
simplemente aquellos denunciados por rencillas personales, odios y deudas, de
los que se nutrieron las cárceles ceutíes y del Protectorado español en
Marruecos.
El desglose del total de asesinados en esta zona
fueron 268 en Ceuta, y 195 en el Protectorado Occidental de España en
Marruecos, repartidos por la ciudad de Tetuán, en el campo de concentración
"El Mogote" y en Larache. También debemos reseñar la represión
administrativa y, por otra parte, ¿cuántos encausados no llegaron al pelotón de
fusilamientos? Muchos de ellos murieron mientras eran transportados o en las
comisarías sin consignarse sus nombres. ¿Cuántos murieron en las enfermerías
como consecuencia de malos tratos o enfermedades sin cuidados? ¿Cuántos
quedaron internados en manicomios? Todos éstos están fuera de mis cifras. Tan
sólo quisiera, como conclusión, apuntar que con estas investigaciones, gracias
al acceso a una valiosa, aunque limitada, base documental de primera mano con
la consulta de más de mil consejos de guerra durante casi diez años
(Guadalajara, Segovia, Regional, Alcalá de Henares) y el Archivo General de la
Guerra Civil Española (Salamanca), registros civiles, de cementerios, Juzgados
y Consulados (Marruecos), se ha intentado descubrir unos hechos que acaecieron
en Ceuta y en el Protectorado, sobre todo en la zona occidental.
Es fácil concluir, que el tema de la represión
ejercida en el nuevo Estado que surge tras el golpe militar del 17 de julio de
1936 presenta aún hoy, a pesar de los años transcurridos desde entonces, numerosas
lagunas. Se abandona en estas investigaciones la tendencia seguida en otras
ciudades de limitarse a la especulación genérica o aventurar cifras en función
de cálculos más o menos lógicos y razonados. Las cifras y nombres expuestos
están sólidamente documentados y cuando ha sido posible entrevista personales
con los familiares de los represaliados. La consulta de distintos documentos
permite acercarse a la tétrica realidad judicial de aquellos años. Los
procedimientos sumarísimos de urgencia, que la legislación fijaba como formula
ocasional, se convirtieron, sin embargo, en la única formula empleada por los
tribunales para juzgar los supuestos delitos de los que no eran adictos al
nuevo régimen. Amparados en la más absoluta impunidad y parapetados tras la vía
jurídica no dudaron en acusar y condenar de adhesión a la rebelión a los que
precisamente habían defendido la legalidad constitucional. Daba igual que las
acusaciones realizadas se refirieran a asesinatos, pertenencia a organizaciones
políticas o sindicales, participación en saqueos de iglesias, insultos,
redacciones de periódicos, pertenencia la masonería, etc. Y, desglosando las
cifras, se puede apreciar que el mes de agosto de 1936 se convierte en el más
trágico de toda la represión en Ceuta, con 73 víctimas, de las cuales tan sólo
siete se efectúan tras los respectivos consejos de guerra; el resto, sesenta y
seis, fueron debidas a las sacas de madrugada. Por militancia política, el
número mayor de fusilados fue para los anarcosindicalistas y por profesiones el
estamento militar fue él más castigado, sobretodo en 1938. Tras el inicio de la
represión, con el paso de los meses, el número de fusilamientos fue
disminuyendo paulatinamente. En los cinco primeros meses se registraron un
total de ciento veintiocho ejecuciones, casi el 50% de las llevadas a cabo
durante toda la represión. En 1937 se registraron noventa y seis, para
continuar bajando hasta cuarenta y uno en 1938, y hasta seis años después, en
agosto de 1944, no se consignaron los últimos tres fusilamientos en Ceuta.
Estos datos confirmarían la conclusión en el sentido de que la represión
sustancial se produjo en los primeros meses.
Respecto al sexo dos mujeres fueron ejecutadas. La
actuación de las mujeres quedó generalmente oculta y el papel que desempeñaron
y su protagonismo son destacados en poquísimas ocasiones. Sin embargo, la
mujer, durante la República, había comenzado a integrarse en el ámbito de la
política. En el tema religioso en los registros civiles, no aparece ningún
musulmán fusilado (ni en el Protectorado); las nuevas autoridades se guardarían
muy bien de no inquietar a esta población, que la utilizaba en primera línea en
la península y eran quienes formaban junto con la Falange los pelotones de
fusilamiento. Cuatro hebreos son fusilados, y otros muchos son condenados a
largas condenas. Tras las primeras ejecuciones en Ceuta, el 21 de julio de
1936, hasta 1938, en todas se consigna herida por arma de fuego, aunque
después, en el registro civil, aparecen muchos tachados. Hay un paréntesis de
seis años, desde 1938 a 1944, que no se producen más ejecuciones. Tal vez las
hubo, pero se pudieron encubrir en los libros como hemorragia interna. Esto
ocurrió con el fusilamiento de los tres miembros de la resistencia en Tánger,
pero es evidente que el error en el número de fusilados no consignados debe ser
muy pequeño. Si se toman en cuenta los días en que se producen las ejecuciones
y el número se observa que no parece que existiera una norma que regulara las
mismas. Hay meses que durante varios días consecutivos se realizan
fusilamientos y otros que las fechas se distancian considerablemente. Pero es irrefutable que tras algún ataque de las fuerzas republicanas en
la madrugada siguiente realizaban ejecuciones.
También se incrementa en torno a las celebraciones de
determinados aniversarios y cuando en el frente fallecían soldados o miembros
de la Falange local.
Francisco Sánchez Montoya es investigador
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