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256 Alfonso García Margarito

Voy a contar parte de la historia de mi abuelo Alfonso García Margarito, y para ello comenzaré por el final. Mi abuelo murió en febrero de 1982, justo un año después de la intentona golpista del 23F. Murió con la satisfacción de haber visto el resurgimiento de la democracia en España y con la satisfacción de haberse encontrado con su hija Josefa, mi madre. Mi madre conoció a su padre cuando ella tenía unos 37 años.

Un día estaba mi madre escuchando en la radio un programa de aquellos que ponían canciones a petición del oyente, cuando una dedicatoria le llamó la atención: "Queremos dedicar una canción desde Jaén a nuestra sobrina de la que no tenemos noticias..." Mi madre pensó que podía ser ella aquella persona a la que dedicaban esa canción e inmediatamente se puso en contacto con el obispado de Jaén para saber si ella era familia de aquellas personas que le dedicaban una canción en la radio, cuestión que el obispado confirmó afirmativamente.

Poco tiempo después, y también por casualidad, un tío materno de mi madre estando en el consulado francés en Barcelona para arreglar unos papeles de inmigración para alguno de sus hijos, vio en un documento el nombre y apellidos de mi abuelo, además de una dirección de residencia en París. Y así es como comenzó el encuentro de dos personas separadas por el horror de la guerra; primero la guerra civil española y después la II guerra mundial.

Cuando comenzó la guerra española mi abuelo Alfonso García Margarito, de la familia de los "robamujeres" de Jaén, fue movilizado dejando atrás a una mujer -no estaban casados- y a una niña de escasos dos años. Tras participar en la cruenta Batalla del Ebro pasó la frontera por los Pirineos viéndose metido de hoz y coz en la guerra mundial, en la que también luchó contra el fascismo imperante. Obligado por los colaboracionistas franceses a trabajar con maquinaria pesada de la que era experto conductor, fue descubierto saboteando los motores de las máquinas echando arena en los depósitos de combustible, tras lo cual huyó siendo capturado en París. Estuvo recluido primero en Auschwitz y después en Mauthausen hasta su liberación.

Acabada la II guerra mundial se instaló en Paris sin tener noticias de su familia en España, llegando a pensar que habrían muerto durante la guerra. Efectivamente, una vez acabada la guerra española, Isabel, su mujer, moría de tuberculosis en el hospital de Madrid que hoy es el Museo Reina Sofía, dejando huérfana y desamparada a la pequeña Josefa. Allí mismo alguna enfermera piadosa consiguió que una señora que había quedado viuda durante la guerra se hiciese cargo de ella. Esta mujer, dueña de una joyería, es decir, con posibles económicos, perdió el juicio por lo que le fue retirada la tutela de Josefa que a partir de entonces paso a depender del Tribunal Tutelar de Menores hasta su mayoría de edad.

Mi abuelo Alfonso, se instaló en París y allí rehizo su vida casándose con René con la que tuvo tres hijos, poniendo por nombre a la mayor de los tres Josefa, siguiendo la tradición andaluza de poner el nombre de la abuela a la primera hija... así que mi madre tiene una hermana que se llama como ella. En París se integró en el Partido Comunista de España donde conoció a Ignacio Gallego.

Mi abuelo escribía cartas a sus padres analfabetos, cartas que eran leídas por un señor para el que trabajaba una de sus hermanas. En ellas se interesaba por el paradero de su familia, sin encontrar respuesta alguna, y en la posibilidad de regresar a España, a lo que el señor que leía las cartas le respondió que podía volver si quería porque había un sitio en la carretera de Granada en el que daban trabajo a todos los que volvían... Mi abuelo captó el mensaje al percatarse de que aquel hombre le estaba hablando del cementerio de Jaén.

A finales de los años 60 consiguió permiso para poder visitar España. En una de esas visitas, cuando mi madre ya andaba sobre la pista de su padre, aquel familiar que vio el nombre de Alfonso en el consulado francés de Barcelona, le hizo llegar una fotografía que nos hicimos toda la familia para que conociera a su hija, a su yerno y a sus nietos españoles.

En el verano de 1972, en una tarde de calor sofocante, estando solos mi madre y yo en casa, alguien llamó a la puerta; yo salí a abrir y cuando mi madre me preguntó que quien era, yo le conteste "un señor" a lo que el señor contestó "cómo que un señor, soy tu abuelo". Así que yo conocí a mi abuelo al mismo tiempo que mi madre conocía a su padre...


Jesús Chicharro Ruiz






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