Un día antes de ser conducido ante el pelotón de fusilamiento, Vicente Talens Inglá escribía una última postal a su pareja, presa en un campo de concentración francés: “Mi asunto sigue lo mismo. Además de las personas que se ocupan de mí aquí en Valencia, y las de Llaurí, tengo también muy buenos informes de Almería. Se han portado muy bien en mi asunto, no tengo queja”. Su asunto, como el de tantos miles de republicanos, socialistas, comunistas y anarquistas prisioneros en las cárceles franquistas de la primera posguerra, no era otro que el de salvar la vida. Talens Inglá, gobernador de Almería de julio de 1937 a abril de 1938, compartía una celda de doce metros cuadrados en la cuarta galería de la cárcel Modelo de Valencia, con otros doce reclusos. Entre ellos se encontraba Gonçal Castelló, escritor valenciano que narró el dramático día a día de los presos en su novela testimonial Sumaríssim d’urgencia en la que Talens desempeña un papel protagonista con el nombre de Vicente Tamarit.
Para no inquietar a su compañera, que está viviendo también circunstancias dramáticas, en las postales que envía a Francia, el exgobernador se muestra optimista: “Mi sobrino Domingo ya salió en libertad y se interesa de mi asunto mucho, creo que se resolverá bien. Mi asunto es completamente político y por lo tanto no tengo inquietud alguna”. Sin duda Talens se refiere al anuncio hecho por las autoridades franquistas sobre que nada habían de temer aquellos que no tuvieran las manos manchadas de sangre. Como delegado del Partido Comunista en la Guardia Popular Antifascista de Valencia, había tenido la oportunidad de interceder a favor de algunas personas perseguidas por el bando republicano y como gobernador había liberado por falta de pruebas a unos 200 presos derechistas.
Nada de ello le sirvió de mucho. Como es sabido, la justicia franquista invirtió la carga de la prueba y por lo tanto era el preso el que debía demostrar su inocencia ante cualquier denuncia que podía llevarle a la cárcel o al paredón. Como la gratitud no es siempre moneda corriente, dos personas a las que había salvado la vida presentaron los cargos más graves contra él. Aunque Talens trataba de mostrarse contento con los informes que sobre su actuación llegan de Almería, de Llaurí, su pueblo de origen, y de la propia Valencia, en su caso pesó más su “asunto completamente político” que, en junio de 1940, bastaba para que cualquier preso acabara formando parte de una de las sacas con dirección a Paterna que hicieron tristemente célebre la cárcel Modelo de Valencia. En su deposición ante el juez, Talens intentó presentarse como “un simple afiliado” del Partido Comunista, pero los que le juzgaron estaban al tanto de su trayectoria y sabían que había sido delegado del PCE en el Consejo Provincial de Seguridad de Valencia en 1937 y gobernador de Almería. Tal como afirmaba el periódico Frente Rojo, “nuestro camarada Vicente Talens Inglá no es un militante cualquiera de nuestro partido”. Con semejante historial, las posibilidades de evitar el paredón tendían a cero.
Además de por su propio proceso judicial, tenía otras razones para sentirse angustiado. Durante el transcurso de la guerra, se había unido sentimentalmente con Pauline Taurinya, esposa del jefe de las Brigadas Internacionales, André Marty. Con ella había tenido en Almería a su única hija, la escritora francesa Pauline Talens-Péri. A diferencia de Talens, que fue capturado por las tropas franquistas en el puerto de Alicante, madre e hija pudieron escapar por Gandía en el barco francés Lynx. Pauline Taurinya, también militante comunista, abandonó al todopoderoso André Marty para seguir a Vicente Talens.
Acabada la guerra de España, se instala junto con su hija en la casa familiar de Maureillas, en la Cataluña francesa. Hasta allí llegan las postales de Vicente Talens encabezadas con el ominoso “arriba España, viva Franco” que todos los presos se ven obligados a escribir en sus comunicaciones.
En la primavera de 1940, Hitler lanza su ofensiva contra Francia y los Países Bajos. El 14 de junio los nazis desfilan junto al Arco del Triunfo. En Francia se había puesto en marcha la caza al comunista y Pauline Taurinya, junto con su hermana, su madre, y su hija, que para entonces no ha cumplido los tres años, son conducidas al campo de concentración de Rieucros, en la región de Mediodía-Pirineos. La noticia llega hasta la celda de Talens. “Ayer por la prensa me entero que estáis las tres detenidas, tú, tu hermana, y la madre, no quiero creer en tal noticia, confío en que no es verdad porque ¿qué culpa tenéis vosotras?”. Talens, en la misma postal, atribuye la detención al vínculo que unía a su pareja, con la que no llegó a casarse, con André Marty, al que no nombra. “Tú ya no eres la mujer de él, tú eres mi mujer y por lo tanto, no tienes responsabilidad alguna con él”.
Según Castelló, el que parecía imparable avance nazi va a jugar también un papel en el destino fatal de Talens, puesto que los franquistas celebran cada victoria de los alemanes con sacas cada vez más numerosas. Dos semanas después de la entrada de los nazis en París, en su última postal, Talens pide a su mujer que no deje de escribirle todas las semanas. El 28 de mayo ha sido juzgado y el 20 de junio condenado a muerte. Como tantos compañeros, los denominados xapats en la jerga carcelaria, desconoce cuál será su suerte. En cualquier momento puede llegar la conmutación de la pena capital por una larga condena que a su vez podrá ser redimida en parte por el trabajo.
Pero lo que llega es el fatídico “enterado” del Caudillo. Después de un calvario de más de un año que le lleva del puerto de Alicante al campo de los Almendros, de allí al campo de concentración de Albatera para pasar después al Reformatorio de Adultos de Alicante y ya en agosto de 1939 a la Modelo de Valencia, en la tarde del viernes 28 de junio es conducido, junto a otros compañeros de infortunio, a la población de Paterna donde será fusilado y arrojado a una fosa común.
Y después, el olvido. Talens fue el principal responsable político de los refugios de Almería abiertos al público hace algo más de cinco años. Sin embargo, los turistas que visitan las galerías subterráneas reciben una información tan aséptica que salen convencidos de que las bombas son un fenómeno meteorológico. Es curioso que, a pesar de la afición de los políticos actuales a rubricar con su firma en mármol cualquier edificio público, estatua o rotonda, por espantosa que sea, no se haya incluido la menor mención ni una triste foto del hombre que impulsó la construcción de los refugios, salvó la vida de cientos de almerienses, enemigos políticos incluidos, y recibió en pago las balas del pelotón de ejecución.
No menos extraño es que, a pesar de contar con una de las trayectorias más singulares del comunismo español, Talens apenas haya merecido un par de párrafos en algunas monografías de historia local. Tras sus comienzos como agitador anarcosindicalista en Valencia, vivió en Barcelona los años del pistolerismo, y participó en el falso atentando de 1922 contra Martínez Anido. Sabiéndose perseguido por la policía se exilió en París. Allí ingresó en la masonería, en la misma logia que Ramón Franco, y posteriormente en el Partido Comunista Francés. Fue modelo de desnudo artístico y bailarín profesional, seguidor de la escuela de Isadora Duncan.
Tras la proclamación de la República, volvió a Valencia e ingresó en el PCE. Siguió posando como modelo en la Escuela de Bellas Artes de San Carlos y para escultores como Rafael Pérez Contel y Eugenio Carbonell. En el patio gótico de la Diputación de Valencia se conserva la escultura de un arquero desnudo. Expulsado de la historia pero invitado mudo a una sucesión de recepciones con canapés, Talens aguarda en un rincón del patio. Seguramente los comensales ignoran que el modelo de esa estatua fue un gobernador comunista fusilado a pocos kilómetros de allí.
Antonio Ramírez Navarro, periodista y sociólogo, es autor del libro La fuerza de los débiles (Instituto de Estudios Almerienses)
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