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303. Carta de dimisión de Manuel Azaña




El 7 de febrero de 1939, Manuel Azaña cruza la frontera francesa camino del exilio. Ese mismo año, el 27 de febrero, dimite como Presidente de la República, mediante una carta que envía a Diego Martínez Barrio, Presidente de las Cortes de la República Española.

El 12 le presentó su renuncia el general Rojo y el 18 Negrín le envió un telegrama instándole a que, como presidente, debía volver a España. Azaña no pensaba regresar y había decidido presentar su dimisión volver en cuanto Francia y el Reino Unido reconociesen al gobierno de Franco. 


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Excelentísimo señor:

Desde que el general jefe del Estado Mayor Central, director responsable de las operaciones militares, me hizo saber, delante del Presidente del Consejo de Ministros, que la guerra estaba perdida para la República, sin remedio alguno, y antes de que, a consecuencia de la derrota, el Gobierno aconsejara y organizara mi salida de España, he cumplido el deber de recomendar y proponer al Gobierno, en la persona de su jefe, el inmediato ajuste de una paz en condiciones humanitarias, para ahorrar a los defensores del régimen y al país entero nuevos y estériles sacrificios. Personalmente he trabajado en ese sentido cuanto mis limitados medios de acción permiten. Nada de positivo he logrado.

El reconocimiento de un Gobierno legal en Burgos por parte de las potencias, singularmente Francia e Inglaterra, me priva de la representación jurídica internacional necesaria para hacerme oír de los Gobiernos extranjeros, con la autoridad oficial de mi cargo, lo que es no solamente un dictado de mi conciencia de español, sino el anhelo profundo de la inmensa mayoría de nuestro pueblo. Desaparecido el aparato político del Estado: Parlamento, representaciones superiores de los partidos, etcétera, carezco, dentro y fuera de España, de los órganos de consejo y de acción indispensables para la función presidencial de encauzar la actividad de gobierno en la forma que las circunstancias exigen con imperio. En condiciones tales, me es imposible conservar, ni siquiera nominalmente, ese cargo a que no renuncié el mismo día en que salí de España, porque esperaba ver aprovechado este lapso de tiempo en bien de la paz.

Pongo, pues, en manos de V.E., como Presidente de las Cortes, mi dimisión de Presidente de la República, a fin de que vuestra excelencia se digne darle la tramitación que sea procedente.


Manuel Azaña.
Francia, 27 de febrero de 1939











1 comentario:

  1. Dimitió como presidente pero tengo entendido que el gobierno de la República continuó en el exilio.

    Yo creo que no debería haber dimitido. Cuando uno logra el poder de manera legal creo que no debe dimitir para dar un paso más cómodo a quienes lo consiguieron de manera fraudulenta. Creo que Companys no dimitió, no? No puedo asegurarlo, ni puedo ser demasiado firme en mi apreciación porque el derecho internacional no es mi fuerte, hablo solamente desde el corazón.

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