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308. Republicanas, rehenes de guerra


Una buena parte de las mujeres del bando rojo fueron detenidas por la actuación de sus maridos, hijos y hermanos.


ROSA FERRIOL - Diario de Mallorca

Matilde Landa, Aurora Picornell, Margalida Vila, las Rojas del Molinar, Francesca Llull, Francesca Sales, Margalida Jaume... son algunas de las mujeres que sufrieron en las islas la represión indiscriminada de los falangistas.

Detrás de cada una de ellas, y de muchas más, se esconden historias escalofriantes. Como la de cinco enfermeras que se alistaron para ayudar a los heridos cuando estalló la Guerra Civil pero las acusaron de prostitutas y milicianas. Llegaron a la isla en agosto de 1936 con el desembarco del capitán Bayo. La reconquista republicana falló y las tropas reembarcaron en septiembre. Las cinco enfermeras quedaron en tierra. Pasaron un brutal calvario: fueron acusadas de prostitutas y milicianas, las exhibieron por distintos municipios, las violaron y, una vez violentadas sexualmente, las apuntaron con fusiles y las mataron.

La carabina también fue el destino de varias presas. El doctor en Historia de la UIB David Ginard explica que en Mallorca la participación de las mujeres republicanas fue "limitada". Unas 30 féminas que formaron parte del bando republicano durante el golpe de julio de 1936 fueron encarceladas en la prisión provincial de Palma. En noviembre las trasladaron a la cárcel de Can Sales. Dos meses después, a cinco de ellas les dieron la libertad, una libertad que para los falangistas tenía como destino el fusil. "Fue el momento más duro de la represión", recuerda Ginard. "Los falangistas hacían limpieza para atemorizar a los republicanos", detalla. Aurora Picornell, militante del partido comunista, junto a Berlamina González y las Rojas del Molinar (las conocidas activistas mallorquinas Catalina Flaquer i Maria y Antònia Pasqual) fueron conducidas al cementerio de Porreres, donde las fusilaron. El historiador de Manacor Antoni Tugores cuenta que Picornell sufrió la represión igual que los hombres.

Ginard rememora que durante la guerra la prisión albergaba a unas cien presas, pero en los años 40 Can Sales se convirtió en la prisión central de mujeres de España, por lo que acogió a condenadas de muchos puntos de la península.

De cien pasaron a mil. Como consecuencia de la masificación, resalta el profesor, empeoraron las condiciones de vida. Además de padecer la falta de alimentos y la suciedad, las presas sufrían la presión religiosa. La cárcel estaba bajo las órdenes de religiosas y había mucha coacción para que las presas se convirtieran al catolicismo. Matilde Landa fue una figura mítica. Procedía de la Institución Libre de Enseñanza, entidad que promovía la educación laica. Fue un personaje muy popular porque se recorrió las zonas republicanas de España prestando ayudas a los refugiados y organizando conferencias. Al final de la guerra, fue condenada a muerte. Una vez en la cárcel de Palma se convirtió en la figura más relevante, la única mujer con formación universitaria. Sufrió tal chantaje para convertirse al catolicismo que en septiembre de 1942 subió al piso más alto de la prisión y se suicidó. Analizando las sentencias, Ginard cuenta que muchas fueron castigadas no por sus hechos sino porque al ser féminas creaban alarma social. En otros casos, se rebajaba la condena argumentando que actuaban por influencia de sus maridos.

El profesor explica que una buena parte de las presas republicanas fueron detenidas por la actuación de familiares como maridos, hijos o hermanos. En la ficha que recogía el motivo de la detención figuraba la palabra rehén. Mientras los falangistas buscaban a sus familiares, ellas estaban presas. Muchas mujeres republicanas fueron humilladas en público, sometidas a torturas psicológicas y físicas, les obligaban a beber aceite de ricino, les cortaban el cabello y las forzaban a limpiar casernas e iglesias. Ginard comenta que ésto, sobre todo, sucedió en la península aunque en la isla también ocurrió. ¿El objetivo? "Provocar un escarmiento público en la sociedad", dice el profesor de la UIB.

El historiador de Manacor tiene documentadas numerosas tragedias familiares. Margalida Jaume, mujer del relojero Toni Alomar, fue asesinada cuando estaba embarazada de siete meses. Pocos días después, los falangistas mataron a su marido. El matrimonio dejó dos niñas menores de diez años. El experto explica que algunas de estas muertes pueden estar relacionadas con la desaparición del alcalde Garanya, Antoni Amer. Su mujer, Magdalena Roig, también fue víctima de la represión franquista. Francesca Llull y su hija Francesca Sales fueron fusiladas en Son Coletes. Formaban parte de una familia payesa bien situada, pero no se sabe el argumento con el que las mataron. Francesca Ferrari y Magdalena Brindis también fueron víctimas de la represión franquista. En aquellos tiempos había muchas familias numerosas, los falangista mataban al padre y la mujer se quedaba sola con seis hijos sin nada que comer. No las eliminaron, pero ver pasar hambre a los hijos mata igual que una carabina.

Estas y otras historias pueden oírse en el ciclo de conferencias de la UIB sobre Mujer, Guerra Civil y Franquismo.





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