María Torres / 18
Abril 2012
El 18 de abril de 1991
fallecía, arropado por la pobreza, Gabriel Celaya, el ingeniero del verso,
el máximo representante de la poesía social, el hombre comprometido, el poeta
de la sonrisa fácil.
No dudó dejar la vida cómoda
que le imponía el puesto de gerente en la fábrica de su padre por dedicarse a
la poesía, trasladándose a Madrid con Amparitxu, su compañera de vida, sin más
pertenencias que "el cielo arriba y la tierra debajo".
Fueron años de multas,
cárcel, persecuciones y dificultades económicas, tras los cuales nos dejó un
legado de más de 80 libros de poemas, cargados de futuro, que no han perdido
vigencia.
Quiero recordar, hoy en el
aniversario de su muerte, sus palabras de compromiso.
*
"Cantemos como
quien respira. Hablemos de lo que cada día nos ocupa. No hagamos poesía como
quien se va al quinto cielo o como quien posa para la posteridad. La poesía no
es (no puede ser) intemporal o, como suele decirse un poco alegremente, eterna.
Hay que apostar al "ahora o nunca".
"La poesía no es un fin en sí. La poesía es un instrumento, entre otros, para transformar el mundo. No busca una posteridad de admiradores. Busca un porvenir en el que, consumada, dejará de ser lo que hoy es."
"Nada de lo que es humano debe quedar fuera de nuestra obra. En el poema debe haber barro, con perdón de los poetas poetísimos. Debe haber ideas, aunque otra cosa crean los poetas acéfalos. Debe haber calor animal. Y debe haber retórica, descripciones y argumentos, y hasta política. Un poema es una integración y no ese residuo que queda cuando en nombre de "lo puro", "lo externo" o "lo bello", se practica un sistema de exclusiones.
"La poesía no es un fin en sí. La poesía es un instrumento, entre otros, para transformar el mundo. No busca una posteridad de admiradores. Busca un porvenir en el que, consumada, dejará de ser lo que hoy es."
"Nada de lo que es humano debe quedar fuera de nuestra obra. En el poema debe haber barro, con perdón de los poetas poetísimos. Debe haber ideas, aunque otra cosa crean los poetas acéfalos. Debe haber calor animal. Y debe haber retórica, descripciones y argumentos, y hasta política. Un poema es una integración y no ese residuo que queda cuando en nombre de "lo puro", "lo externo" o "lo bello", se practica un sistema de exclusiones.
La Poesía no es
neutral. Ningún hombre puede ser hoy neutral. Y un poeta es por de pronto un
hombre."
"Estamos "obligados" a los otros. Y no sólo porque hemos recibido en depósito un legado que nos trasciende, sino también porque el poeta siente como suya la palpitación de cuanto calla, y la hace ser (debe hacerla ser) diciéndola. Esta es precisamente su misión. No expresarse a sí mismo sino mantenerse fiel a esas voces más vastas que buscan en él la articulación y el verso, la expresión que le de a luz"
"Nuestros hermanos mayores escribían para "la inmensa minoría". Pero hoy estamos ante un nuevo tipo de receptores expectantes. y nada me parece tan importante en la lírica reciente como ese desentenderse de las minorías y, siempre de espaldas a la pequeña burguesía semi-culta, ese buscar contacto con unas desatendidas capas sociales que golpean urgentemente nuestra conciencia llamando a vida. Los poetas deben prestar voz a esa sorda demanda. En la medida en que lo hagan "crearán" su público, y algo más que un público."
"El acceso a esa "inmensa minoría", sin la cual nuestra poesía no será nada, salvo bizantinismo, no puede lograrse con una revolución literaria. Los recursos técnicos, y en especial la posibilidad de hacer audibles y no sólo legibles nuestros versos, gracias a medios como el micro, el altavoz, lar radio etc. son sumamente importantes y están llamados a revolucionar una literatura que venimos concibiendo desde el Renacimiento bajo el signo de la imprenta, que es como decir, de la lectura a solas. Pero hay algo aún más importante. Se trata del acceso a la cultura de capas sociales que hasta hace poco han vivido en estado de pura naturaleza, pero que ya empiezan a llamar sordamente pidiendo otra vida. Sólo en la medida en que el poeta sepa responder a esta demanda, logrará crear un público, y algo más que un público. Pero sería ilusorio confiar sólo en los recursos literarios. Para salvar la Poesía, como para salvar cuanto somos, lo que hay que trasformar es la sociedad. Y a esto debemos consagrarnos con todo y, por de pronto, si damos en poetas, con la poesía como arma cargada de futuro".
"Vivimos unos por otros, unos con otros, todos para un conjunto que se nos escapa entre los dedos cuando tratamos de apresarlo; nadie para sí mismo pues que, cuando se mete en su soledad, se siente más que nunca habitado por presencias que son suyas mas no son él. ¿Hay que denunciarlo? El yo no existe. El yo es un encantamiento: Un aparato fácilmente manejable al que todos nuestros muertos recurren para ser de algún modo; un sistema tan milagrosa y provisionalmente oscilante que un cambio atmosférico, una palabra que nos dicen en voz baja, una emoción, una droga (quizá una película de actualidad, seguramente mala, pero siempre impresionante) alteran hasta extremos imprevisibles. Y sin embargo, aunque uno no es nada, debe responder de todo: del mundo entero y de todos los hombres, secreta o patentemente, que fueron y han de venir, son ya en nosotros coleando o germinando. Por que todo (lo vivo y lo muerto, lo animado y lo inanimado, lo alto y lo bajo, lo futuro o fuera del tiempo y lo preciosamente efímero expuesto como un escándalo en los escaparates de lo instantáneo) está buscando en cada uno de nosotros su salvación, y está así haciéndonos ser como somos más de lo que sabemos, ser anteriores a nuestra historia y a nuestra conciencia, ser sin consecuencia previsible lo que cambiando hace como que se repite pero es una invención permanente, ser por archiviejos o archinuevos más allá de nosotros mismos."
"Repitámoslo. Recémoslo: Nadie es nadie. Busquemos nuestra salvación en la obra común. Pesemos nuestra responsabilidad. Sintamos cómo al replegarnos sobre nosotros mismos nuestra inanidad nos angustia, y cómo al entregarnos, al ser para los otros, al ser en los otros y al participar a compás en la edificación general del futuro, el corazón se nos ensancha, el pulso nos trabaja, la vida canta y somos por fin, a todo voltaje, hombres enteros y verdaderos. Salvémonos así, aquí, ahora mismo, en la acción que nos conjunta. No seamos poetas que aúllan como perros solitarios en la noche del crimen. Carguemos con el fardo y echémonos animosamente a los caminos matinales que ilumina la esperanza."
"Estamos "obligados" a los otros. Y no sólo porque hemos recibido en depósito un legado que nos trasciende, sino también porque el poeta siente como suya la palpitación de cuanto calla, y la hace ser (debe hacerla ser) diciéndola. Esta es precisamente su misión. No expresarse a sí mismo sino mantenerse fiel a esas voces más vastas que buscan en él la articulación y el verso, la expresión que le de a luz"
"Nuestros hermanos mayores escribían para "la inmensa minoría". Pero hoy estamos ante un nuevo tipo de receptores expectantes. y nada me parece tan importante en la lírica reciente como ese desentenderse de las minorías y, siempre de espaldas a la pequeña burguesía semi-culta, ese buscar contacto con unas desatendidas capas sociales que golpean urgentemente nuestra conciencia llamando a vida. Los poetas deben prestar voz a esa sorda demanda. En la medida en que lo hagan "crearán" su público, y algo más que un público."
"El acceso a esa "inmensa minoría", sin la cual nuestra poesía no será nada, salvo bizantinismo, no puede lograrse con una revolución literaria. Los recursos técnicos, y en especial la posibilidad de hacer audibles y no sólo legibles nuestros versos, gracias a medios como el micro, el altavoz, lar radio etc. son sumamente importantes y están llamados a revolucionar una literatura que venimos concibiendo desde el Renacimiento bajo el signo de la imprenta, que es como decir, de la lectura a solas. Pero hay algo aún más importante. Se trata del acceso a la cultura de capas sociales que hasta hace poco han vivido en estado de pura naturaleza, pero que ya empiezan a llamar sordamente pidiendo otra vida. Sólo en la medida en que el poeta sepa responder a esta demanda, logrará crear un público, y algo más que un público. Pero sería ilusorio confiar sólo en los recursos literarios. Para salvar la Poesía, como para salvar cuanto somos, lo que hay que trasformar es la sociedad. Y a esto debemos consagrarnos con todo y, por de pronto, si damos en poetas, con la poesía como arma cargada de futuro".
"Vivimos unos por otros, unos con otros, todos para un conjunto que se nos escapa entre los dedos cuando tratamos de apresarlo; nadie para sí mismo pues que, cuando se mete en su soledad, se siente más que nunca habitado por presencias que son suyas mas no son él. ¿Hay que denunciarlo? El yo no existe. El yo es un encantamiento: Un aparato fácilmente manejable al que todos nuestros muertos recurren para ser de algún modo; un sistema tan milagrosa y provisionalmente oscilante que un cambio atmosférico, una palabra que nos dicen en voz baja, una emoción, una droga (quizá una película de actualidad, seguramente mala, pero siempre impresionante) alteran hasta extremos imprevisibles. Y sin embargo, aunque uno no es nada, debe responder de todo: del mundo entero y de todos los hombres, secreta o patentemente, que fueron y han de venir, son ya en nosotros coleando o germinando. Por que todo (lo vivo y lo muerto, lo animado y lo inanimado, lo alto y lo bajo, lo futuro o fuera del tiempo y lo preciosamente efímero expuesto como un escándalo en los escaparates de lo instantáneo) está buscando en cada uno de nosotros su salvación, y está así haciéndonos ser como somos más de lo que sabemos, ser anteriores a nuestra historia y a nuestra conciencia, ser sin consecuencia previsible lo que cambiando hace como que se repite pero es una invención permanente, ser por archiviejos o archinuevos más allá de nosotros mismos."
"Repitámoslo. Recémoslo: Nadie es nadie. Busquemos nuestra salvación en la obra común. Pesemos nuestra responsabilidad. Sintamos cómo al replegarnos sobre nosotros mismos nuestra inanidad nos angustia, y cómo al entregarnos, al ser para los otros, al ser en los otros y al participar a compás en la edificación general del futuro, el corazón se nos ensancha, el pulso nos trabaja, la vida canta y somos por fin, a todo voltaje, hombres enteros y verdaderos. Salvémonos así, aquí, ahora mismo, en la acción que nos conjunta. No seamos poetas que aúllan como perros solitarios en la noche del crimen. Carguemos con el fardo y echémonos animosamente a los caminos matinales que ilumina la esperanza."
Gracias!
ResponderEliminarCelaya siempre en el recuerdo.
ResponderEliminarNo importa que lo social no se lleve.
Su poesía nos enseñó a sentir al pueblo que se batió contra el fascismo, contra el hambre, contra la injusticia... lo amamos por siempre... nació en Hernani, también mi madre nació allí... llevan ambos la bondad de esa tierra.
danielle triay royo
tengo uno de sus libros (PENULIMOS POEMAS) me encanta......aya,donde estes gracias Gabriel Celaya...por el legado tan importante que nos dejaste.
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