A la una de la madrugada del
domingo recibió el ministro de la Gobernación a los periodistas, a los que hizo
el relato siguiente:
«Habían solicitado los de la
Acción monárquica independiente permiso para celebrar una reunión en su local
social, que se les ha concedido dentro de la ley. Nadie tenía noticia de que
dicha reunión se celebraba, y poco después de mediodía, un grupo de jóvenes
salió de dicho domicilio social dando gritos de «¡Viva el Rey!» y «Muera la
República!». Los mecánicos de los taxis que estaban frente a dicho edificio
gritaron «¡Viva la República!» y fueron agredidos por los monárquicos. La gente
se arremolinó y formó un grupo compacto, que en protesta airada quiso asaltar
el edifico. Se cerraron las puertas y acudieron fuerzas de Seguridad. El grupo
llegó a tener poco más de mil personas, y poco después el ministro de la
Gobernación pasaba por el lugar del suceso y se enteraba de lo ocurrido.
Apenas llegado al ministerio
de la Gobernación, dio las órdenes necesarias para lograr estas dos cosas: que
el local fuera desalojado sin daño para las personas y que fueran detenidos los
responsables del tumulto, que con sus gritos subversivos habían producido la
excitación de los ciudadanos.
Fueron desalojadas poco a
poco las personas del local y conducidas algunas a la Dirección General de
Seguridad en un camión de este centro. A las cinco de la tarde, el ministro de
la Gobernación volvió al lugar del suceso y dirigió la palabra a la muchedumbre,
rogándole que se retirase y que dejase a la Guardia Civil cumplir su cometido
de conducir a los últimos detenidos a la Dirección General de Seguridad. La
multitud permanecía estacionada en actitud hostil ante el edificio. A las cinco
y media se había disuelto sin más incidentes que haber quemado dos automóviles,
propiedad uno de don Juan Ignacio Luca de Tena y otro cuyo propietario se
ignora.
A las tres y media de la
tarde una manifestación numerosa se dirigió al periódico ABC en son de
protesta, acercándose a la puerta, llamando para que se les abriera, y parece
que intentaron quemarla, rociándola previamente con algún combustible.
En ese momento, desde las
ventanas altas del edificio se hicieron varios disparos contra la muchedumbre,
resultando herido de un balazo el portero del número 68 de la calle de Serrano,
y un muchacho de trece años. Fueron trasladados a la policlínica de la calle de
Tamayo, donde se le dio la asistencia facultativa necesaria.
Al tener el ministro de la
Gobernación noticia de los sucesos requirió al fiscal de la República para que
a su vez requiriera del juez un mandamiento judicial para practicar un registro
en ABC y en su caso para la clausura del local.
Fuerzas de la Guardia civil y
comisarios de la Policía, con el oportuno mandamiento judicial, fueron a ABC y
practicaron el registro, que a primera hora de la madrugada, hora en que el
ministro dicta estas líneas, parece que no ha terminado, pero se han
encontrado, en efecto, algunas armas.
En vista de esto, el ministro,
amparado por la orden del juez, ha dispuesto que esta misma noche queden
clausurados el periódico y la Redacción y sea detenido don Juan Ignacio Luca de
Tena, que, según noticias que el ministro tiene, quedará a disposición del
director general de Seguridad en plazo brevísimo, dentro de esta misma noche, y
dar comienzo el proceso para indagar las responsabilidades, no sólo por lo
ocurrido hoy, sino también por la insistente campaña de provocación y alarma
que ese periódico viene realizando.
En todo el resto de la tarde,
grupos de ciudadanos han recorrido las calles de Madrid en manifestación
pacífica, salvo algunos pequeños incidentes que carecen en absoluto de
importancia, como por ejemplo el asalto a una armería, que fue reprimido por la
fuerza pública, que ha causado dos heridos a los asaltantes.
El Gobierno ha mostrado en el
día de hoy con su tacto y prudencia hasta dónde llega en su respeto al deseo
legítimo del pueblo de manifestar su protesta; pero por lo mismo, teniendo
plena conciencia de cuál es su responsabilidad y su deber, tiene derecho a
exigir de todos sus correligionarios, sin distinción de matices, la confianza
en su actuación, y declara que quienes intentaran el lunes continuar
manifestando en forma tumultuaria sus deseos o protestas no pueden ser
servidores de la causa que la República representa, sino enemigos declarados de
ella, que, viniendo de la derecha o de la izquierda, pretenden socavar su
autoridad, y siendo así, está decidido a no consentir en el día de mañana
ningún género de manifestaciones colectivas en la calle.
El Consejo de ministros, que
se reúne mañana, como estaba anunciado, adoptará por su parte las
determinaciones enérgicas que procedan para cortar de raíz todo intento, venga
de donde viniere, y el Gobierno sabe de dónde viene, de reacción monárquica o
extremista de la izquierda.
Los detenidos hasta la fecha
son alrededor de una docena, entre los cuales están los jóvenes hermanos
Mirallles, que pistola en mano se dedicaban, tras los árboles de la calle de
Serrano, a disparar contra el pueblo.
No tiene el ministro en este
momento la lista con los nombres de todos.
El ex ministro señor Matos,
que pasaba por la calle de Alcalá en el momento del tumulto, fue agredido por
la muchedumbre, que lo reconoció, y amparado por el señor Sánchez Guerra padre,
primero, y después por el hijo, el subsecretario de la Presidencia, y
custodiado por la misma masa popular, fue acompañado hasta la Dirección de
Seguridad y quedó allí por su propia voluntad.»
De
los ciento setenta conventos que existen en Madrid, según el director de
Seguridad, han quedado destruidos seis.
Durante toda la tarde el
público ha desfilado por frente a los conventos incendiados en una incesante
procesión de curiosidad. Desde la terraza del Palacio de la prensa el
espectáculo era extraordinario. Sobre el plano de la población, por encima de
los tejados se divisaban las columnas de humo que despedían los incendios del
colegio de las Maravillas, en los Cuatro Caminos; del Instituto Católico de la
calle de Alberto Aguilera, de los Carmelitas de Santa Teresa, en la plaza de
España, y el de la Residencia de Jesuítas de la calle de la flor.
A última hora de la tarde el
director general de Seguridad recibió a los periodistas, manifestándoles que en
Madrid existían 170 conventos, de los cuales habían sido incendiados el de
Salesianos, en la calle de Villamil; el de Maravillas, en Bravo Murillo;
Carmelitas de la plaza de España, Instituto Católico de Alberto Aguilera y otro
de la calle de Martín de los Heros. También se intentó incendiar, aunque fueron
librados de este peligro, el de los Paúles de la calle de García Paredes,
Trinitarias de Marqués de Urquijo; los Luises, en la calle de Cedaceros; el de
Jesús, en la plaza del mismo nombre; otro de Carmelitas, en la calle de Ayala;
de San José de Calasanz en la calle de Torrijos; otro de monjas en la calle de
San Bernardo, el del Buen Suceso, el de Caballero de Gracia y otro de la calle
de Evaristo San Miguel.
En el de Trinitarias de la
calle del Marqués de Urquijo, como ya referimos en otro lugar, fueron
libertadas por las masas las acogidas sometidas a corrección en dicho
establecimiento. También el público hizo evacuar un convento de monjas sito en
la calle Ancha, 86; el de San Plácido, en la calle de San Roque, las monjas del
Servicio Doméstico de la calle de Fuencarral, los frailes de la fundación
Caldeiro, las Trinitarias de Lope de Vega y las monjas del Sagrado Corazón. En
el resto, hasta el número de 170, que hemos dicho, no ha ocurrido novedad
alguna.
Durante la tarde se pudo ver
por las calles a muchas monjas vestidas con el traje seglar, que se dirigían a
diversas casas para buscar refugio en ellas. El director general de Seguridad
manifestó que las fuerzas del Ejército patrullaban y prestaban servicio de
vigilancia en diversos puntos, y que no ocurrió nada más de particular, sin que
tuviera noticias de que en provincias hubiera ocurrido anormalidad alguna. A la
Dirección de Seguridad llegan algunas personas de las que tenían algún pariente
en los conventos, y cuyo paradero ignoran de momento, para obtener en este
centro oficial algunas noticias».
El Sol, 11 de mayo de
1931
No hay comentarios:
Publicar un comentario