Alexandre Bóveda fue fusilado a las 05,30 horas
de la mañana del 17 de agosto de 1936 en A Caeira, de espaldas a un pino y
por un pelotón en el que estaba un amigo suyo de la infancia, que apuntó
directamente al corazón.
Unas horas antes recibió la visita de su mujer,
embarazada de cinco meses, y de sus cuatro hijos.
Hasta muerto se le negó reposar junto a la bandera
gallega. Fue su íntimo amigo, Pepe Sesto, quien se precipitó al cementerio
de San Mauro para que le hiciesen una pequeña bandera que le escondió en
el pecho, mientras le besaba la frente.
Tenía 33 años.
Poco tiempo antes de morir ejecutado, escribió esta
carta a Amalia, su mujer:
«Choliñas, Miña Peque, Vidiña:
Quixera escribirche moito. Mais
xa sabes canto puidera decirche.
Perdoame todo, que os peques me
lembren sempre; que cumplas todolos meus encargos.
Eu, almiña, estarei sempre con
vós como che prometín.
Faltan uns minutos e teño valor,
por vós, pola Terra, por todos. Vou tranquío.
Adeus, Vidiña: Vive para os
peques e os vellos, abrázaos, confórtaos. Sé Ti, miña Pequeniña ademirable, a
máis valente de todos. Alá sentirei ledicia e satisfacción de Ti e de todos.
Lembrareivos sempre, velarei
sempre por vós.
Adeus. Contigo, cos peques, cos
vellos todos, estará sempre na lembranza, na máis grande, máis fonda, máis
infinda das apertas, o voso,
Xandro.
P.S / Recei contigo».
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