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726. La Caja de zapatos. (La historia del Comandante Ramos)

Me llamo Sigfrido Ramos Esteve y tengo cuarenta y ocho años, estoy felizmente casado y tengo dos encantadoras hijas de diecinueve y catorce años. Toda mi vida he vivido en Badalona (Barcelona), más concretamente en un barrio obrero situado a las afueras del centro de la ciudad.  Mi madre Pilar y mi único hermano Sergio, dos años menor que yo, son mí familia más directa y cercana. Este breve escrito trata sobre la enigmática vida de mi abuelo y el pasado de mi humilde familia.

Todo tiene un principio…

El ocho de diciembre del 2010 a las cinco de la mañana sonó el teléfono de mi casa comunicándome el fallecimiento de mi padre, Sigfrido Ramos Conde. Mi madre, angustiada y desesperada, me llamó diciéndome que mi padre no respondía y que yacía inconsciente en la cama.

¡Qué curiosa es la vida! Ya que ni mi formación como instructor en técnicas de reanimación cardiopulmonar ni mi experiencia en el ámbito sanitario me permitieron  salvar la vida de mi padre. También he  aprendido que  no siempre es posible.

El sepelio fue extremadamente sencillo y digo extremadamente sencillo porqué así fue: la fuerte animadversión que mi padre sentía hacia cualquier ceremonia religiosa estuvo presente en el día de su entierro. No se realizó ninguna ceremonia religiosa ni ningún acto creyente. En su lugar se veló su persona en silencio y rodeados de todos aquellos que sentían su pérdida.

Valga este modesto artículo para rendir un pequeño homenaje a mi difunto padre. Considero necesario sacar a relucir esta historia, contar su pasado por las connotaciones históricas y morales que contiene.  Creo que ayudará a mantener vivo aquello que él tanto amaba: nuestras raíces y nuestra memoria del pasado.

Gracias papá por haberte mantenido fiel a tus pensamientos, por haberme transmitido el recuerdo esta bonita historia que me acompañará toda mi vida y que seguro  me ayudará a ser mejor persona.


La historia que me cautivó

Me remonto a los años 70, cuando en casa éramos cinco personas: mis padres, mi abuela paterna Sara, mi hermano y yo. Ya desde pequeño me cautivó la historia que mi abuela me contaba una y otra vez: la muerte de su marido Antonio Ramos Herrero en la Guerra Civil Española. Fue mi abuela quien me desveló el pasado de mi abuelo puesto que no pude conocerlo nunca.

Siempre empezaba explicando que ella había nacido en La Habana, Cuba, pero que por motivos personales y económicos tuvo que emigrar a Galicia para acabar viviendo, posteriormente, en Madrid, junto con su madre Carmen. Se instaló en la Calle Fuencarral número 6, en un edificio donde empezó a alquilar habitaciones para estudiantes. Fue allí donde conoció al protagonista de esta historia, mi abuelo.
Nacido en Gabia la Grande, Granada en el año 1904, estudió derecho en la Universidad de Granada, donde se licenció en 1928, y posteriormente ejerció como profesor de latín en Madrid. Mi abuela y él vivieron una corta pero intensa relación amorosa  que duró tres años (1933 hasta 1936), durante los cuales tuvieron dos hijos: Sigfrido (mi padre) y Libertad, quien enfermó y falleció al poco tiempo de nacer. Gracias a la herencia familiar pudo viajar por medio mundo; estuvo un tiempo en Manila, Filipinas, allí fundó un periódico y estuvo en contacto con grupos republicanos, regresando a España el año 1933 y alojándose en una de las habitaciones que  mi abuela disponía en la Calle Fuencarral. Así nació su relación personal.

Su compromiso con el movimiento Republicano fue aumentando cada vez más, llevando  al límite su idealismo por la causa. Mi abuela Sara solía decir que él “en cada bolsillo llevaba papeles con más de 20 años de cárcel…” y con el tiempo comprendí a que se refería. Fue colaborador activo junto a personajes de la talla de Federica Montseny, Margarita Nelken, Wenceslao Carrillo o Julián Besteiro. Él se encargaba de defender jurídicamente algunos aspectos y asesorar estratégicamente algunas de las decisiones que se llevaban a cabo. Pero su compromiso por la causa no quedó ahí sino que el 11 de octubre de 1936 decidió sindicarse a la CNT, alistándose de forma inmediata  como voluntario “miliciano” en la Columna España Libre ya que los graves  acontecimientos que acontecían requerían la lucha activa en el frente de batalla.

Los acontecimientos sucedieron a una velocidad vertiginosa. No había tiempo para formar militarmente al personal civil, ya que se los necesitaban urgentemente en el frente de Madrid para detener el avance de las tropas franquistas. Gracias a sus estudios Antonio Ramos ingresó directamente como Sargento (Navas de Pinares 13/10/1936) y en tan solo nueve días, el 20 de octubre, fue ascendido a Capitán y posteriormente a Comandante ya el 3 de noviembre.

Madrid era el objetivo de las tropas nacionales, que pretendían hacerse con la capital. Episodio conocido como La Batalla de Madrid, el pueblo Madrileño no lo dudó dos veces, hombres, mujeres, niños, se enfrentaron  de una forma épica a las tropas franquistas. Sin armas, sin ayuda, sin formación militar lucharon denodadamente contra el enemigo y fue en esos episodios donde mi abuelo murió de una forma heroica, el 6 de noviembre de 1936, en el frente de Leganés.


La huida de Madrid

Su muerte siempre me tuvo intrigado, ya que mi abuela decía que “murió delante de un tanque al lanzarle una granada”  y que gracias a un amigo de mi abuelo que fue a visitarla pudo saber cómo murió y que le entregó toda la documentación que llevaba encima. También, le recomendó “que huyese cuanto antes de Madrid porque iba a quedar partida en dos zonas y su casa corría  mucho peligro y su integridad también…” Así que con veintiséis años, su madre (mi bisabuela) y dos hijos (mi padre y su hermana recién nacida y enferma, Libertad) decidió huir -sin saber bien donde ir- atemorizada por las represalias  que se estaban llevando a cabo contra los republicanos.

Guiada por los contactos republicanos y curiosamente algunos nacionales de su difunto marido, mi abuela llegó a Alcudia de Carlet, Valencia. Allí le sugirieron que su hijo (Libertad había fallecido durante el trayecto) fuese a Rusia con el barco que salía del puerto de Valencia y transportaba a niños republicanos (todo estos acontecimientos tuvieron lugar alrededor de 1937). Contrariamente, mi bisabuela (la madre de mi abuela Sara) se opuso y decidieron quedarse e ir a Barcelona. Allí se instalaron, a duras penas, en la falda de la montaña de Montjüic, en una barraca,  en lo que se conoce como “Las barracas de Montjüic”. Fue en ese ambiente de miseria y pobreza donde creció mi padre, se enamoró de mi madre Pilar y nos tuvieron a nosotros: mi hermano y yo. Pasados los años nos trasladamos a Badalona, ciudad donde residimos actualmente.


La famosa caja de zapatos

Toda esta historia que acabáis de leer empieza en el momento en que consigo acceder a la poca documentación que mi abuela había guardado sobre mi abuelo.

Esa documentación  permaneció escondida durante años en una caja de zapatos. Nunca pude llegar ni saber de ella hasta prácticamente los años noventa.  En esa época mi abuela decidió compartirla con nosotros y nos mostró los partes de defunción, el Carnet de miliciano con su rango y fotos diversas.  Hasta ese momento, la historia de un hombre que muere delante de tanque me parecía un poco magnificada….craso error el mío.

Con esa documentación inicial empecé a buscar, sin saber claramente el qué, utilizando todos los recursos posibles: Internet, libros, documentos, videos, etc. Leí cualquier documento que caía en mis manos sobre la Guerra Civil y que consideraba que me podría ayudar.


Una luz al final del túnel

Seria en el año 2006 cuando encontré un documento esperanzador para mí. Estaba con mi hija mayor y mi padre buscando información por la red cuando se me ocurrió añadirle a mi búsqueda la referencia que mi padre me dio “Columna España Libre, Comandante Ramos” y llegué a un fragmento de un capítulo titulado: LA NOCHE  QUE SE SALVÓ MADRID del libro Madrid Rojo y Negro, del escritor Eduardo de Guzman. Esas líneas plasmaban literalmente la muerte del Comandante Ramos a los pies de un tanque, tal y como mi abuela me había explicado en tantas ocasiones. Ese fragmento nos llevó a mi padre y a mí a fundirnos en un abrazo –que aún recuerdo- mientras decíamos: “ ¡Pues es verdad lo que decía la yaya!”.


Fragmento del capítulo de LA NOCHE QUE SE SALVÓ MADRID:

(...)La columna «España Libre» está al mando del compañero Ramos. Ramos era maestro antes de la revolución. Ramos empuñó decidido el fusil cuando en la calle sonaron las primeras descargas. Después ha combatido en muchos frentes, se ha jugado la vida frente a la invasión. En Carabanchel, Ramos pelea en los parapetos más avanzados, animando a sus hombres, enseñándoles con el ejemplo. Al caer la tarde, luego de una dura preparación artillera, el enemigo vuelve al ataque. En vanguardia un grupo de tanques. Ramos grita a sus compañeros: » – Cuando estén cerca saltaré la trinchera. ¡Vais a ver cómo vuelan!

El primer tanque está a treinta metros ya. Arrastrándose por el suelo el comandante Ramos se acerca. Un millar de hombres sigue con emoción enorme, sin respirar casi, su heroica empresa. Cuando está próximo, Ramos se incorpora, una bomba cruza el espacio. Una explosión aturde los oídos y el tanque se inclina pesadamente sobre uno de sus «costados». Pero al mismo tiempo que Ramos, el tanque ha tirado también con sus ametralladoras. Nueve balazos traspasaron su cuello. Cayó pesadamente junto al monstruo fascista. Electrizados por su ejemplo, los hombres saltan las trincheras, avanzan sobre los tanques, persiguiéndolos con sus bombas de mano. Los tanques huyen a la desbandada. Ramos está muerto. Madrid, salvado.[…](GUZMÁN,2004; Pág.165).


La busqueda

A partir de ese punto empieza la búsqueda más objetiva; en primer lugar visité la CNT de Badalona (Centre d’Estudis Federica Montseny), donde me facilitan el contacto con la mujer viuda de Eduardo Guzmán: la Señora Carmen Bueno, que vivía en la calle Atocha de Madrid. Conversé con ella por teléfono de una forma muy emotiva. Me explicó la relación que les unía a los tres, puesto que mi abuelo y ellos dos de conocieron. En segundo lugar dirigí mis pasos hacia el archivo de Salamanca para solicitar la documentación oficial de su defunción. Allí encontré las fechas de sus ascensos y cuándo murió, junto con comunicados oficiales.

Gracias a Internet encuentro la Asociación para la Recuperación de la  Memoria Histórica, la cual me ayudó y me sigue ayudando de una forma inestimable para mí y que siempre agradeceré. Y, por último, me encuentro con  ustedes, el Grupo de Estudio del Frente de Madrid GEFREMA) el cual  me ofrece la posibilidad de poder escribir este artículo, dándome información más clara y concreta sobre los episodios vividos en esas fechas.

Como pueden ver, esta búsqueda no ha cesado, he podido recomponer las piezas mayores del rompecabezas pero constantemente  van apareciendo pequeñas piezas, pequeñas aclaraciones que me dan una visión cada vez más nítida, del pasado de mi familia. Como por ejemplo que en la facultad de Derecho  tenía como compañero a Federico García Lorca o que en  su vivienda de la calle Fuencarral 6 se fundó  la sede de la UNION REPUBLICANA FEMINISTA, con Clara Campoamor al frente.
Últimos Pasos

En al transcurso  de la redacción de este artículo, recibo noticias de mi buen  amigo Alfonso Cuevas de la Asociación por la Memoria Histórica, informándome de un hecho que desconocía y que no hace más que amplificar la dimensión de  la figura de mi abuelo.

Nos informa de que  ha realizado unas indagaciones en el Ateneo de Madrid, y que según consta en el archivo documental de dicha institución, el socio  Antonio Ramos Herrero,  fue elegido a finales de 1934, Secretario de la Sección de Ciencias Morales y Políticas junto a José Prat García y saliendo elegido Presidente, Don Manuel Azaña.


Agradecimientos  personales

Quiero agradecer especialmente el apoyo y la ayuda prestada a las siguientes personas e instituciones:

Centre d’Estudis Llibertaris Federica Montseny, por su ayuda inicial tan valiosa, llegando a microfilmar la documentación de que disponemos y archivada en la Fundación Anselmo Lorenzo de Madrid.


Alfonso Cuevas; Asociación por la Memoria Histórica, por su ayuda constante y su infinito compromiso altruista que valoraré siempre.


Enrique Gamero, Sargento de bomberos de Granada, por indagar en el pasado granadino universitario de  mi abuelo y por acercarme al “sur…”.


Al escritor badalonés, Emili Ferrando, por motivarme a dejar escrita esta bonita historia.


Amics del Liceu, por facilitarme un nexo importante del pasado de mi padre con la música clásica.


António MorcilloPresidente del Grupo de Estudios del Frente de Madrid (GEFREMA), ya que sin él no hubiese sido posible la publicación de este artículo y que tanto mi familia como yo lo agracemos enormemente.


Y sobre todo, especialmente a mi madre Pilar por ayudarme a recordar los datos  que se olvidan con el tiempo, sin olvidar  a mi hermano Sergio por haber mantenido un contacto muy especial con mi abuela dignificando siempre su figura.


En la caja de zapatos también había un pequeño  reloj de oro, reloj que mi querida abuela fundió discretamente para poder regalarme las alianzas de matrimonio que tengo actualmente, cosa que supe después.


BIBLIOGRAFÍA:
GUZMÁN, Eduardo (2004): Madrid Rojo y Negro. Editorial: Oberon, Grupo Anaya, Madrid.
                                           
Sigfrido Ramos Esteve
Badalona, 2012  







2 comentarios:

  1. En nombre de la familia Ramos, queremos agradeceros esta iniciativa al sacar a la luz un pequeño episodio familiar y felicitaros por vuestro excelente trabajo.

    Ganaron los más fuertes, pero no los más justos.

    Familia Ramos
    Badalona

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  2. Estimado Sigfrido,

    El agradecimiento es nuestro para vosotros, y sobre todo para tu abuela Sara, que se ocupó de guardar todos los recuerdos.

    Nosotros como te dije, militamos en la Memoria. El único objetivo que tenemos es sacar de la oscuridad las historias de tantos anónimos para que el olvido no absuelva a los verdugos. Somos con seguridad la última generación que está en disposición de transmitir la Memoria.

    Un fuerte abrazo, desde los cuarteles de la Memoria.
    María Torres
    Gabino Alonso

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