Eran soldados republicanos que llegaron
tras cruzar la frontera francesa en febrero de 1939, después de la derrota de
Cataluña. Esperaban recuperar sus fuerzas, reagruparse, adiestrase y llegar
hasta el otro lado de los pirineos donde un grupo genuino de resistencia
todavía no se rendía. Llegaron con sus armas y equipajes, y todo este buen
material se oxidó por la nieve que cubría los pasos de montañas o por la
humedad de las laderas orientadas al mediterráneo…
Y ellos, los esclavos vencidos, fueron
hacinados en improvisados campos de “transito”, donde murieron literalmente, de
hambre, frío y disentería. Los más fuertes, los más motivados, trataron de
reconstruir una jerarquía militar o política, pero muchos de ellos, la mayoría,
estaban destrozados por la derrota y abandonaron el combate. La historia de
estos campos de concentración nunca ha sido escrita: Le Vernet-d’Ariege,
Saint-Cyprien, Barcares, Argeles, Gurs, Septfonds… Su historia debería ser
conocida.
Luego, voluntarios o no, los Españoles
Republicanos se enrolaron en equipos de trabajo o batallones irregulares de
extranjeros voluntarios. Con la llegada del ejército Alemán fueron barridos
hacia campos de prisioneros donde la Gestapo no tuvo dificultades después de
todo, para reagruparlos y enviarlos a Mauthausen.
Christian Bernadac, “The 186 Steps”
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