XI Brigada Internacional. Madrid, 8 de noviembre de 1936 Fotografía de Virgilio Muro - Archivo ABBI |
Mis
ojos, por el sueño acariciados
van
levantando el arco de mis días
y
una vez alto, me abandona en ellos
para
luz o dolor de mi memoria.
Asi
te encuentro y vuelvo a acompañarte
en
las horas difíciles que vivo.
Piso
a tu lado, y nuevamente vuelvo
a
despertar y andar firme en la vida.
Ya
despierto, de nuevo quiero hallarte
otra
vez entre llamas contenido.
Vuelvo
a sentir tu ayuda en tu consejo
y
al recordarte ausente, así te hablo:
Contigo
juntamente he recorrido,
desde
la paz que tu amistad serena
bajo
el sol y la guerra me ofrecías,
hasta
el arisco campo en que la muerte
celosa
de esta tierra y su hermosura,
enredada
entre espinos y encinares,
sus
más fértiles hijos desangraba.
Aquí
mismo aprendí, sobre esta tierra
que
ardiendo levantaba sus heridas,
mostrándome
su pecho calcinado
bajo
el violento espasmo de su lucha,
lo
que tu inteligencia me enseñaba
segura
y paternal en su dominio.
Hoy
quiero que tu sepas mi pasado,
para
que rota así la lejanía
que
separa los cuerpos, la distancia
huya
vencida al paso de un presente
que
al entregarte entero mi camino
aumenta
la raíz que a ti me unía.
Así quiero contarte y así empiezo
a
recoger mi voz, que es mi memoria
hecha
justicia atenta a mi palabra,
escúchala,
si llega a ti mi intento:
Conocí
en mi niñez el sufrimiento
y
la amarga razón que trae la vida,
pero
en mis tiernos campos interiores
en
vez de armarme fuerte con mi angustia,
olvidándome
al don que me escogía,
en mi propio dolor me abandonaba...
Y
así llegué, bajo la ausencia fácil,
oculta
por el sueño mi tristeza,
hasta
el umbral más duro de mis años
que
me empujaba al mundo, adolescente.
Al
entrar, di mis ojos, perseguidos,
a
las corrientes altas de las nubes
con
las que desde el suelo me alejaba.
Más
el tronco feliz que aun hoy resiste
al
vendaval constante de mi cuerpo
entre
el doble camino de sus sombras,
alcanzó
más por tierra que mis ojos
y
dócil descendí desde mi altura.
Recuperé
mi forma y residencia
y
al lograrlo encontré más movimiento,
que
halló mi soledad la compañía
juntamente
al dolor que me aguardaba
y
así me abandoné seguro y frágil.
Multitudes
en ello fui encontrando
con
las que unido anduve en la miseria,
perdido
y sin calor por las ciudades,
velando
entre el olvido de sus puentes.
Sobre
el campo curvado con la espiga,
con
el virio y la sal junto al pescado,
entre
los humos grises de las fábricas
o
en el trabajo y vicio de los muelles,
gota
a gota en el mundo fui cogiendo
la
voz que mi canción te ha recordado.
Cumpliendo
mi misión, al borde mismo
llegué
de los comiensos de esta guerra
a
la que fué empujándome el destino,
y,
en ella, involuntariamente entrando,
porque
con voluntad la perseguía,
alegre
estoy hasta alcanzar dichoso
lo
que en su paz la libertad me ofrece.
Cuando
en las cumbres altas de sus llamas
más
se incendiaba el cielo de mi tierra,
y
más herido el suelo se mostraba
húmedo
entre las zanjas que lo abrieron,
generoso
bajaste de tus nieves
a
defender la sangre que él vertía.
Tu
hogar abandonaste, como hermano
que
en el mismo dolor fué concebido;
como
hermano serás en nuestra historia
y
en nuestro agradecido pensamiento
que
ya se alegra al ver tu compañía.
Cuando
yo te encontré esto llevaba
que
hoy sumo fiel con lo que a tí te debo,
que
en fortaleza el don de la ternura
se
encausó con tu voz tan sabiamente,
que
la agitada luz de este heroísmo
que
en nuestro suelo iluminó tu rostro,
hoy
dejas, con la flor de tu memoria,
abierta
en su valor, disciplinada.
No
olvidaré tu ayuda ni tu ejemplo,
ni
la obediente forma de tu mando
que
se inclinaba justa a quien debía.
Borraré
lo que mudo reprochabas
al
descuido sin flor de mi silencio
y
activo seguiré con mi trabajo
hora
tras hora andando por la vida
mi
brújula en la mano de tu gloria...
Seguiré
los consejos que habitabas
para
ajustar mi verbo a tu obediencia
y
más fiel amistad así rendirme...
y
más tarde, la guerra ya vencida,
y
en la nueva bandera de su historia
envuelto
en su color tan deseado
y metido
en la paz, volveré a verte,
mi
cantarada, amigo, mi maestro.
Emilio
Prados
Hora
de España
Valencia,
Abril 1938
DESPEDIDA A LAS BRIGADAS INTERNACIONALES
ResponderEliminarDE tanto estar mi voz a vuestro lado
y a vuestro lado .laepQsar mi sombra
y de mirar tan Juntos en la muerte
el mismo eiefamzul cada mañana, '
tan íntimos andáis ya por mi sangre
y bajo mi memoria recibidos,
que no os llamaré hermanos en mi tierra:
sois más, pues que habitáis mi propio cuerpo.
Por él habéis andado y perseguido?1
esa gloria feliz que, ya lograda,
es libertad que nuestro amor domina.
Fuera también pisáis las mismas flores.
Y hoy nos separan: nuestrat España ^hermosa
deja salir un río de nobleza
que otras veces fue sangre enardecida:
¡ay!, ¿qué otra pena el tiempo le depara?
Hoy la razòn aleja en nuestra vida
lo que persigue el sueño generoso
y el sano pensamiento no consigue;
pero quizás el sueño será alzado
y como el agua sube hasta la nube
que ambicionò por sus profundas cuevas,
escalando el dolor llama tras llama
el sueño será al fin razòn del día.
Entonces volveréis. Será un remanso
sobre Europa mi patria, y sus estrellas,
con la paz más ceñidas sobre el suelo,
alumbrarán las tumbas de los héroes.
Juntos aquí reposan, como juntos vivimos
los que aún la muerte tiene preparados
al duro sacrificio de la guerra.
Juntos habréis de estar con los que queden.
Que vuestro corazòn lleve el paisaje
que tanto habéis mirado y defendido
y cada olivo en flor, cada granado
por vuestra causa viva y os espere.
Estáis en mí, conmigo y sois mi sangre
dentro del arca frágil de mi cuerpo,
pero cada español lo mismo dice
hoy que os ve desfilar junto a su mano.
Gracias Jordi.
ResponderEliminar¿De quien es la autoría del poema que detallas?
Es precioso.