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1238. Carta perdida (A un amigo de la Brigada Internacional)

XI Brigada Internacional. Madrid, 8 de noviembre de 1936
Fotografía de Virgilio Muro - Archivo ABBI

Mis ojos, por el sueño acariciados
van levantando el arco de mis días
y una vez alto, me abandona en ellos
para luz o dolor de mi memoria.
Asi te encuentro y vuelvo a acompañarte
en las horas difíciles que vivo.
Piso a tu lado, y nuevamente vuelvo
a despertar y andar firme en la vida. 
Ya despierto, de nuevo quiero hallarte
otra vez entre llamas contenido.
Vuelvo a sentir tu ayuda en tu consejo
y al recordarte ausente, así te hablo:

Contigo juntamente he recorrido,
desde la paz que tu amistad serena
bajo el sol y la guerra me ofrecías,
hasta el arisco campo en que la muerte
celosa de esta tierra y su hermosura,
enredada entre espinos y encinares,
sus más fértiles hijos desangraba.

Aquí mismo aprendí, sobre esta tierra
que ardiendo levantaba sus heridas,
mostrándome su pecho calcinado
bajo el violento espasmo de su lucha,
lo que tu inteligencia me enseñaba
segura y paternal en su dominio.

Hoy quiero que tu sepas mi pasado,
para que rota así la lejanía
que separa los cuerpos, la distancia
huya vencida al paso de un presente
que al entregarte entero mi camino
aumenta la raíz que a ti me unía.

Así quiero contarte y así empiezo
a recoger mi voz, que es mi memoria
hecha justicia atenta a mi palabra,
escúchala, si llega a ti mi intento:

Conocí en mi niñez el sufrimiento
y la amarga razón que trae la vida,
pero en mis tiernos campos interiores
en vez de armarme fuerte con mi angustia,
olvidándome al don que me escogía,
en mi propio dolor me abandonaba...

Y así llegué, bajo la ausencia fácil,
oculta por el sueño mi tristeza,
hasta el umbral más duro de mis años
que me empujaba al mundo, adolescente.

Al entrar, di mis ojos, perseguidos,
a las corrientes altas de las nubes
con las que desde el suelo me alejaba.
Más el tronco feliz que aun hoy resiste
al vendaval constante de mi cuerpo
entre el doble camino de sus sombras, 
alcanzó más por tierra que mis ojos
y dócil descendí desde mi altura.

Recuperé mi forma y residencia
y al lograrlo encontré más movimiento,
que halló mi soledad la compañía
juntamente al dolor que me aguardaba
y así me abandoné seguro y frágil.

Multitudes en ello fui encontrando
con las que unido anduve en la miseria,
perdido y sin calor por las ciudades,
velando entre el olvido de sus puentes.
Sobre el campo curvado con la espiga,
con el virio y la sal junto al pescado,
entre los humos grises de las fábricas
o en el trabajo y vicio de los muelles,
gota a gota en el mundo fui cogiendo
la voz que mi canción te ha recordado.

Cumpliendo mi misión, al borde mismo
llegué de los comiensos de esta guerra
a la que fué empujándome el destino,
y, en ella, involuntariamente entrando,
porque con voluntad la perseguía,
alegre estoy hasta alcanzar dichoso
lo que en su paz la libertad me ofrece.

Cuando en las cumbres altas de sus llamas
más se incendiaba el cielo de mi tierra,
y más herido el suelo se mostraba
húmedo entre las zanjas que lo abrieron,
generoso bajaste de tus nieves
a defender la sangre que él vertía.
Tu hogar abandonaste, como hermano 
que en el mismo dolor fué concebido;
como hermano serás en nuestra historia
y en nuestro agradecido pensamiento
que ya se alegra al ver tu compañía.

Cuando yo te encontré esto llevaba
que hoy sumo fiel con lo que a tí te debo,
que en fortaleza el don de la ternura
se encausó con tu voz tan sabiamente,
que la agitada luz de este heroísmo
que en nuestro suelo iluminó tu rostro,
hoy dejas, con la flor de tu memoria,
abierta en su valor, disciplinada.

No olvidaré tu ayuda ni tu ejemplo,
ni la obediente forma de tu mando
que se inclinaba justa a quien debía.
Borraré lo que mudo reprochabas
al descuido sin flor de mi silencio
y activo seguiré con mi trabajo
hora tras hora andando por la vida
mi brújula en la mano de tu gloria... 

Seguiré los consejos que habitabas
para ajustar mi verbo a tu obediencia
y más fiel amistad así rendirme...
y más tarde, la guerra ya vencida,
y en la nueva bandera de su historia
envuelto en su color tan deseado
y metido en la paz, volveré a verte,
mi cantarada, amigo, mi maestro.


Emilio Prados
Hora de España
Valencia, Abril 1938









2 comentarios:

  1. DESPEDIDA A LAS BRIGADAS INTERNACIONALES

    DE tanto estar mi voz a vuestro lado
    y a vuestro lado .laepQsar mi sombra
    y de mirar tan Juntos en la muerte
    el mismo eiefamzul cada mañana, '
    tan íntimos andáis ya por mi sangre
    y bajo mi memoria recibidos,
    que no os llamaré hermanos en mi tierra:
    sois más, pues que habitáis mi propio cuerpo.

    Por él habéis andado y perseguido?1
    esa gloria feliz que, ya lograda,
    es libertad que nuestro amor domina.
    Fuera también pisáis las mismas flores.
    Y hoy nos separan: nuestrat España ^hermosa
    deja salir un río de nobleza
    que otras veces fue sangre enardecida:
    ¡ay!, ¿qué otra pena el tiempo le depara?

    Hoy la razòn aleja en nuestra vida
    lo que persigue el sueño generoso
    y el sano pensamiento no consigue;
    pero quizás el sueño será alzado
    y como el agua sube hasta la nube
    que ambicionò por sus profundas cuevas,
    escalando el dolor llama tras llama
    el sueño será al fin razòn del día.

    Entonces volveréis. Será un remanso
    sobre Europa mi patria, y sus estrellas,
    con la paz más ceñidas sobre el suelo,
    alumbrarán las tumbas de los héroes.

    Juntos aquí reposan, como juntos vivimos
    los que aún la muerte tiene preparados
    al duro sacrificio de la guerra.
    Juntos habréis de estar con los que queden.

    Que vuestro corazòn lleve el paisaje
    que tanto habéis mirado y defendido
    y cada olivo en flor, cada granado
    por vuestra causa viva y os espere.

    Estáis en mí, conmigo y sois mi sangre
    dentro del arca frágil de mi cuerpo,
    pero cada español lo mismo dice
    hoy que os ve desfilar junto a su mano.

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  2. Gracias Jordi.
    ¿De quien es la autoría del poema que detallas?
    Es precioso.

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