El
óxido se posó en mi lengua como el sabor de una desaparición.
La fermentación del verano se introduce en mi corazón
y mis manos se deslizan cansadas en la lentitud.
sin osamenta ni tránsito, como si consistieran
únicamente en el contenido de mis ojos, en la unidad de mis palabras, en el
espesor de mis oídos.
La prosperidad de mi lengua se revela en cuanto fue
olvidado durante mucho tiempo y sin embargo visitado por las aguas.
*
La naturaleza de los cuerpos es fingir la existencia y
este conocimiento es el fin de un espíritu rodeado por ávidas gallinas en los
preámbulos.
Lee en las láminas de vidrio: los argumentos del
placer y los capítulos de la destrucción atravesados por una sola mirada.
¿Quién habla en esta transparencia?
El afilador que posee en sus cánulas una sola nota,
clara como una serpiente, creadora de la niñez en un espacio de hombres
vigilados, no es más feliz que su propia música destinada al invierno.
Nuestra pasión es trivial: una enseñanza atribuida a
pájaros sobre la nieve, a los volúmenes cuya visión es la forma más perfecta de
la tristeza.
Y la convicción crece únicamente en el paladar de
hombres aptos para la administración de la muerte, hombres cuyas azumbres están
llenas de líquidos más decisivos que el dolor.
Hay indicios en narraciones impecables: el vendedor de
higos chumbos cuya pobreza está bajo la luz y sonreía cerca del cuchillo y la
limpieza de su acto era una lámpara increíble, una prueba exquisita de la
inexistencia coronada de gritos en la celebración del mercado.
O, en los jardines del verano, el muro quieto en la
imposibilidad, externo a un espesor de líneas invisibles, un espesor dotado de
melancolía.
O, más aún, en tu chaqueta abandonada y entreabierta,
es decir, en una forma que describe tu desaparición.
Esta perplejidad es la conciencia. El miedo ejerce de
pastor, pero no sabes más de ti que un animal absorto sobre el agua.
*
He retornado entre un silencio de párpados a aquellos
bosques en que fui perseguido por presentimientos y proposiciones de hombres
enfermos.
(que se extendía como la lluvia en el fondo de la
noche; más lenta que la tristeza, más húmeda que labios sobre mi cuerpo).
Me
alimentaba la fosforescencia. Tú creaste la mentira entre las piernas de mi
madre; no existía el dolor y tú creaste la compasión.
Mi
boca es fría en las plegarias. Este relato incomprensible es lo que queda de
nosotros. La traición prospera en corazones inviolables.
Profundidad de la mentira: todos mis actos en el
espejo de la muerte. Y los carbones resplandecen sobre la piel de héroes aún
despiertos en el umbral de la imbecilidad.
Antonio
Gamoneda
Descripción
de la mentira, 1977
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