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1626. Good-bye, Panama!

Felipe Camino de la Rosa (León Felipe) Foto: EFE
(Tábara, Zamora, 11 de abril de 1884 - Ciudad de México, 18 de septiembre de 1968)


María Torres / 18 septiembre 2015

1936. León Felipe se encuentra en Panamá, donde desempeña los puestos de profesor de literatura en la recién inaugurada Universidad y agregado cultural de la embajada de España. Había llegado el 17 de abril, pero poco le duraría su estancia en este país.

El golpe militar contra la II República española impactó en Panamá. Se creó un Comité de Defensa de la República. Algunos panameños se incorporaron como combatientes en las Brigadas Internacionales. Pero el gobierno panameño, surgido de las fraudulentas elecciones de 1936, no sentía las mismas simpatías políticas.


Cuando estalla la Guerra, León Felipe decide trasladarse inmediatamente a España por fidelidad al gobierno republicano y por amor a su patria. (Me voy, porque quiero saber la verdad sobre la tragedia de mi patria). Como despedida, papara un discurso titulado Good-bye Panamá, cuya lectura iba a ser radiada, pero fue censurada. En el texto mostraba el enfrentamiento en Panamá entre los leales al gobierno republicano español (intelectuales panameños) y los simpatizantes de los rebeldes franquistas (comerciantes españoles, los integrantes de la Legación española, religiosos, etc...)


El 1 de septiembre de 1936 embarca rumbo a España. (Me esperan en España la Guerra y la verdad). En 1938 se exilia definitivamente en México, contrario a dogmatismos, purgas y a la guerra dentro de la guerra (En esa guerra no hay más que polvo)


El español del éxodo y del llanto falleció el 18 de septiembre de 1.968. Hacía poco tiempo que su sobrino nieto Carlos Arruza le había preparado el viaje de regreso a España, pero dos horas antes de que despegara el avión León Felipe dijo "Me quedo aquí".




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Good-bye, Panamá

Me marcho por propia voluntad porque no se puede caminar por las calles de Panamá oyendo sin cesar estos aullidos estridentes y mercenarios del señor Argain que le salen al paso a todo transeunte de las tiendas, de los sótanos, de los balcones, de las ventanas y le persiguen y le acorralan por todas las esquinas para subrayar al final la mama de un jabón, de una cerveza o de un dentífrico. Vivimos en un mundo donde las nobles invenciones del hombre y las conquistas de la ciencia sirven nada más que para la propaganda de los mercaderes y donde las hazanas  dramáticas  de los pueblos, deformadas por la vanalidad, se utilizan tan solo para hacer mas viva y atrayente esa propaganda. ¿No es monstruoso que el esfuerzo del sabio y del héroe los manejen así, con egoísmo y perversidad, el lucro y la estupidez?

Hay algo en Dinamarca que huele a podrido. Algo hay en el mundo que es necesario cambiar. El orden y la calidad de las cosas no es lo que debe ser. Y aún se discuten las revoluciones! Y se execra la guerra, y la destrucción, y los grandes cataclismos! Es mil veces preferible la destrucción, la anarquía, el caos, el comenzar de nuevo otra vez a este orden monstruoso aceptado sin repugnancia y sin protesta. Yo no se lo que resultara de esta guerra y del conflicto universal que se aproxima, pero el hombre no puede ser ya mas vil de lo que es. Yo me veo en la figura, en los gestos, en las palabras, en los actos del señor Argain, del señor Arenzana, del organista, del librero, de don Loro, del Arzobispo, porque no valgo mas que ellos ni ellos valen mas que yo, todos somos iguales, y no encuentro bastante salivar para escupirme a mi mismo en el rostro de todos.

No hay remedio, no hay remedio ninguno? Nuestro destino es este? La justicia es una quimera y la dignidad del hombre un sino? Dios puso en nosotros estos anhelos de orden y superación para reírse de nuestra agonía y de nuestra impotencia?  La sociedad, el mundo no pueden ser mas que un laberinto de errores, un cuento sin sentido dicho por un loco furioso? No hay una manera, una prueba, un sacrificio doloroso, angustioso, purificador que organice luminosamente nuestra vida, que levante al hombre a un plano superior de justicia y dignidad? No hay ningún remedio, no hay ninguna solución? Lo hemos ensayado ya todo?

No lo hemos ensayado todo. 

Hay unos hombres que dicen que no lo hemos ensayado todo, que aún hay esperanzas y que aún se puede luchar por un mundo mejor. Pues bien señores, estos hombres, aunque sean unos ilusos, valen mas que los otros. Y yo me voy con ellos a dar mi vida porque el mundo. Este orden donde un imbécil puede ser ministro y un mastín suelto sin cadena y sin bozal puede ser un educador, no lo quiero; y mi carne, y mi sangre, y mi anatomía, y el espíritu que la mueve no los quiero tampoco si no hay en mí una voluntad y una esperanza de superación.

Me voy. Y ahora si, ahora valgo mas que vosotros. Me voy a buscar la muerte y a encontrarme con Dios. A preguntarle porqué ha hecho el mundo de tal manera que haya podido rodar hasta este punto en que el imbécil y el malvado pueden no solo regir los destinos de la humanidad sino oponerse con la calumnia y con la fuerza a que lo rijan los hombres generosos, la virtud, el heroísmo y la sabiduría.

Me voy porque quiero saber la verdad sobre la tragedia de mi Patria y nadie me la dice. Ni los mastines, ni mis amigos tampoco. Quiero encontrarme frente a frente con la realidad exacta e inmediata porque la otra, la verdad de mariana, esa ya la sé. Mañana o el mundo se organiza sobre unas bases de justicia y de dignidad humanas o el mundo no se organiza de ninguna manera. Señor Arzobispo: es esto comunismo, es comunismo lo que yo he explicado en mis ultimas conferencias? Pues bien, señores, si esto es comunismo: o mañana somos todos comunistas por la gracia de Dios o el mundo se va al garete.  Este es un dilema que esta en la conciencia del hombre y un problema que la voluntad y la libertad del hombre tienen que decidir. Esta decisión esta muy lejos y lo más que pueden conseguir las beatas y los caseros es retrasarla un par de semanas.

Lo que me inquieta ahora es la realidad presente de España. Su llanto y su sangre. Y ver en que sitio esta la lucha.

Me voy porque no es posible por mas tiempo seguir viviendo entre el aullido, la mentira y la difamación y en un ambiente donde la vibración épica y angustiosa de España llega sólo para el provecho del comerciante y para el comentario frívolo de los desocupados de las plazas —de la patricia y de la plebeya de las dos— que quieren sacudir un momento su modorra de caimanes. El lagarto sale a tomar el sol y en busca de una buena noticia. Pero si esta noticia amenaza romper el equilibrio político y tradicional de estas plazas provincianas será una noticia indeseable y comunista ante la cual será necesario armarse, aguzar la calumnia y llamar en seguida a la puerta del palacio episcopal; señor obispo, señor obispo, aquí hay unos comunistas que quieren saber mas que Ud. y que los infalibles doctores de la santa madre Iglesia católica. El diablo anda suelto otra vez, salga Ud. con el hisopo.

Yo me voy antes de que salga. Y aquí te quedas tu, Panamá, con tu plaza eclesiástica, con tu política hamiltoniana y con tu avenida central que es una factoría donde el sórdido mercader español vive aún a costa del viejo heroísmo de los conquistadores. Es el español que elogia la España heroica de ayer y vitupera la España heroica de hoy, pero que lo que quiere y ha querido siempre es vivir a costa de todos los heroísmos. Y pensar que toda la sangre que se ha vertido en el mundo no ha servido hasta ahora mas que para que el comerciante haga sus transacciones con mas facilidad y sus cambalaches con mas desvergüenza.

Contra estos comerciantes y por estos comerciantes se ha levantado la lucha  de hoy, y contra ellos y por ellos esta lucha se saldrá de la tierra ibérica mañana mismo y se tornará en conflicto humano y universal. Contra vosotros y por vosotros ha surgido esta guerra. Contra vosotros. Os reconozco. A los que vivís en Panamá podría citaros a todos. Conozco vuestros nombres, los tengo aquí todos en la punta de la lengua. Gachupines, gallegos, mercaderes, filisteos, traidores, villanos!; los españoles de mañana no tendrán saliva suficiente para escupiros. Vuestros hijos, vuestros sobrinos, que sacáis de España furtivamente para hacerlos HOMBRES DETRÁS DE UN MOSTRADOR, sin dejarles ver el sol ni contemplar ociosamente el vuelo de un pájaro y la gracia de un árbol, nos vengarán a todos mañana. Habrá un día una huelga de sobrinos que apuñalarán a todos los tíos villanos y mercaderes de la tierra que dicen al muchacho ingenuo y tierno; TE HARÁS HOMBRE DETRÁS DE UN MOSTRADOR. Que insolencia! Y que mundo este donde un comerciante tiene autoridad también para HACER HOMBRES DETRÁS DE UN MOSTRADOR. Todo  el  esfuerzo del mundo ha sido insuficiente todavía para crear un solo hombre y he aquí que estos fenicios de América tienen el secreto que Dios y las estrellas parece que han perdido. HACER HOMBRES! Y DETRÁS DE UN MOSTRADOR! Estos comerciantes del Corte Ingles y del Bazar Español creen que los hombres se hacen como los pantalones. Los hombres se hacen en esos laboratorios de angustia y de heroicidad que ahora están funcionando muy bien en España y a donde debíais de haber mandado ya a vuestros sobrinos. Pero ya irán ellos solos y volverán luego con el fusil cargado a pediros cuenta de esa confabulación que habéis tramado con los dilemáticos bastardos.

Se vuestros nombres. Un día os echaran de Panamá y de América si no os devora antes el cocodrilo argentófago, que es lo mas probable, y querréis volver  a vuestro pueblo natal a ver si está la misma iglesia en cuyo ábside jugabais a la pelota de chicos y la misma fuente donde se despertó vuestro sexo viendo a las mociñas que iban a llenar el cántaro. Ya no habrá iglesia ni ábsides, ni fuentes. Todo lo habrá devorado la guerra. Los hombres nuevos levantarán otros frontones y otras fuentes mejores, pero vosotros no jugareis ni beberéis allí. Ni vuestros hijos tampoco. Y el sol de España no alumbrara para vosotros mañana porque el sol de España —oídlo otra vez— o se alza ahora para alumbrar una tierra de justicia y de dignidad humanas, donde no cabéis vosotros, o no se alza para nadie.

Lo entendéis bien? Yo sé de esto mas que vosotros. Vosotros sabéis mejor que yo como se vende una camisa, como se regatea a un turista y como se explota a una operaria, pero el pulso de España lo sé yo escuchar mejor que nadie. Mi oficio es este: escuchar latidos y temblores de hombres, de pueblos y de estrellas.

Pero no. Esto no es un oficio. Esto es una gracia. Yo no tengo oficio ni títulos. Eso del doctor y del profesor se acabó ya. Son bromas de Panamá que yo acepto solo de una manera temporal. Yo no tengo oficio, "yo no tengo silla tampoco. Ningún amigo mío se sentará en mi silla, ni iglesia, ni cátedra, ni filosofía". Yo no tengo nada. Yo no soy nadie. Yo no soy mas  que una voz que va por los caminos y se para en el viento; y unos ojos que contemplan el universo sin miedos. El granizo no destruirá el tejado de mi casa y puedo predecir serenamente la tormenta. Y vuelvo a repetir: o el mundo se organiza sobre unos pilares de justicia donde el hombre se mueva hacia la luz o no se organiza de ninguna manera.

La conciencia del hombre nuevo exige ya otro mundo distinto que el de la rata y la raposa.

Lo han oído todos? Lo ha oído Ud, señor Arenzana? Lo ha oído Ud., señor Tabanera? Lo ha oído el Loro? Lo ha oído Bocanegra? Lo han oído los sacristanes? Lo ha oído el señor Arzobispo? Lo han oído los caimanes de la plaza?  Lo ha oído el señor Leo-Pardo? Lo ha oído el mastín de la barba negra y amarilla? Lo han oído las casacas diplomáticas? Lo han oído los fenicios de las factorías? Lo ha oído el señor Presidente? Lo han oído todos? Pues lo repetiré otra vez por si alguien no ha oído bien:

La conciencia nueva del hombre exige ya otro mundo distinto que el de la rata y la raposa.

Desde la tierra angosta y lacustre del Istmo he dicho mi palabra.

Cinco meses justos he vivido en Panamá. Vine a dictar unas clases sobre literatura y civilización españolas enviado por una junta cultural que no pertenece a ningún partido político del mundo. Pero fue una generosidad que tuvo para Panamá el gobierno vigente, el gobierno de Madrid, el único gobierno vigente de España, al que yo sigo fiel y vosotros, panameños, debéis de estarle agradecidos. Hubiéremos querido todos poderos mandar una cosa mejor. Pero no hay muchos maestros en España y yo he tenido que suplir mis deficiencias y mis limitaciones con la experiencia del hombre, el fervor del poeta y los desvelos del trabajador. Mis discípulos, esos muchachos de sensibilidad encendida y de ojos abiertos y confiados, que son la esperanza de Panamá, saben que  yo no soy un impostor. Soy yo un impostor? Les he hablado de tres o cuatro cosas que a mi me  parecían esenciales, pero no les he enseñado nada. Y no les he ofrecido una doctrina sino una actitud. Las universidades deben tender mas que a crear hombres doctos en una disciplina a crear hombres íntegros. La especialización la ha de determinar nuestra vocación singular, pero a veces no aparece esta vocación. Y de todas maneras, con vocación o sin vocación, el hombre es lo que cuenta y para ser hombres todos debemos tener vocación.

No se si he dado todo lo que debía dar en Panamá. Probablemente no. Y algo se me ha quedado por hacer que la política y el drama de España me impiden ahora remediar. De todas maneras no soy un tramposo.

Soy yo un tramposo, señor Presidente?

Ni un traidor. Soy yo un traidor, señor Presidente? 

Y no debo nada. Debo algo, señor Presidente?

Pues que me abran las esclusas y las puertas del viento. 
          
Me esperan en España la guerra y la verdad. Alas y velas para mi. Y un pañuelo blanco para decir adiós a las cuatro cosas amables que dejo en Panamá: a mis discípulos, a ese puñado de amigos humildes que me rodea, panameños y españoles y a la risa abierta y confiada de los negros y a las fauces vengativas del cocodrilo argentófago que nos ayudara a acabar con todos los filisteos del Istmo. Adiós amigos. Good-bye, Panamá!


NOTA:—A última hora unos amigos me dicen que no se me permite hablar por radio, y hace días que los periódicos me han cerrado sus puertas. Es esta la voluntad del Presidente y del pueblo, o es el resultado de una confabulación de diplomáticos, de políticos locales, de frailes y mercaderes? De cualquier manera es algo monstruoso que yo no puedo comprender. Mi voz está aquí, quieta y parada un instante, en esta hoja. ante los diques que levantan los filisteos. Es una voz antigua, la conocéis todos, la conoce el señor Arzobispo muy bien. Es una voz que viene desde el comienzo del mundo, que la reciben Homero e Isaías de otros rapsodas antiquísimos, que luego Ia empujan por la histórica nuevos bardas y que va de pueblo en pueblo, de angustia en angustia y de esperanza en esperanza pasta que llega Whitman y la recogemos nosotros los poetas de hoy, para decir las mismas cosas a los mismos hombres.

Oísteis?;
Es la nueva canción
y la vieja canción
¡nuestra pobre canción!

Vosotros también sois los mismos, los mismos filisteos.

En que bando cree Ud. que  milita ahora, señor Arzobispo?

Sus vestiduras, su corona, su anillo y sus filaterías podrían engañar. Hay que revisar los corazones. Queme Ud. sus insignias y salga Ud. desnudo a la plaza.

Mercaderes: el radio es vuestro, pero la voz es mía. Y mi canción es eterna,  Los nietos de vuestros nietos la sabrán de memoria y sabrán también que quisisteis amordazarla. Y se preguntarán sorprendidos: cómo eran aquellos hombres y aquel mundo donde un tal Argaín hablaba furiosamente todos los días por radio, anunciando un especifico contra la impotencia, y los poetas no podían decir su canción?

Poetas y amigos del mundo: os mando estas palabras que no han repudiado los mercaderes de Panamá. Dadlas al viento, juntadlas con las vuestras y reforzad la canción de mañana!


Diario de "Acción Cumunal". Año XIII, Num. 207
Panamá, 18 de septiembre de 1936
Páginas 1, 2 y 3










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