Reparto de juguetes durante la Guerra |
La ternura del Pueblo
Aquel
niño añoraba la fiesta llamada de los Reyes Magos, no por la fiesta en si, ni
por la teatralidad, un poco bufa, de la regia comitiva bíblica, sino por el
recuerdo de los juguetes que con motivo de aquélla solía recibir.
—En
ese caso -inquina el pequeñuelo- ¿es que este año no van a venir Melchor,
Gaspar y Baltasar?
—No
vendrán. Pero es que, además, no han venido nunca.
—Entonces,
¿es que no tendré juguetes este año?
—Claro
que sí. Y más que nunca. Te los proporcionarán las mismas personas que te los
compraban antes y luego te decían que quienes te los traían eran los Magos de
Oriente.
El
niño, con un gesto de gozo súbito en el rostro, se ha encogido de hombros, sin
embargo. ¡Bien! El niño quiere juguetes, y que se los traiga quien sea; esto le
es indiferente.
Y
no puede comprender el chiquitín todo el caudal de ternura con que el pueblo se
sobrepone por un momento al martirio de la guerra para lograr que a los
pecjueñuelos inocentes no les falte el placer alborozado de su deseada
juguetería.
Lo
positivo para el niño
En lugar de aquella mascarada casi carnavalesca, en la
que con la mejor intención surgían cada año unos «Reyes» de guardarropía,
barbudos y atrabiliarios, que hubieran infundido espanto en los niños a no ser
por la indemnización de los juguetes, se ha instituido la «Semana
Infantil».
Una
semana en la que sin artilugios, sin tramoyas y sin fingimientos de historias
casi grotescas, se derramará sobre los pequeñuelos la alegría de los juguetes,
que en realidad es para los niños lo positivo, cómo lo era en la vieja fiesta
que desaparece.
La
industria de juguetería
—En
el orden social -nos ha dicho uno de los propulsores de la «Semana Infantil»-,
tiene también este asunto un fundamento para la fiesta.
—¿Y
es?
—Pues
que la supresión a rajatabla no sólo de la llamada fiesta de los Reyes Magos,
sino también de sus efectos, hubiera ocasionado un grave daño a muchos miles de
trabajadores que se ganan el pan en la industria de la construcción de
juguetes.
La
vieja falacia
En
el orden moral, tiene importancia la instauración de la fiesta infantil en la
forma en que se ha hecho.
Aquella
falacia de la llegada de los Reyes Magos, con su comitiva polícroma y extraña,
era -con todos los eufemismos que se quieran aducir- una de las primeras
mentiras con que los niños solían ser engañados; y luego, cuando la conciencia
del pequeñuelo iba despertando a la realidad, había de sentirse un poco
decepcionado al constatar que sus padres, sus maestros o sus mentores eran
capaces de faltar a la verdad con un aplomo que, por determinismo instintivo,
hay que pensar que no tenía nada de ejemplar.
Era
éste el primer embuste de la larga serie con que, a través de la educación
primaria, había de ir siendo engañado el niño.
Juguetes
... juguetes
Lo
importante es, pues, que el niño seguirá disfrutando su fiesta de los juguetes,
y que los tendrá lo mismo el niño que vive en el calor de su hogar propio que
aquel otro infeliz que ha tenido que ser acogido en la retaguardia republicana,
apartándole de la ferocidad de la guerra, y se ve alejado de sus padres, que
quién sabe si ya no tienen ni casa, que habrá sido destruida por los bombardeos
del enemigo implacable.
Los
escaparates de los bazares valencianos aparecen ya repletos de juguetes, ante los
que los niños se arremolinan con expectación ilusionada. Y ríen y palmoteán los
pequeñueíos, porque ya saben que, sin que se les mientan historias raras, ni
esperar a unos Magos revestidos de chillona percalina, aquellos juguetes serán
suyos.
Que
para eso los ciudadanos de la República, en su iniciativa particular, y también
por medio de organizaciones políticas y sindicales, se afanan por que esa
«Semana Infantil» quede instituida para siempre como una gran fiesta pagana,
que tiene la finalidad bella de colmar la bulliciosa felicidad infanlil.
Valencia.
J. Fernández «Caireles»
Crónica,
27 diciembre 1936
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