No queremos hacer política desde nuestra revista
puramente Evangélica, anticlerical y antivaticanista, pero como hombres
liberales y amantes de la libertad, de la verdadera Justicia y de los
principios democráticos, no podemos ni debemos callar ante el resultado
magnífico y convincente de las últimas elecciones generales, cuando los
electores haciendo uso de un derecho, el voto, que expresa el deseo del
corazón, la libertad individual que se trasluce públicamente en un acto
político han señalado de nuevo rumbo a seguir.
No vamos a definir, ya lo ha hecho sobradamente la
prensa diaria, la significación política que plasman los dos partidos que han
luchado frente a frente, las izquierdas y las derechas, únicamente debemos
justificar el porqué debemos alegrarnos del triunfo de las izquierdas, del Frente
Popular constituido pro hombres libres que han formado en la cruzada nacional
para reconquistar la República.
Alegrémonos pues del triunfo, porque representa la
libertad de pensamiento, de cultos, de prensa y del ciudadano. Porque
representa la reforma de las leyes sustanciales y democráticas que deben estar
en consonancia con la evolución que trae consigo el estado actual de la
Sociedad. Porque representa un solo poder civil, un poder ejecutivo que no
ampara el Poder eclesiástico por ser el Estado puramente laico.
Porque representa todas las libertades que por derecho
nos corresponden y sin las cuales habríamos tenido que renunciar a la expansión
de las ideas y del pensamiento, reconquistando aquellos derechos que siendo
patrimonio común de todos los pueblos de la Europa culta, aún no habían sido
consignados en nuestra legislación.
Porque representa la tolerancia religiosa, habiendo
desaparecido aquella intolerancia y persecución que por siglos ha esclavizado
la conciencia nacional.
Porque ha puesto a raya a los primates de la Iglesia
Católica Romana, los fervorosos adeptos de las derechas reaccionarias, que
desde los púlpitos y confesionarios excitaban a los files a votar por el
triunfo de la soberanía papal.
Porque la tolerancia en materia religiosa, consignada
en la Constitución de 1959 por Cánovas del Castillo, se ha convertido en
libertad absoluta de cultos, triunfando los derechos del hombre, el respeto a
todas las convicciones, la mutua tolerancia y el libre examen para crear un
ambiente igualitario y fraternal que no existía ni ha existido jamás frente a
los derechos del trono y del altar.
Porque las escuelas son centros de cultura moral en
vez de sacristías; la secularización de cementerios un hecho positivo, las
iglesias libres y el Estado laico y soberano.
Con el triunfo del Frente Popular ha empezado una
nueva era, la avalancha, la avalancha clerical ha quedado descuartizada y el
Vaticano sensiblemente desfallecido.
La explosión liberal del 16 de febrero de 1936, ha constituido
la ofensiva contra la reacción que la Dictadura primero, y desde el seis de
octubre después. ha servido de puntal a los enemigos y traidores de la libertad
atendida con esplendidez a costa del erario público.
La victoria del Frente Popular nos da la facultad de
convertir en realidad la consecuencia de todos nuestros honrados ideales.
El triunfo representa el acatamiento a la voluntad
popular y lógico el entusiasmo que ha seguido a ese lógico y merecido triunfo,
que plasma la libertad y la justicia, desapareciendo al efecto la leyenda negra
de que España era un país de esclavos sin ideales ni voluntad.
El 16 de febrero de 1936 es una fecha gloriosa de
ciudadanía y constituye una nueva era de realidades. Por todo ello y mucho más,
¡Alegrémonos!
L. López-Rodríguez Murray
El Heraldo
Periódico evangélico, científico e ilustrado
Figueras, Febrero de 1936
¿Cuándo podremos volver a exclamar ese ¡Alegrémonos!?
ResponderEliminarSalud
Cada vez parece más lejano Loam.
EliminarSalud!