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1842. ¡Alegrémonos!




No queremos hacer política desde nuestra revista puramente Evangélica, anticlerical y antivaticanista, pero como hombres liberales y amantes de la libertad, de la verdadera Justicia y de los principios democráticos, no podemos ni debemos callar ante el resultado magnífico y convincente de las últimas elecciones generales, cuando los electores haciendo uso de un derecho, el voto, que expresa el deseo del corazón, la libertad individual que se trasluce públicamente en un acto político han señalado de nuevo rumbo a seguir.

No vamos a definir, ya lo ha hecho sobradamente la prensa diaria, la significación política que plasman los dos partidos que han luchado frente a frente, las izquierdas y las derechas, únicamente debemos justificar el porqué debemos alegrarnos del triunfo de las izquierdas, del Frente Popular constituido pro hombres libres que han formado en la cruzada nacional para reconquistar la República.

Alegrémonos pues del triunfo, porque representa la libertad de pensamiento, de cultos, de prensa y del ciudadano. Porque representa la reforma de las leyes sustanciales y democráticas que deben estar en consonancia con la evolución que trae consigo el estado actual de la Sociedad. Porque representa un solo poder civil, un poder ejecutivo que no ampara el Poder eclesiástico por ser el Estado puramente laico.

Porque representa todas las libertades que por derecho nos corresponden y sin las cuales habríamos tenido que renunciar a la expansión de las ideas y del pensamiento, reconquistando aquellos derechos que siendo patrimonio común de todos los pueblos de la Europa culta, aún no habían sido consignados en nuestra legislación.

Porque representa la tolerancia religiosa, habiendo desaparecido aquella intolerancia y persecución que por siglos ha esclavizado la conciencia nacional.

Porque ha puesto a raya a los primates de la Iglesia Católica Romana, los fervorosos adeptos de las derechas reaccionarias, que desde los púlpitos y confesionarios excitaban a los files a votar por el triunfo de la soberanía papal.

Porque la tolerancia en materia religiosa, consignada en la Constitución de 1959 por Cánovas del Castillo, se ha convertido en libertad absoluta de cultos, triunfando los derechos del hombre, el respeto a todas las convicciones, la mutua tolerancia y el libre examen para crear un ambiente igualitario y fraternal que no existía ni ha existido jamás frente a los derechos del trono y del altar.

Porque las escuelas son centros de cultura moral en vez de sacristías; la secularización de cementerios un hecho positivo, las iglesias libres y el Estado laico y soberano.

Con el triunfo del Frente Popular ha empezado una nueva era, la avalancha, la avalancha clerical ha quedado descuartizada y el Vaticano sensiblemente desfallecido.

La explosión liberal del 16 de febrero de 1936, ha constituido la ofensiva contra la reacción que la Dictadura primero, y desde el seis de octubre después. ha servido de puntal a los enemigos y traidores de la libertad atendida con esplendidez a costa del erario público.

La victoria del Frente Popular nos da la facultad de convertir en realidad la consecuencia de todos nuestros honrados ideales. 

El triunfo representa el acatamiento a la voluntad popular y lógico el entusiasmo que ha seguido a ese lógico y merecido triunfo, que plasma la libertad y la justicia, desapareciendo al efecto la leyenda negra de que España era un país de esclavos sin ideales ni voluntad.

El 16 de febrero de 1936 es una fecha gloriosa de ciudadanía y constituye una nueva era de realidades. Por todo ello y mucho más,

¡Alegrémonos!

L. López-Rodríguez Murray
El Heraldo
Periódico evangélico, científico e ilustrado
Figueras, Febrero de 1936







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