María Torres / 16 Abril 2016
En la fotografía
vemos a un grupo de personas obligadas a salir de una casa. Desconocen su
trágico destino. Se distinguen cuatro niños, cinco mujeres y cinco hombres
rodeados de cuatro soldados nazis que les amenazan con sus armas.
Sabemos que uno de
los soldados, concretamente el que mira de frente a la cámara mientras su fusil apunta a un niño, es Josef Blösche, Rottenführer (Cabo Primero) de la SS y conocido con el apodo de Frankenstein. Cuentan que mataba -como mínimo- a un judío cada día por diversión. Si se cruzaba con una mujer, antes de
terminar con su vida era violada. Josef Blösche que recibió la Cruz
del Mérito de Guerra con espadas por sus acciones durante el levantamiento del gueto de Varsovia, fue condenado a muerte por un tribunal de
Alemania del Este en 1969 y ejecutado en Leipzig el 29 de julio de ese año por
un pelotón de fusilamiento. Se le halló culpable de haber participado en la
deportación de 30.000 judíos y el asesinato de cerca de 2000 personas, entre
niños, embarazadas, ancianos y discapacitados.
Pero sin duda de entre todas las personas que componen la fotografía, la imagen más impactante es la
del niño de apenas ocho años que aparece
en primer plano con las manos levantadas y una mueca de terror en su rostro.
Jamás se ha podido averiguar su identidad ni tampoco cual fue su destino. Se le
conoce como "el niño de gueto de Varsovia".
Esta
imagen fue una de las 52 fotografías presentadas como prueba en los Juicios de Núremberg. La
capturó en mayo de 1943 Franz Konrad, el responsable de hacerse con todas
las propiedades de los judíos del gueto, conocido por el sobrenombre de El
Rey del gueto. Al final de la guerra fue detenido y acusado de participar en
la liquidación del gueto. El 6 de marzo de 1952 se le ejecutó en la horca, en el mismo lugar que había ocupado el gueto, junto a Jürgen Stroop, liquidador del gueto de Varsovia y autor del título de la fotografía: "Sacados a la fuerza de sus
agujeros".
El gueto de Varsovia fue una cárcel para casi medio
millón de judíos. Los nazis cerraron el acceso del
gueto el 16 de noviembre de 1940, cercándolo primero con alambres y
luego construyendo un muro de tres metros de altura y 18 kilómetros de largo. El 22 de julio de
1942 comenzaron las deportaciones a Treblinka. Ese día el primer grupo de seis mil judíos partían en trenes con destino a las cámaras de gas. Durante los meses de
julio y agosto, seis mil judíos eran enviados cada día a Treblinka. Cuando
finalizó el verano, más de doscientas cincuenta mil personas habían
desaparecido del gueto.
El 19 de abril de 1943 los judíos se levantaron en armas
para evitar más deportaciones. La resistencia judía clandestina se agrupo en
dos organizaciones: la ZOB (Organización Judía de Combate), liderada
por Mordejai Anielewicz y una segunda organización denominada ZZW (Unión Militar Judía). Se
trató de la mayor acción de resistencia contra el genocidio.
Esto
provocó la ira de Himmler, que transfirió a Jürgen Stroop a Varsovia con
la misión de sofocar el levantamiento. Stroop ordenó la quema de todos los
edificios del gueto para obligar a los rebeldes a salir de sus escondites. Muchos
murieron gaseados en los búnkeres y otros prefirieron suicidarse saltando de
edificios en llamas. Mordejai Anielewicz, el lider del levantamiento, fue
una de las víctimas. Sus compañeros Isaac Cukierman y Zivia Lubetkin
sobrevivieron y años más tarde testificaron en el juicio contra Adolf
Eichmann.
El levantamiento se prolongó hasta el 16 de mayo de
1943, fecha de la liquidación del gueto. Según los datos del Informe Stroop, que señaló que “el barrio judío de Varsovia ya no existe”, más de 56.000 judíos fueron capturados durante los días del enfrentamiento, 13.000 murieron en la lucha y 37.000 acabaron deportados a Treblinka.
Stroop fue condecorado por esta acción con la Cruz de Hierro de 1ª clase. Después de la guerra sería juzgado en Dachau por los EE.UU por considerarle responsable de ejecuciones ilegales de tropas estadounidenses y condenado a muerte. Extraditado posteriormente a Polonia, fue juzgado de por segunda vez por los crímenes cometidos contra 56.065 polacos. El 6 de marzo sería ahorcado en el terreno que había ocupado el gueto.
¿Cuál fue el destino del niño del gueto de Varsovia?
En 1947, cuando Aaron Glantz vio la fotografía del niño del gueto de Varsovia escribió un poema en ídish que se incluyó en Opklayb, editado en Nueva York en 1968.
Al niño de Varsovia que
está con las manos en alto en
la fotografía hecha por los nazis y que fue mostrada
en el Juicio de Núremberg
Un niño pequeñito, de apenas siete u
ocho años,
un niño judío con las manos en
alto,
empujado hacia el horno, el fuego y
el humo,
perseguido con fusiles, ¡esa es la
realidad!
Yo miro el rostro infantil y
bonito,
y más que dolor aflige mi corazón la
vergüenza.
Quien mire su propia mano, poderosa y
adulta,
la verá reflejada en el aterrado
sufrimiento del niño.
Los judíos adultos se imaginan que al
menos hay
un presunto pecado y se consuelan
respondiendo:
cuando Yakov arde y es aniquilado de
nuevo,
es que se demora demasiado en casa de
Esaú, siempre ansiosa de sangre.
Nos convencemos de que una luz se
expande
por la senda de la verdad; una
deslumbrante corona
adorna nuestras cabezas, cual
merecida recompensa
del eternamente justo Alto Tribunal.
Pero a ti, niño judío, ¿qué podemos
darte
a cambio de tus sufrimientos, de tu
desgracia, de tu terror?
¿Quién puede responderte por tu vida
truncada
quién justificar tus ensangrentados
días?
Nosotros mismos también somos
culpables,
un despiadado torbellino nos persigue
en todas partes.
Pero fue tu carita la que se
retorció, desencajada,
y nosotros los que seguimos vivos
tras tu asesinato.
¿Hay pueblos aún sobre la tierra?
Yo creo que ya solamente quedan judío
y gentil.
Y sé con seguridad aterradora:
¡que la realidad gentil ya no será
nuestro sueño!
¡Podéis estar tranquilos! El niño de
Varsovia está muerto,
y el sueño judío ha sido destrozado
por el fuego.
El mundo sigue siendo tal como lo
habéis creado:
nada más que torres de muertos y
terroríficos monstruos.
Y tú, niño judío, yo beso culpable tu
rostro,
tus ojitos judíos, puros y limpios.
Y al final de las generaciones y
durante millones de años,
tu llanto infantil seguirá reclamando
respuestas.
Aaron Glantz
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