No bien leído en ese mismo diario el artículo del amigo Araquistain sobre «El complejo sindicalista», tomo la pluma, y no con talante polémico, para comentar algo de lo que en él dice su autor. Es esto: «La tesis del individualismo español, o sea el antiestatismo español, como generalización, me ha parecido siempre una tontería. Un régimen tan férreamente estatista como el que ha imperado en España durante tantos siglos no se explica sin una anuencia espiritual de la mayoría del pueblo.»
Dejemos por ahora la segunda parte de lo citado, eso de que
el régimen español haya sido férreamente estatista, lo que me parece un error
de historia, sino que antes más bien lo que llamamos Estado o Poder central
-que ni es central- ha sido en España de una debilidad manifiesta. Dejemos esto
para detenernos en lo de «el individualismo español, o sea el antiestatismo
español»... ¿Es que son términos convertibles? ¿Es que el individualista, por
serlo, es anti-estatista? ¿Es que quien pone sobre todo en el orden civil los
llamados derechos individuales, los de la Revolución francesa, es que el
liberal, el neto liberal, se opone por ello al Estado? ¿Es que vamos a volver a
la tesis spenceriana del individuo contra el Estado? Creo más bien lo
contrario, y más si por Estado entendemos el Poder más amplio, el más extenso,
el más universal. Tratándose de individuos españoles, el Estado español, el
Poder público de la nación española. Y digo que el individuo busca la garantía
de sus derechos individuales en el Estado más extenso posible, a las veces, en
Poderes internacionales. Lo que sabia muy bien Pi y Margall, que era un
proudhoniano.
Por individualismo español, por liberalismo español, es por
lo que vengo predicando contra Poderes intermedios, municipales, comarcales,
regionales o lo que sean, que puedan cercenar la universalidad del individuo
español, su españolidad universal. Yo sé que en mi nativa tierra vasca, por
ejemplo; y lo mismo en Cataluña, en Galicia, en Andalucía o en otra región
española cualquiera, ha de ser el Poder público de la nación espafiola
-llámesele, si se quiere, Estado español- el que ha de proteger la libertad del
ciudadano español, sea o no nativo de la región en que habite y esté radicado
en ella contra las intrusiones del espíritu particularista, del «estadillo» a que
tiende la región. Como la experiencia me ha enseñado que los llamados caciques
máximos o centrales, los grandes caciques de Estado, si alguna vez se apoyaban
en los caciquillos locales, comarcales o regionales, muchas veces defendían a
los desvalidos, a los ciudadanos sueltos, contra los atropellos, de estos
caciquillos.
Hay una conocidísima doctrina lógica que enseña que la
comprensión de un concepto está en razón inversa de su extensión, que cuantas
más notas la definen se aplica a menos individuos, y así escarabajo
-coleóptero-insecto-articulado-animal-viviente-ente es serie que va creciendo
en extensión y menguando en comprensión. Y así yo, mi propia individualidad,
soy lo más comprensivo y lo menos extensivo, y el concepto de ente o ser lo más
extensivo y lo menos comprensivo. Pero hay Dios, que es algo, como lo que Hegel
llamaba el universal concreto; hay el Universo, que sueño que sea consciente de
sí; hay la totalidad individualizada y personalizada, y hay, en el orden
político, la Ciudad de Dios.
Es, pues, por individualismo, es por liberalismo, por lo que
cuando se dice «Vasconia libre» -«Euskadi askatuta» en esperanto eusquérico-, o
«Catalunya lliure», o «Andalucía libre», me pregunto: «Libre, ¿de qué?; libre,
¿para qué?» ¿Libre para someter al individuo español que en ella viva y la haga
vivir, sea vasco, catalán o andaluz, o no lo sea, a modos de convivencia que
rechace la integridad de su conciencia? ¡Esto no! Y sé que ese individuo
español, indígena de la región en que viva o advenedizo a ella, tendrá que
buscar su garantía en lo que llamamos el Estado español. Sé que los ingenuos
españoles que voten por plebiscito un Estatuto regional cualquiera tendrán que
arrepentirse, los que tengan individualidad consciente, de su voto cuando la
región los oprima, y tendrán que acudir a España, a la España integral, a la
España más unida e indivisible, para que proteja su individualidad. Sé que en
Vasconia, por ejemplo, se le estorbará y empecerá ser vasco universal a quien
sienta la santa libertad de la universalidad vasca, a quien no quiera ahogar su
alma adulta en pañales de niñez espiritual, a quien no quiera hacer de Edipo.
No hay comentarios:
Publicar un comentario