Nos
recordaba el camarada Solano, con la emoción juvenil de la representación que
tiene aquí, que quien hoy preside todavía los destinos de la República española
se veía obligado a reconocer hace unos días que la monarquía no había caído en
1931, sino que acababa de hundirse ahora, gracias al impulso de la clase trabajadora
española. Camaradas: es ésta la condenación más absoluta de la propia política
del señor Azaña; es éste el más positivo reconocimiento del fracaso político de
los republicanos, el tener que decir ante el mundo entero, postrado en
admiración ante la gesta revolucionaria del proletariado español, que los
republicanos, a quienes se confió la gobernación del Estado en 1931, no han
sido capaces de hundir el régimen monárquico y de ir hacia la instauración de
una República progresiva, y que únicamente la clase trabajadora revolucionaria,
con las armas n la mano, ha sido capaz de hundir aquella monarquía. (Aplausos)
El fracaso de los republicanos
Los acontecimientos, los acontecimientos que juzgan a los hombres
y a los partidos, nos han dado absolutamente la razón. Nosotros decíamos ya al
comienzo de la proclamación de la República que no se trataba simplemente de
cambiar el decorado político de España, de cambiar el color de la bandera, que
se necesitaba absolutamente ir con mano de hierro a la transformación económica
y social del régimen, es decir, al hundimiento total del régimen social
heredado de la monarquía española, y a la construcción de un régimen nuevo que
diera satisfacción a las legítimas aspiraciones de todo el proletariado español
que con su sangre, con su heroísmo, con su sacrificio, con su abnegación había
traído la República en abril de 1931.
Camaradas y amigos: Nosotros decíamos ya entonces que había que ir
en España a la revolución democrática; que había que solucionar, mediante la
revolución agraria, el problema de la tierra en el país; que había que destruir
el régimen semi-feudal de la tierra; que había que destruir el caciquismo
rural; que había que ir, también, a la solución del problema religioso en
España, atacando a la Iglesia en el corazón, atacando a la Iglesia en la bolsa,
es decir, expropiando y disolviendo las órdenes religiosas y empleando sus
inmensas riquezas al servicio de los progresos de la clase trabajadora
española. Decíamos entonces que teníamos que ir a la solución del problema
militar en España y que para ello era indispensable la destrucción del ejército
y de los cuadros heredados del régimen monárquico. Es decir, que había que ir a
una transformación absoluta del ejército español, ese ejército en manos de los
cuadros reaccionarios heredados de la monarquía tenía que ser un enemigo de la
República, que aprovecharía cualquier ocasión para levantarse en armas contra
ella y tratar de asesinarla, como así ha sucedido. (Aplausos)
Pues bien; sabíamos nosotros, al decir aquello, que no sería la
burguesía liberal, que no sería la pequeña burguesía republicana la que
realizaría en España esa profunda revolución democrática y su transformación,
sin solución de continuidad, en revolución socialista. Sabíamos perfectamente,
por la lógica de las cosas, por una amarga experiencia histórica que la
burguesía española llegaba demasiado tarde para cumplir su misión de clase,
para realizar en España su propia revolución burguesa. Había fracasado
lamentablemente y sería absolutamente incapaz de realizar esta revolución que
únicamente la clase trabajadora, que únicamente los obreros y campesinos serían
capaces de llevar a buen término.
No nos hemos equivocado, camaradas y amigos. La República del 73
en manos de esos republicanos condujo a la restauración monárquica. El primer
bienio de la República, con sus blanduras y con sus errores, condujo al bienio
negro, y estos cinco meses y pico de situación republicana, desde el 16 de
febrero, han conducido, por los mismos errores y blanduras, agravados desde el
Estado, a la sublevación militar fascista en España. No os quepa duda de que si
los republicanos que gobernaban en Madrid hubiesen destruido a los Queipo de
Llano, a los Mola, a los Sanjurjo, a los Goded, a los Franco, en estos momentos
no estarían asesinando a los trabajadores españoles. (Grandiosa ovación)
Es preciso hablar con claridad
Camaradas y amigos: Son estos momentos de tan alta gravedad para
todos nosotros, momentos en los cuales nos jugamos el porvenir del proletariado
español y del proletariado internacional a una sola carta; son estos momentos
de tal modo graves, que es preciso que hablemos con toda claridad, que no
sembremos el menor confusionismo, que pronunciemos las palabras justas y las
palabras claras. Hace unos días, Indalecio Prieto, que gobierna hoy en España,
de acuerdo con Largo Caballero, que inspira el periódico Claridad, decía que
había que decir la verdad, que había que pronunciar palabras de verdad, que
había que hablar con toda claridad. Pues bien, camaradas; antes de que ellos lo
dijeran, nosotros lo aplicábamos ya. Quienes hemos dicho la verdad siempre,
quienes hemos hablado siempre con claridad, muchas veces tropezando con un
sinnúmero de hostilidades, no necesitamos esa recomendación, y no tenemos sino
que continuar hoy como ayer hablando con claridad y diciendo la verdad.
(Aplausos)
La batalla de Barcelona fue decisiva
En nombre de esa verdad, tenemos que reconocer aquí que la pequeña
burguesía republicana nos llevó en octubre de 1934 al fracaso y a la derrota en
Cataluña, donde existía un pueblo obrero y campesino capaz, si se le hubieran
dado armas, que hubo que arrojar después por toneladas al mar, capaz de hacer
triunfar la revolución. (Aplausos) Fracaso entonces, fracaso de consecuencias
extraordinariamente graves, porque el fracaso de Cataluña determinó el fracaso
del movimiento revolucionario en el resto de España, dejando abandonados en
Asturias a aquellos heroicos mineros que habían surgido de las entrañas de la
tierra para elevarse al sol en una lucha heroica y admirable ante el mundo
entero. Y en estas circunstancias tenemos que afirmar aquí que si el control
hubiera estado exclusivamente en manos de la pequeña burguesía republicana, el
día 19 de julio se hubiera fracasado de la misma manera que se fracasó el 7 de
octubre de 1934. (Aplausos)
El día 18 de julio tuvimos los primeros barruntos de la sublevación
de Franco y de que los militares en Cataluña y en el resto de España pensaban
lanzarse a la calle con el fin de instaurar una dictadura militar fascista.
Camaradas: Aquella misma noche, hacia las diez, representando al Comité
Ejecutivo del POUM y en compañía de otros camaradas. visitamos dos centros
oficiales de Barcelona para saber qué se pensaba hacer y a pedir armas para que
nuestros camaradas, concentrados en el local central de nuestro partido,
pudieran lanzarse a la calle en lucha viril a disputarles Barcelona y Cataluña
a los militares fascistas. Camaradas: En un centro oficial de alta
responsabilidad, una personalidad que no la tenía menor me dijo estas palabras:
“Ustedes permanecen tranquilitos en su local social. La guardia civil y la guardia
de asalto se lanzarán a la calle al grito de viva la República. y únicamente en
el caso de que fueron derrotadas haremos un llamamiento a ustedes para que se
echen a la calle”.
Camaradas: Yo recuerdo mi contestación: “Lo que tenemos que hacer
nosotros lo determinaremos nosotros mismos. Lo que necesitamos saber hoy es si
podremos disponer de armas para lanzar a nuestros militantes y a nuestros
camaradas a la calle en el momento que sea necesario para derrotar al
militarismo fascista”. Respuesta: “No puedo entregarles armas. Cada guardia
civil que caiga muerto dejará un fusil: apodérense de él”. (Risas)
Camaradas y amigos: Afortunadamente ni nuestro partido, ni la
Confederación Nacional del Trabajo, ni ninguna otra organización proletaria con
responsabilidad de clase, siguió aquellos absurdos consejos que la pequeña
burguesía timorata nos daba en la noche que podía ser decisiva para la
revolución en España y en Cataluña.
Aquella misma noche sacamos de donde las teníamos guardadas las
armas que nos habíamos podido proporcionar poco a poco; armamos en nuestro
local central a nuestros militantes y a la mañana siguiente, al amanecer,
tuvimos noticias de que los militares se habían lanzado a la calle, y poco
después de que se encontraban ya en la plaza de la Universidad y en la plaza de
Cataluña. El objetivo de los militares se veía bien claro: se trataba
sencillamente de unificar los primeros cuarteles sublevados, con Atarazanas y
capitanía general; se trataba de ocupar en una operación envolvente el palacio
de la Generalidad, la Dirección General de Seguridad, las estaciones y la
Consejería de Gobernación, proclamando así una dictadura y ahogando en sangre
toda resistencia del proletariado de Barcelona y del proletariado de Cataluña e
imitando, pero con mucha más sangre, extraordinariamente agravada, aquella
misma victoria que se le dio al general Batet, que ahora lucha contra nosotros
en Burgos, el 7 de octubre de 1934. (Aplausos)
Camaradas: La batalla de Barcelona, la batalla de Cataluña fueron
batallas decisivas en la lucha empeñada entre la revolución y la
contrarrevolución. No os quepa duda alguna que si el militarismo hubiera
conquistado Barcelona y Cataluña, la batalla de toda España estaba
completamente perdida para toda la clase trabajadora española. Zaragoza en
manos del fascismo, Andalucía, Galicia, Castilla, ambas Castillas en manos del
fascismo, Marruecos y las Baleares y las Canarias en manos del fascismo,
Valencia hubiera caído también en manos del fascismo si la victoria de
Barcelona con las armas trabajadoras no hubiera llenado de pánico a los
militares de Valencia, obligándoles a permanecer recluidos en los cuarteles sin
atreverse a lanzarse a la calle. Y entonces Madrid, a pesar de la heroica
resistencia de los trabajadores madrileños, se hubiera encontrado cercado por
todas las fuerzas reaccionarias y Madrid se hubiera visto obligado a capitular,
entregándole al militarismo fascista los resortes del poder de la capitalidad
de la República. Por eso nosotros, al examinar la realidad y la experiencia de
los acontecimientos que hemos estado viviendo, tenemos que decir, camaradas y
amigos, que aquellos que durante las jornadas del 19-20 y ulteriores supieron
regar las calles de Barcelona y de Cataluña con su sangre -Ascaso, nuestro
camarada Germinal Vidal, nuestro gran militante Batista y todos los que junto a
ellos cayeron- merecen un homenaje eterno de admiración, no solamente del
proletariado de Cataluña y de toda España, sino del proletariado internacional;
a ellos les debemos la victoria y por eso sus nombres serán inmortales en la
imaginación del pueblo trabajador. (Grandes aplausos)
No podemos perder. El fascismo no pasará
Camaradas y amigos: No necesitamos pronunciar aquí palabras de
aliento para la clase trabajadora española que lucha en la ciudad y en campo y
mucho menos todavía para nuestros valientes milicianos que, en las pardas
tierras aragonesas, y en la sierra castellana, y en la cuenca minera asturiana,
y en Andalucía y en todas partes, se está batiendo heroicamente, para decidir
con las armas de la razón la razón absoluta de nuestras armas. No necesitamos
pronunciar palabras de aliento porque el aliento vasto y profundo en esta hora
inmensa para el proletariado mundial nos llega de ellos mismos. Sois vosotros
quienes nos alentáis a cada instante a seguir hacia adelante; son nuestros
camaradas del frente quienes con su conducta heroica nos alientan
constantemente a seguir hacia adelante, hasta las últimas consecuencias de la
revolución proletaria, de la revolución socialista en España. De todas formas,
dos palabras sobre la situación y sobre las perspectivas que nos ofrecen los
diferentes frentes.
Camaradas: Lo decía hace un instante el compañero Oltra Picó, que
acaba de llegar del frente de Huesca: el enemigo se bate a la defensiva, el
enemigo no puede pasar de la defensiva a la ofensiva contra las tropas de la
clase trabajadora, y en una guerra, imperialista o civil, quien se bate a la
defensiva podrá resistir más o menos tiempo, pero está completamente perdido y
puede dar su causa por malograda y por muerta. No cuentan los militares
fascistas con poblaciones de valor industrial para renovar su material de
guerra; no pueden establecer entre sí, divididos como están, sitiados como
están en diversas poblaciones y regiones, un mando único para la distribución
racional de las energías combativas y de los medios guerreros, alimenticios u
otros de resistencia. Al mismo tiempo cuentan con un factor negativo, y es que
tanto la población obrera como los soldados permanecen sometidos hoy en
Zaragoza y en Oviedo y en Sevilla y en Córdoba y en Granada, a una disciplina
militar férrea y a un terror de todas las horas, pero tanto los obreros como
los soldados de Zaragoza y de Oviedo y de Badajoz y de Sevilla, esperan la
primera oportunidad para volver sus armas contra esos militares y aplastarlos
en colaboración con los milicianos de la revolución española. (Ovación)
Por el contrario, nosotros contamos con los centros principales,
con las capitalidades decisivas en España, como son Barcelona y Madrid
principalmente; contamos con los centros industriales, y eso nos ha permitido
en Cataluña crear una industria de guerra capaz de suministrar materiales a
nuestros combatientes, para que con esos materiales y su heroísmo nos
conquisten la victoria, de la cual no tiene nadie derecho a dudar en estos
momentos. (Aplausos) De otra parte, desde el punto de vista de los factores
psicológicos, nuestros milicianos, inexpertos al comienzo en el manejo de las
armas y en las operaciones combativas, nuestros milicianos se han templado, ya
han adquirido experiencia, han templado su valor; se han retirado los que no
servían y han pasado a llenar otra función al servicio de la revolución. Los
que quedan en el frente son los verdaderos soldados, son los verdaderos héroes
de la revolución, decididos, sin ningún género de duda, a activar la victoria
para la clase obrera española e internacional.
No podemos perder -desde aquí lo decimos con palabra emocionada y
objetiva-, no podemos perder, no perderemos. Dijimos ayer, seguros del espíritu
de combatividad del proletariado español, que el fascismo no pasaría, y hoy
decimos que ni pasó, ni pasa ni pasará mañana en España. (Grandiosa ovación)
Frente a la no neutralidad de Hitler y Mussolini, ¿cuál es la actitud de Blum y de Stalin?
Ya sabemos, porque hay pruebas de ello, que Mussolini e Hitler
apoyan materialmente y escandalosamente a los fascistas españoles. Les mandan
aviones, les mandan ametralladoras, les apoyan porque saben perfectamente que
el aplastamiento del fascismo en España supone para mañana el aplastamiento del
fascismo del mundo entero y la marcha ascendente de la revolución proletaria
internacional. Pero a este respecto nosotros tenemos que decir: Hitler y
Mussolini apoyan abiertamente y descaradamente al fascismo español, pero frente
a ese apoyo de dos jefes de estado fascistas, ¿cuál es la actitud del gobierno
francés presidido por el socialista León Blum, y cuál es la actitud de la Rusia
soviética dirigida por Stalin? Camaradas: Uno y otro se han proclamado
neutrales, han dicho que querían permanecer neutrales; y nosotros decimos desde
aquí, con toda firmeza, con toda responsabilidad, que en el mismo momento en
que a través de nuestra guerra civil se juega el porvenir del proletariado
francés, del proletariado europeo y de la propia Rusia soviética, permanecer
neutrales frente a la no neutralidad de Mussolini e Hitler es un crimen contra
la clase obrera y contra... (Una gran ovación impide oír el final del párrafo)
Camaradas: En tiempos de Lenin, en los tiempos en que la Internacional
Comunista era comunista y no republicana, Rusia no permanecía neutral ante el
movimiento revolucionario de Italia ni ante la revolución alemana, ni más tarde
ante otros movimientos revolucionarios internacionales. Entonces todos los
medios económicos y políticos y materiales estaban a la disposición de la
revolución internacional, porque precisamente Lenin y Trotsky sabían, y así lo
habían dicho repetidas veces, que la revolución rusa no podría salvarse si no
se realizaba la revolución internacional.
Por eso nosotros decimos ahora: Se ha formado en España un
Gobierno con mayoría socialista, que pertenece a la Segunda .Internacional, a
la cual pertenece también León Blum, y con comunistas, sometidos a la
disciplina de la Tercera Internacional, que dirige el Partido Comunista Ruso,
o, mejor dicho, Stalin. Y nosotros les planteamos este problema: ¿Por qué
ustedes, que comprenden desde las responsabilidades del poder la magnitud de
la lucha empeñada en España, no tratan de obligar a Blum de una parte, y al
Gobierno Soviético de otra, a someterse a la disciplina de las Internacionales
y a las exigencias del proletariado español y del proletariado internacional?
Muchas veces, en muchas películas de actualidades, hemos visto la formidable
flota aérea que ha llegado a crear la Rusia Soviética, y nosotros decimos que
en el momento en que Mussolini e Hitler mandan sus aviones para favorecer a
Franco y a Queipo de Llano, el Gobierno soviético no tiene derecho a negarnos
sus aviones para derrotar a Franco y a Queipo de Llano. (Ovación)
Camaradas: En lugar de hacer un llamamiento en ese sentido a la
disciplina y al apoyo de las dos Internacionales, la declaración ministerial
del nuevo Gobierno español, que comentará oficialmente después el camarada Nin,
se limita a decir que el Gobierno español manifiesta su respeto a todos los
países y que quiere mantener buena amistad con todos ellos. Nosotros
contestamos que para la Italia fascista y para la Alemania fascista no tenemos
ningún respeto, y no lo tenemos porque anunciamos desde aquí el propósito
firme, después de haber aplastado al fascismo en España, de ir a aplastar al
fascismo en aquellos países. (Ovación)
La solidaridad del proletariado internacional
Afortunadamente, de la misma manera que existe el proletariado español
y que el proletariado español ha salvado la situación en España, existe también
un proletariado internacional que, por encima de los hombres hoy responsables
de las diversas Internacionales, saben cumplir en estos momentos con su deber
de solidaridad para con el proletariado español.
Camaradas: El proletariado de Francia, los antifascistas de Italia
y de Alemania, el proletariado de Inglaterra, no permanecen neutrales en esta
guerra civil a muerte que hemos entablado en España. En Francia y en Inglaterra
se recoge dinero para mantener la lucha entablada. Se nos mandan productos
farmacéuticos para curar a nuestros heridos y diariamente, cuando hay una
manifestación en París o en otro centro de Francia, cada vez que se les habla a
los proletarios de solidaridad con respecto a España, contestan: “Aviones y
municiones para España, aviones y municiones para España...”. (Aplausos)
Y diariamente nos llegan aquí camaradas de los diversos países que
vienen a pedir un fusil y a ofrecernos su vida. En el frente de batalla de
Aragón se encuentran, en estos momentos, combatiendo codo con codo con nuestros
milicianos, trabajadores de los diversos países. Esta madrugada, hacia las tres
y media, nos han traído de la línea de fuego de Huesca el cadáver de un
camarada francés que, con las armas en la mano, ha sabido caer defendiendo la
revolución española. Yo os pido un saludo de homenaje a todos los camaradas
caídos en la lucha contra el fascismo, tanto españolas como de los demás
países. (Espontáneamente, todo el auditorio se pone en pie y saluda con el puño
en alto, guardando un minuto de silencio)
No se trata de una guerra entre hermanos, sino de una guerra a muerte entre enemigos irreconciliables
Hace unos días, Indalecio Prieto, que hoy forma parte del Gobierno
español, decía por radio que la lucha que estamos manteniendo era una lucha
fratricida, es decir, una lucha entre hermanos. Nosotros tenemos que decirle
esto: No pueden ser hermanos nuestros quienes desde Tetuán mandan a los moros
con el fin de asesinar a trabajadores españoles. No lo pueden ser aquellos que
en Badajoz hace unos días hicieron fusilar a mil doscientos prisioneros en una
hora. No lo pueden ser aquellos que en Zaragoza hacen pagar con la pena de
muerte el solo delito de recoger un papel del suelo, lanzado por nuestros
aviones, o de conectar con una de las radios de las ciudades que permanecen en
nuestro poder.
Camaradas y amigos: El general Franco declaraba días pasados a un
corresponsal de prensa extranjera que él estaba dispuesto a fusilar a la mitad
de los españoles. Tenemos que decirle a Franco esto: Si usted es tan guapo y
tan valiente, avance hacia Cataluña y veremos quién fusila a quién. (Ovación)
Y a Indalecio Prieto y a quienes comparten el criterio de
Indalecio Prieto tenemos que decirles lo siguiente: no se trata de una lucha
fratricida, sino de una lucha sin cuartel. No tiene usted derecho a pedirnos
piedad ni generosidad para quienes son nuestros enemigos a muerte, y a muerte
estamos dispuestos a continuar la lucha hasta la victoria total de la
revolución socialista en España. (Grandes aplausos)
Consignas de nuestro partido:
¡Ni un paso atrás! ¡Nada de pactos ni de compromisos con el
enemigo!
¡Hasta el fin! ¡Hasta vencer o morir!
Camaradas: ¡Viva la revolución española e internacional!
(Calurosa y prolongada ovación)
Julián Gorkin
Mitin
en el Gran Price de Barcelona
6 de septiembre de 1936
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