Fotografía de Robert Capa |
Porque
sopla un ventarrón huracanado de guerra que derriba las debilidades, el cuerpo
del soldado del pueblo y de la tierra debe alzarse en sus pies con una
fortaleza a prueba de cañonazos. Entre las demás, el hombre es el arma
principal del combate. Más que de aeroplanos, baterías, fusiles, bombas, las
victorias dependen de la mano del hombre guerrero. Me parece saber que, en
todos los tiempos, el hombre dedicado a la pelea ha procurado ser esto: un arma
en las mejores condiciones para esgrimirse y herir al enemigo.
Nuestra
Brigada ha entrado en un periodo de reposo. Trae en sus ropas y en sus botas
barro y sangre de las trincheras y una pérdida de energías que necesita
recobrar. Por desgracia, observo que muchos de mis compañeros van a las líneas
de fuego con tristeza y vienen de ellas con una cara de alegría que no tratan
de disimular. Eso me demuestra que luchan por casualidad, por fatalidad y por
inconsciencia, y no por vocación de luchadores, por afán de exterminar al
enemigo, por ansia de ver satisfechas las ansias de libertad y de justicia del
pueblo. A las trincheras de ha de ir con más alegría, con más entusiasmo que
los que manifiestan tantos al dejarla, o con la expresión inalterable que
debiera verse siempre en las facciones del soldado.
Vuelvo
a lo que hablaba de que, nuestra Brigada, ha venido al reposo. El reposo del
soldado debe ser un constante cultivo de su salud, de sus fuerzas: una guerra
constante a todos los excesos que resten seguridad a su pulso, resistencia a
sus músculos, agilidad a sus piernas, inteligencia a su pensamiento. El reposo
del soldado ha de ser austero.
No
abusará ni de la bebida ni de su condición masculina. Será abundante en el
sueño; breve y poco asiduo en frecuentar la compañera; escaso en el tabaco.
Cuidará su cuerpo como el arma combativa que es, y las habitaciones limpias, el
aire, el sol, y el libro que agudice sus conocimientos y sus astucias para
combatir serán, y muy particularmente, la atmósfera en que se
desenvuelva. Comerá con sobriedad para que no se dilaten su carne ni su
vientre. El fascismo extranjero y extranjerizante pretende hacer de España una
colonia de esclavos, y uno de los deberes transcendentales de cada español,
campesino, modesto hacendado, obrero, es procurar ser un arma magnífica,
invencible, para defender las tierras generosas de España.
Hombres
de nuestra brigada: vosotros sabéis que una cantidad de caídos, inutilizados y
agotados en los frentes de lucha son producto de la vida desenfrenada,
cabaretera, sucia, chula y miserable que han seguido. La gravedad de la
situación en la que se encuentra la patria que nos ha parido, si nuestra
dignidad, si nuestra hombría de hombros no son suficientes para contenernos,
exige sangrando y gritando angustiosamente a los soldados del pueblo y de la
tierra que somos, un estilo de vida duro con todos los vicios y mezquindades;
limpio, sencillo, varonil. Hemos de pasar muchas calamidades y privaciones a lo
largo de esta guerra en que nos han metido: que nos encuentren con las mayores
reservas enérgicas, y así no quedaremos después de ella en un pueblo de inutilizados
y enfermos. Así seguiremos siendo las claras y fuertes herramientas de trabajo
que abandonamos y que nos esperan en su abandono.
Los
hombres de nuestra brigada servirán de ejemplo a los otros, reluciendo y
campeando en la guerra como las armas de más resistencia y empuje.
Miguel
Hernández
Al
Ataque (Madrid), 30 de enero de 1937
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