Dos niñas en el campo de concentración de Argeles sur Mer, febrero 1939 |
La
presión de las tropas franquistas en las primeras semanas de 1939 hizo que los
días 5 y 6 de febrero el presidente de la República, Manuel Azaña, el
presidente de las Cortes, Diego Martínez Barrio y el presidente del Gobierno,
Juan Negrín, así como los presidentes de los Gobiernos autónomos vasco y
catalán, José Antonio Aguirre y Lluís Companys, se trasladasen a Francia.
Se celebró una reunión del Consejo de
Ministros en Toulouse en la que se tomó la decisión de regresar a la zona de
centro-levante, todavía controlada por la República. Así lo hizo el Gobierno,
pero don Manuel Azaña decidió desoír el llamamiento de Negrín. Consideraba que
la guerra ya estaba perdida. El mismo día que Francia e Inglaterra reconocían
oficialmente el Gobierno de Burgos, el 27 de febrero de 1939. Azaña enviaba una
carta al presidente de las Cortes presentando su dimisión.
El 1 de febrero se habían reunido por
última vez las Cortes de la República en los sótanos del Castillo de Figueras.
Respaldaron la política del Gobierno presidido por Juan Negrín.
La siguiente reunión de las Cortes tendría
lugar ya fuera del territorio nacional, en París, el 3 de marzo, para dar
cuenta de la dimisión de Azaña. Le correspondía al presidente de las Cortes
asumir provisionalmente la presidencia de la República, de acuerdo con las
previsiones constitucionales. Sin embargo, Martínez Barrio condicionó su
aceptación a una consulta previa a Negrín, que no llegó a producirse. De hecho
la República quedó acéfala al dejar también Martínez Barrio la presidencia de las
Cortes que pasó a manos del vicepresidente primero. De modo
que cuando todavía las tropas republicanas seguían luchando en la zona
centro-levante, la República quedaba huérfana de las máximas autoridades
constitucionales.
Los días 31 de marzo y 1 de
abril se reunió la Diputación Permanente de las Cortes en París. Tras la
derrota brotaban los enfrentamientos: la Diputación se opuso a Negrín. En una
nueva reunión, el 26 de julio de 1939, la Diputación Permanente decidió cesar
al Gobierno Negrín y asumir sus responsabilidades. En el trasfondo latía la
rivalidad entre Prieto y Negrín, de largas consecuencias. Negrín quedaría
descalificado y marginado. Incluso sus antiguos aliados, los comunistas, le
dieron la espalda tras la firma del pacto germano-soviético de no agresión el
27 de agosto de 1939.
La
Diputación Permanente de las Cortes creó la Junta de Asistencia a los
Republicanos Españoles (JARE), un organismo de auxilio a los refugiados que,
simultáneamente, sirvió de plataforma política para las corrientes que en el
PSOE, UGT y los tres partidos republicanos -IR, UR, PRF- seguían la línea
anticomunista y antinegrinista que lideraba Indalecio Prieto. Su gran
competidor fue el Servicio de Evacuación de los Republicanos Españoles (SERE),
plataforma política de los negrinistas y de sus aliados comunistas.
Similar
proceso de desintegración sufrieron los Gobiernos catalán y vasco.
Con la
ocupación alemana de una parte de Francia, pocos dirigentes políticos
permanecieron en el país vecino. Entre esos pocos estuvo Lluís Companys que
permaneció en la zona ocupada. Detenido por los alemanes, fue entregado a
Franco. Condenado a muerte, fue ejecutado en Barcelona el 15 de octubre de
1940. La presidencia de la Generalitat la asumió de manera interina el
presidente del Parlamento catalán.
El
Gobierno vasco continuó funcionando en Francia bajo la presidencia de José
Antonio Aguirre, del PNV, hasta la ocupación alemana que sorprendió a Aguirre
en Bélgica de donde pasó a Berlín donde permaneció un tiempo oculto hasta que
en el verano de 1941 pudo salir hacia América. Terminó estableciéndose en Nueva
York.
Los
partidos políticos y los sindicatos experimentaron en el exilio procesos
similares de división y de desvanecimiento, si bien existieron intentos de
reorganización en los mismos campos de concentración, desde los primeros
momentos. Los socialistas, por ejemplo, se reunían en Barcarés. En esas
reuniones decidieron crear una misma Compañía de Trabajo integrada por unos 250
hombres a la que más tarde se unirá otra, también formada por socialistas,
entre ellos Manuel Muiño quien será uno de los pilares de la UGT en el exilio.
De ese grupo de socialistas del campo de Barcarés formó parte Paulino Barrabés
Galindo, alcalde de Monzón (Huesca) hasta que la localidad fue ocupada por las
tropas de Franco. Estos grupos de socialistas recogieron
mensualmente entre cuatro y cinco mil francos que distribuían a los mutilados,
enfermos y necesitados.
La
mayoría de los dirigentes políticos emigraron a América. En líneas generales,
aunque hubo excepciones, los dirigentes, los intelectuales y cuadros
consiguieron partir hacia América, mientras que en el polvorín europeo
permanecieron las bases obreras.
Los
sindicatos, una vez perdido el referente laboral y reivindicativo, orientaron
su actividad hacia el ámbito político tendiendo a identificarse con los
partidos políticos de su sintonía. Fue a partir de la primavera de 1944, cuando
el fin de la Guerra Mundial ya se veía próximo, cuando partidos y sindicatos
recuperaron una mayor actividad reorganizativa y política.
Los
socialistas -la mayoría de cuyos dirigentes, salvo Largo Caballero y Negrín,
habían emigrado a los países americanos- reconstituyeron su partido en Francia
en el Congreso celebrado en Toulouse los días 24 y 25 de septiembre de 1944 en
el que los delegados representaban a 5.277 afiliados. Fue elegido presidente
Enrique de Francisco, vicepresidente Trifón Gómez y secretario general Rodolfo
Llopis. En octubre de aquel año se reiniciaba en Toulouse la publicación de El Socialista. El segundo
Congreso en el exilio tendría lugar, también en Toulouse, en la primavera de
1946. En ambos predominaron los planteamientos políticos de Prieto. La fracción
negrinista quedó marginada.
La CNT
había empezado también a reorganizarse en los propios campos de internamiento
del sur de Francia. Sus órganos de representación los reconstituyeron en México
donde a partir de 1942 empezaron a publicar su órgano de expresión, Solidaridad Obrera.
El
Movimiento Libertario Español se reconstituyó en Francia en el otoño de 1944.
La diferencia de posiciones ante la colaboración o no con las otras fuerzas del
exilio, produjo una escisión.
El PCE,
que desde los primeros momentos del exilio contaba con el apoyo del Partido
Comunista Francés y de los diplomáticos soviéticos en Francia, intentó
controlar toda la actividad política de los exiliados españoles a través de una
política de Unión Nacional. Su estrategia implicaba el entendimiento con las
fuerzas conservadoras, a excepción de los falangistas. Pusieron en pie la UNE
(Unión Nacional Española) en noviembre de 1942 y lanzaron el periódico Reconquista de España.
Iniciaron contactos con grupos de la derecha española y organizaron grupos
guerrilleros en el interior tras la tentativa de invasión armada en 1944 por el
valle de Arán. Las restantes fuerzas políticas exiliadas rechazaron esta
estrategia y la UNE fue disuelta a finales de 1945.
La
mayoría de los integrantes de los partidos republicanos, gentes de clase media,
emigraron a México. En la primavera de 1940 crearon allí un movimiento
político, la ARE (Acción Republicana Española) en el que se integraron
Izquierda Republicana, Unión Republicana y el Partido Republicano Federal. El
intento de convertir ARE en un partido republicano único no tuvo éxito.
Las
instituciones republicanas también se reconstituyeron en el exilio. La
Diputación Permanente de las Cortes se reorganizó en México, como queda dicho
más arriba, en septiembre de 1940. Su actuación de mayor trascendencia fue el
acuerdo, suscrito por IR, UR, PSOE, ERC y ARC, para establecer un pacto de
unidad para restaurar la República española fundamentado en el acatamiento a la
Constitución de 1931 y a los Estatutos de ella derivados. Para desarrollar ese
acuerdo se creó la Junta Española de Liberación (JEL), que consiguió la
adhesión de numerosos partidos políticos, sindicatos e intelectuales. Su mayor
éxito fue el conseguido en la Conferencia de San Francisco en la primavera de
1945 en que se aprobó, el 19 de junio, por unanimidad la condena moral del
régimen de Franco y su rechazo como miembro de la ONU.
El
éxito de la JEL en la Conferencia de San Francisco propició una reunión de la
Cámara de Diputados de la República española en México el 17 de agosto de 1945
a la que asistieron cerca de cien diputados. Se proclamó a Martínez Barrio,
presidente de la República. Ante él, Negrín presentó su dimisión como
presidente del Gobierno, siendo elegido para sustituirle, José Giral, de IR
quien constituyó un Gobierno en el que estaban representados además de los
partidos republicanos, el PNV, PSOE, UGT y MLE-CNT, así como los independientes
Ángel Ossorio Gallardo y el general Juan Hernández Saravia. Los comunistas se
negaron a participar en un Gobierno que no estuviera presidido por Negrín.
El
Gobierno Giral inició el proceso de reorganización institucional a pesar de los
escasos recursos disponibles. La favorable acogida del Gobierno francés hizo
que las instituciones republicanas se trasladaran a París donde en los primeros
meses de 1946 quedaron instalados el presidente de la República y el presidente
del Gobierno. Tras el fusilamiento por parte de Franco del comunista Cristino
García Grandas, uno de los guerrilleros que se habían introducido en el valle
de Arán en 1944, y que durante la Guerra Mundial había destacado por su
heroísmo luchando en suelo francés contra los alemanes, por lo que el Gobierno
francés le había concedido la más alta condecoración, el Gobierno francés se
propuso llevar la cuestión española ante el Consejo de Seguridad de la ONU.
Pero desistió ante la posición inglesa y norteamericana que consideraban que no
debían injerirse en cuestiones internas del Estado español. Tras la «Nota
Tripartita» suscrita en tal sentido por USA, Gran Bretaña y Francia, se
desinflaron muchas de las esperanzas que los exiliados españoles habían tenido
al término de la Segunda Guerra Mundial.
Un año
después el Gobierno en el exilio haría crisis y su presidente, Giral, dimitía
tras las tensiones con los sectores del exilio -entre otros el grupo de Prieto-
que lo consideraban un obstáculo para las negociaciones con las instancias
internacionales. La posibilidad de una alternativa republicana al régimen de
Franco se desvanecía.
No
obstante, la República española mantuvo en el exilio su continuidad, siquiera
fuese de forma simbólica, hasta el año 1977 en que sus órganos representativos
se disolvieron al comprobar que la transición democrática iniciada en España
iba en serio.
Félix Santos
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