París, 9 de mayo
Se necesitan muchos ejemplos pasados para
estudiar una guerra. Nuestra propia guerra civil americana duró cuatro años.
Empezó con la batalla de Bull Run, en que las tropas federales voluntarias
corrieron como los milicianos españoles en algunas de las primeras batallas en
España el verano pasado; y terminó con Gettysburg, donde las mismas tropas
federales, curtidas ahora en cuatro años de lucha, fueron un muro de granito contra el que la oleada del maravilloso ejército restante de Lee
se rizó, rompió y cayó. Pero mientras Lee luchaba con brillantez hasta el final
en el este, ganando batallas hasta el mismo fin, el sanguinario martilleo que
rompió a los confederados y acabó con sus efectivos militares fue asestado en
el valle del Mississippi.
La siguiente guerra civil tuvo lugar en Rusia, donde durante
casi dos años el ejército rojo estuvo en constante retirada. Kolchak,
Yudenich, Denikin y Wrangel cosecharon grandes y continuas victorias. Todos
fueron apoyados por diversas potencias europeas, como apoyan a Franco en la
actualidad y como Inglaterra apoyó al Sur en nuestra guerra civil. Sin embargo, el
tiempo, un pueblo unido y la geografía los derrotó a todos. Un beligerante con
el tiempo y la geografía de su lado dispone de los dos aliados más preciosos.
Hace dos meses fui a España esperando ver la caída de Madrid y lo
que viniese después. Desde el exterior se tenía la impresión de que las
potencias europeas no intervencionistas habían decidido que el gobierno iba a
perder en cualquier caso y dado permiso a Mussolini para asumir la tarea de
poner un rápido fin a la guerra. Pero en una batalla de ocho días en el frente
de Guadalajara el nuevo ejército español, reforzado por brigadas mixtas de tropas internacionales
experimentadas, frenó el sueño italiano de expansión en Europa. Los italianos
tenían un magnífico material, una fuerza intensamente mecanizada y el mayor
porcentaje de armas automáticas por número de hombres jamás utilizado hasta
entonces por la infantería en una guerra.
En esta batalla sus tanques ligeros resultaron absolutamente
inútiles, frágiles como conchas, en comparación con los tanques de tamaño
mediano que los españoles habían comprado a los rusos. Su transporte motorizado
fue bombardeado en las carreteras a pesar del tiempo más desfavorable para
volar.
Tres divisiones de sus tropas fueron destruidas en la batalla y
ametralladas y bombardeadas por aviones del gobierno mientras huían. La única
arma que resistió fue la artillería, que se mantuvo en la retaguardia y cubrió
la retirada hasta mucho después de que la infantería huyera en el pánico más
absoluto. Gracias a este valor de la artillería, que permaneció en sus
posiciones a lo largo de la carretera de Aragón y frenó el avance del gobierno
y, casualmente, el avance del coche de este corresponsal, mucho después de que
huyeran sus propios tractoristas, pudieron capturarse tantas piezas de artillería
italianas.
En la batalla de Brihuega los italianos sufrieron más bajas en muertos y heridos que en tropas
blancas en toda la campaña de Etiopía. Si hubiesen ganado la batalla, no habría
tenido importancia. Pero al mismo tiempo, otras dos divisiones italianas eran
incapaces de avanzar en una ofensiva rebelde para tomar las grandes minas de
mercurio de Pozoblanco en el frente de Córdoba; y a finales de marzo Franco
sabía que su ayuda italiana, con la que había planeado ganar, era inservible.
Franco probó otra vez a las tropas italianas en Bilbao, y el mes
pasado proporcionaron al gobierno su único éxito allí. La sencilla realidad es
que estas tropas italianas no pueden o no quieren luchar en España. Lucharon bien durante dos días en la
batalla de Brihuega pero después, en general, ya no hicieron nada. Hubo casos
aislados de valentía por parte de artilleros y fusileros con armas automáticas,
y el tamaño del montón de cascos vacíos junto a un artillero muerto es el único
monumento que tendrá jamás, aparte de los dos metros en los que el cereal
crecerá un poco más alto en un campo de trigo español. Pero la infantería no
podía compararse con las nuevas tropas españolas más inexperimentadas. Solo la
artillería dio muestras de la determinación que todas las tropas necesitan para
ganar. Uno se pregunta qué habrían hecho en Etiopía contra la aviación.
Madrid es actualmente una fortaleza inexpugnable. Durante los
nueve meses de su asedio, ambos bandos han fortificado tanto sus posiciones y
han colocado ametralladoras de modo tan inteligente, que es demasiado costoso
intentar ataques desde fuera o dentro de la ciudad. Las ametralladoras dan a
los defensores tal ventaja en una guerra de posición moderna, que un asalto
solo podría tener éxito si fuera precedido por la sorpresa causada por un
ataque de gas o con ayuda de alguna forma de humo artificial, como el que
usaron los austríacos en su penetración del 15 de junio en el Piave en 1918, para disimular a la infantería y
producir una necesaria oscuridad en la que podían funcionar tanques equipados
con radiogoniómetros.
El hecho de que este corresponsal haya dormido profundamente en un
hotel a menos de dos kilómetros del frente de la Casa de Campo significa que
tiene confianza en la afirmación de que no habrá ninguna penetración repentina.
Las comunicaciones de Madrid con Valencia son todavía vulnerables
en el sector del río Jarama y es allí donde hay más probabilidad de que Franco
ataque cuando el sitio de Bilbao haya tocado a su fin. La otra alternativa de
Franco es otro ataque desde Sigüenza y Soria hacia Guadalajara para intentar
cortar por el norte la carretera de Valencia. Sabe que con buenas tropas podría
haber ganado la batalla de Brihuega y puede intentarlo de nuevo allí o un poco
más al este, en la carretera más corta de Soria que pasa por Hita. Existe una
buena carretera alternativa que va de Humanes a Fontanar y si los rebeldes
toman Bilbao, no me sorprendería que en su próxima ofensiva bajasen por aquí
hacia Guadalajara.
La clave de la situación en Bilbao son los aviones. Hasta que se
inició la ofensiva de Bilbao, el gobierno no tenía aeródromos adecuados. Los
pequeños cazas de punta chata originalmente comprados a Rusia pero
fabricados ahora en Cataluña, que son copias tan fieles de nuestros Boeing P-12
que puestos de lado los confundiríamos unos con otros, tienen muy poca
autonomía de vuelo y deben disponer de buenos campos a causa de sus altas
velocidades de aterrizaje. Con su maniobrabilidad y sorprendente volumen de
fuego de cuatro ametralladoras sincronizadas, son los vengadores de los Fiat y
Heinkel; y su historia, proezas y los cambios que han causado en las tácticas
aéreas requieren un artículo aparte. Han obligado a Alemania a enviar sus
aviones más modernos. Los dos últimos Heinkel derribados por las fuerzas del gobierno en Teruel eran
modelos de 1936.
Dicen que los rebeldes tienen ahora más de cien aviones alemanes e
italianos operando contra Bilbao, donde están temporalmente a salvo de los
pequeños cazas del gobierno que en el frente central los derribaban a medida
que iban llegando. La fuerza aérea del gobierno es ahora lo bastante numerosa
para luchar en dos frentes y proteger Madrid al mismo tiempo. En Cataluña y
otras partes del territorio del gobierno se están construyendo motores y
aviones a gran escala, pero la falta de éxito gubernamental en Bilbao se debe
más que nada a que el dominio del aire ha pasado allí a manos de los
rebeldes.
Entretanto, el tiempo favorece al gobierno en el sentido de que
mientras Bilbao resiste, entrenan a un nuevo ejército que tendrá seiscientos
mil hombres en el campo de batalla este otoño. Además de las fábricas de
aviones y motores, fabrican municiones y armas, y entrenan nuevos batallones
incorporando a ellos combatientes expertos de las Brigadas Internacionales,
cuyo efectivo real es ahora de catorce mil hombres.
Se han escrito muchas cosas absurdas sobre la fuerza de las
Brigadas Internacionales. Un reciente boletín americano estimaba el número de combatientes americanos en las
Brigadas, que ahora son todas mixtas y tienen cada una del sesenta al noventa
por ciento de tropas españolas, en dos mil quinientos hombres. En estos
momentos el número total de americanos en el frente es menor de doscientos. Una
brigada mixta española se compone de cinco batallones de quinientos hombres
cada uno. Debe haber seis tanques en cada batallón y treinta en una brigada.
Este otoño, cuando el gobierno tenga un ejército de seiscientos
mil hombres, es fácil calcular qué porcentaje de este ejército constituirán los
catorce mil internacionales, cuyo papel será de ahora en adelante morir en los ataques más difíciles y las
defensas más desesperadas mientras las tropas del gobierno aprenden a hacer la
guerra. Es muy posible que, si incluimos la ayuda naval francesa, un porcentaje
igualmente elevado de tropas extranjeras luchase con el gobierno americano en
nuestra guerra revolucionaria.
La geografía, el otro aliado del gobierno, intervendrá de nuevo
cuando Franco, si toma Bilbao, se vea obligado a luchar otra vez en la meseta
castellana. Tiene que atacar Madrid, no le queda otro remedio, y Madrid es
ahora una trampa mortal para cualquier fuerza atacante. El gobierno, en cambio,
es libre de atacar cualquier sector poco defendido o geográficamente
débil de todo el frente de mil trescientos kilómetros. Puede aislar a Córdoba e
intentar separar del norte a Andalucía. Puede subir hasta Toledo y, con otro
movimiento envolvente desde el norte, tratar de aliviar todo el sitio de
Madrid. Puede elegir entre una gran variedad de operaciones ofensivas en campo
abierto para iniciar una guerra de maniobras en cuanto sus tropas estén lo
bastante entrenadas para operar a gran escala y luchar apropiadamente con
tanques. Esto es lo que desea ver este corresponsal cuando llegue el verano.
Esto es lo que ocurrirá, sea cual sea el destino de Bilbao.
Ernest Hemingway
Despachos de la Guerra civil española (1937-1938)
Despachos de la Guerra civil española (1937-1938)
No hay comentarios:
Publicar un comentario