De pronto por el frío de las colas del hambre
centenares de voces nacen junto a la aurora.
Ya se han muerto los gallos y los perros esperan
una muerte amarilla de perros. Silenciosa.
De pronto un niño solo entre el acero
por el viento cortado de una calle de obuses;
y una desolación de letreros sin puerta,
de muñeca con barro mutilada, olvidada,
de balcones vacíos colgando manos muertas.
A veces los escombros cubren niñas dormidas,
empolvadas, desiertas entre la primavera.
Un pueblo cuya sangre gobierna al mundo, nace,
crece, y bajo las nubes domina la tormenta.
Acontecido, padre del acontecimiento,
amanecido, como la flor del sobresalto,
ardido, ardiendo vivas heridas escondidas,
conmovido, en la próxima ceniza de sus muertos,
subido, encaramado sobre el terror activo,
salido, como un río desbordado y violento.
De pronto una mujer de reventados senos,
sin leche, sin entierro, sin hijo, sin guitarra,
se incorpora en el bosque de la sangre gritando:
"¿Qué has hecho tú para evitar esto?"
A veces los escombros cubren palomas muertas,
manos caídas, ojos abiertos despoblados,
hilos de sangre en busca del arroyo secreto,
trajes de novia, limpias y familiares cosas,
cocinas patinadas por íntimos inviernos.
De pronto un muerto muerto
se incorpora en el ángel de la sangre gritando.
De su boca perdida parte un oscuro río
que corre hacia los límites de la perfecta noche.59
Y hay huesos de sustancias favorables, hay ruinas
que recobran la tierra, hay tumbas verdes,
hay la recién nacida hierba de los escombros
que explica los ocultos desiertos de la muerte.
Y hay el país del fuego cuyo nombre
gusto a raíz de tierra nos sube hasta la boca.
Hay España, hay el río madre que desemboca
en las venas que riegan el corazón del hombre.
Y una ciudad levanta ramos de ardientes muertos,
y un orgullo de ser y de poder morir
y de recuperar fervores consumidos
y nada comparable al acontecimiento
al suceso constante de la ciudad herida,
despierta sobre el sueño, desnuda sobre el frío
y a está sangre, este rango, esta gloria, esta guerra,
estas colas del hambre este día, esta hora,
esta muerte ofrecida, este brindis al mundo,
esta luz de Madrid un Primero del Mundo.
Hoy que un pueblo a la orilla del desastre orgulloso,
un pueblo en cuya voz habita la mañana,
se abre como la rosa sangrienta de la historia.
¡El mundo empieza en la llanura castellana!
Raúl González Tuñón
La muerte en Madrid, 1939
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