"Si yo escribo, no puedo ir a España. Si voy a España, yo
no voy a ir allí sentada en una silla, a sentarme así, como si hubiera faltado
el día anterior de la oficina. Tened en cuenta, amigos míos, que es toda una
vida, toda una vida... y que no sé lo que me va a pasar cuando oiga hablar
español en la calle, cuando vea que el cielo, aquella luz..., cuando yo
huela... ¡No sé qué es lo que me va a pasar! Si es morir, no me importaría;
pero no quiero que sea porque yo vaya a eso. Yo creo que está claro."
*
"Y me he vuelto. Es que es terrible, es que es terrible
volver al cabo de tanto tiempo. Yo siento la llamada. Yo quiero ir. Pero lo que
no quiero es tirarme por la ventana. Hay algo que todavía se resiste. En mi
pueblo natal, Vélez-Málaga, han decidido dar mi nombre a una calle. Al mismo
tiempo, han derrumbado la casa donde nací. La llamada es así de contradictoria.
En fin, que sea lo que Dios quiera. Eso dijo Federico García Lorca cuando
arrancó el tren: “¡Que sea lo que Dios quiera!”.
*
"Yo vine, para poderlo soportar, mirando la luz. Cuando,
por una luz anaranjada, supe que ya sobrevolaba España, entonces, sí me dio un
vuelco el corazón. Porque durante mi largo exilio ya me había dado cuenta de
que hay espacios, lugares, países color naranja, o sea, de sacrificio —México,
por ejemplo—, y otros azules —como Italia—, sin vocación sacrificial. Y, claro,
yo acabé encontrándome mejor en los países azules, donde el sacrificio, aunque
lo haya, no lo parece. En Asís, ¿te acuerdas?, no aparece el sacrificio. Y, al
ver otra vez la luz anaranjada, entonces dije: “Sí, estoy en España”. Y, ¿para
qué negarlo?, sentí también un poco de temor. Porque ninguna víctima va a
sacrificio presentándose. Yo diría que el que se presenta a sí mismo como
sacrificado es... un remedo, por no decir otra cosa peor, por no decir que es
alguien que está dispuesto a explotarlo".
*
"Bueno, mira, yo a España la
siento dentro, la llevo —no está bien que lo diga, pero tengo que decir la
verdad—, la llevo en las entrañas. Entonces, cuando no encuentro esas entrañas
mías en las entrañas de España, me puedo quedar en un vacío terrible. O también
me puedo precipitar sobre no importa qué hondonada si siento que estas entrañas
van en lo hondo: es lo que me ha sucedido siempre con España. Fuera de mí no he
estado nunca. Yo dentro de ella no he podido estar. Es una situación
paradójica, que yo ahora espero que deje de serlo. No borrar lo que ha sido, no
borrar el exilio, quizá seguir siendo exiliada en España sería una gran hazaña,
digo yo, moral".
María Zambrano
Emil Cioran habla de María Zambrano. Extraído del documental “María Zambrano, la humanista indignada”
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