Tarragona, 13 de abril
Lo más
difícil de ver en esta guerra motorizada que se prueba aquí por primera vez en
Europa es la infantería enemiga. Ayer, desde las abruptas colinas grises sobre
San Mateo, vi una ladera vomitando geyseres de polvo de roca desde una barrera
de artillería que expulsaba cuatro granadas casi por segundo. Los aviones
habían bombardeado la cumbre durante casi una hora hasta que desapareció bajo
el humo y las nubes de polvo. No obstante, cuando la artillería fue controlada y las
ametralladoras aún contestaban resueltamente desde la cumbre no se produjo
ningún ataque. En esta ofensiva la infantería no avanza para ocupar terreno
hasta que las bombas han eliminado de sus posiciones a los defensores o los han
obligado a huir, y en las montañas las tropas decididas pueden frenar el avance
indefinidamente.
La táctica de Franco en toda esta ofensiva ha sido buscar los
puntos débiles y, al encontrarlos, concentrar a la artillería y a la aviación
para el ataque, luego hacer intervenir a los tanques y vehículos blindados y finalmente traer a la infantería en camiones, protegidos por una
pantalla de caballería en ambos flancos.
A la infantería italiana le cabe el honor de avanzar hacia el mar.
Hace ocho días avistaron el mar desde los puntos altos de la carretera que
conduce a Tortosa por la orilla oeste del Ebro. Desde entonces no han avanzado
ni cien metros y hoy ya se había terminado su ataque contra Tortosa. Quizá lo
intenten de nuevo la semana próxima, ya que el prestigio de Mussolini está
seriamente amenazado por este nuevo percance italiano, pero tendrán que doblar
las tres divisiones que han usado contra Tortosa y necesitarán muchos más
aviones y artillería. Parece difícil que puedan usar más aviones, pues a
veces el cielo rebosa de ellos, pero hasta el momento ningún medio mecánico ha
podido abrir una brecha en las defensas del Ebro.
La ofensiva de Morella a San Mateo y el litoral de la provincia de
Castellón es mucho más grave para los republicanos. Ayer las tropas de Franco
estaban a solo 37 kilómetros de la costa. El gobierno tenía excelentes
posiciones defensivas y las mantenía con buenas tropas, pero Franco, conociendo
la gravedad de la interrupción del avance en Tortosa, había retirado a todos
los italianos, según informes de prisioneros hechos en un ataque a las cumbres
del monte Turmell, y usaba tropas de Navarra y moros. Las tropas
navarras atacan de verdad y sufrieron casi quinientos muertos en un ataque al
amanecer contra la altura llamada «La Tancada», que guarda la carretera de San
Mateo. Este corresponsal se perdió este ataque, uno de los pocos ataques
verdaderos que ha habido, porque requiere seis difíciles horas conducir de
Barcelona a San Mateo.
Al saber que los italianos se habían concentrado junto al Ebro, al
norte de Tortosa, este corresponsal ha perdido hoy otro día buscando un lugar
en la orilla este desde donde poder observar su ataque por el Ebro. Las escarpadas montañas de la orilla este del Ebro parecen un decorado por el que
un héroe de película del Oeste debería venir galopando, seguido de cerca por un
grupo de civiles armados. Su aspecto es casi demasiado romántico para
convertirlo en escenario de una guerra. Sin embargo, dominan espléndidamente
las posiciones de la orilla oeste y serían ideales para observar el esfuerzo
italiano. Pero no se produjo ningún ataque. Detrás de las montañas de la
lejanía, los navarros y los moros bajaban por la carretera de Catí a Albocácer,
pero los italianos estaban definitivamente frenados.
Cuando bajamos hasta el Ebro, vimos alguna infantería enemiga. Subían por la carretera de la
orilla opuesta, conduciendo unos mulos nada motorizados. En la otra margen del
río había un viejo castillo con dos ametralladoras en las torres y un bote de
hojalata en una ventana. El bote brillaba al sol y en un umbral oscuro apareció
otro soldado enemigo, nos miró y volvió a entrar. En la orilla de un trecho
poco hondo del Ebro había un largo transbordador escorado, y un cañón
antitanque del gobierno le envió una granada que silbó sobre el río, atravesó
el fuerte eco del estampido y explotó justo encima de la embarcación. La
siguiente granada le abrió un boquete en la popa. Dos granadas más explotaron cerca del barco y una arrancó
un trozo de regala. Dando ahora por totalmente innavegable al transbordador, el
cañón antitanque apuntó al umbral del castillo y una vez calculó mal la altura,
levantando polvo amarillo. Después acertó la puerta dos veces. Yo quería que
diesen al bote de hojalata de la ventana, pero dijeron que cada granada costaba
setecientas pesetas. El castillo nos disparó un poco y así lo llamamos un día
tranquilo.
Sin embargo, algún día de la semana próxima, cuando Franco haya
tenido tiempo de organizar otro ataque, el Ebro no estará tranquilo. Pero hoy
parecía un río bonito y ancho, y un poco más arriba, las tropas del gobierno
contraatacaban para despejar la confluencia del Segre y el Ebro y establecer
una línea que pudiera estabilizarse desde las montañas al mar. El norte es
todavía un problema, un grave problema que solo puede solucionarse con una
resuelta defensa de las magníficas posiciones que tiene allí el gobierno,
además de muchas tropas para defenderlas.
Más abajo de San Mateo, las tropas del gobierno luchan tal como lo
hicieron para defender Tortosa, pero con posiciones un poco más difíciles de
defender. Esta tarde, sin embargo, el avance italiano hacia el mar, vía Tortosa, ha sido por el momento definitivamente interrumpido.
Ernest Hemingway
Despachos de la guerra civil española (1937-1938)
Despachos de la guerra civil española (1937-1938)
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