I
(Otoño)
En esta noche en que el
puñal del viento
acuchilla el cadáver del
verano,
yo he visto dibujarse en mi
aposento
tu rostro oscuro de perfil
gitano.
Vega florida. Alfanjes de
los ríos,
tintos en sangre pura de
las flores.
Adelfares. Cabañas.
Praderíos.
Por la sierra, cuarenta
salteadores.
Despertaste a la sombra de
una oliva,
junto a la pitiflor de los
cantares.
Tu alma de tierra y aire
fue cautiva...
Abandonando, dulce, sus
altares,
quemó ante ti una anémona
votiva
la musa de los cantos
populares.
II
(Primavera)
Todas mis novias, las de
mar y tierra
—Amaranta, Coral y
Serpentina,
Trébol del agua, Rosa y
Leontina—,
verdes del sol, del aire,
de la sierra;
contigo, abiertas por la
ventolina,
coronándote están sobre las
dunas,
de amarantos, corales y de
lunas
de tréboles del agua
matutina.
¡Vientos del mar, salid, y,
coronado
por mis novias, mirad al
dulce amigo
sobre las altas dunas
reclinado!
¡Peces del mar, salid,
cantad conmigo:
—Pez azul yo te nombro, al
desabrigo
del aire, pez del monte,
colorado!
III
(Verano)
Sal tú, bebiendo campos y
ciudades,
en largo ciervo de agua
convertido,
hacia el mar de las albas
claridades,
del martín-pescador mecido
nido;
que yo saldré a esperarte
amortecido,
hecho junco, a las altas
soledades,
herido por el aire y
requerido
por tu voz, sola entre las
tempestades.
Deja que escriba, débil
junco frío,
mi nombre en esas aguas
corredoras,
que el viento llama,
solitario, río.
Disuelto ya en tu nieve el
nombre mío,
vuélvete a tus montañas
trepadoras,
ciervo de espuma, rey del
monterío.
Rafael Alberti
Marinero
en tierra. Poesías, 1924
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