Vine a España tan pronto como estalló
la sublevación fascista. Me enrolé como miliciano en el batallón Sargento Vázquez, y he combatido en distinto
sectores del frente madrileño. Mi entusiasmo por el pueblo español excede a
todo cuanto pudiera decirle. Los camaradas que han luchado y luchan conmigo no
sólo saben dar el pecho al enemigo como soldados valerosos, sino que procuran
además ser útiles en cualquier otra ocupación que les reclame fortuitamente.
Les he visto recoger la algarroba, transportándola en sus mantas de campaña, en
lugares situados detrás y aun delante de la línea de fuego, aprovechando los momentos
de calma o la oscuridad de la noche. Estos hombres, animados de una gran fe, un
extraordinario ardor combativo y un incomparable espíritu de sacrificio, saben
por qué luchan y contra lo qué luchan.
He publicado tres folletos sobre la lucha sostenida aquí contra el fascismo internacional. Tendrá usted una idea del interés que existe en mi país por este asunto si le digo que en un mes han salido diez ediciones, con un total de treinta mil ejemplares. Estos folletos han sido traducidos también al francés. Entre diciembre y enero últimos tuve un permiso de unos días, que aproveché para ir a mi país. Debo confesarles que jamás pude soñar en un movimiento de simpatía hacia el pueblo español como el que pude observar allí. En este movimiento participa no sólo la clase obrera, sino también la clase media, e incluso algunos elementos pertenecientes a la alta burguesía. Pero muy especialmente la juventud católica. Tenga usted en cuenta que los publicistas católicos más conocidos y prestigiosos de Holanda, como Van Duinkerken y el doctor Brouwer, así como el gran escritor católico flamenco Van Walschap –de quien pienso, y conmigo toda la juventud literaria holandesa, que es el primer escritor de nuestra patria–, no sólo han expresado verbalmente su simpatía y adhesión a la causa del pueblo español, sino que han escrito folletos y manifiestos en favor de esa causa. Por lo que respecta a Van Duinkerken, ha organizado reuniones y actos, en algunos de lo cuales tomó parte el escritor católico José Bergamín. Yo tengo pruebas irrefutables de este movimiento en vuestro favor del pueblo holandés, movimiento que, como he dicho, abarca distinto sectores de la opinión pública holandesa.
Jef Last
Política, Madrid, 7 de julio de 1937
A un compañero caído
Florecía una rosa,
blanca, en aquel campo pardo
flor de la muerte en
medio de heridos aún muriendo.
Un joven rostro habla
–al dar su último paso–
Sabido darse un aire
vago de estar sonriendo.
«Tengo frío» –clamaban
sus labios azulencos.
y con su mano, a
tientas, buscaba al compañero.
Vi resbalar su vida al
resbalar su sangre
y hacérseme su cara
cada vez más amable.
«Un muerto más,
inscrito en nuestra lista de héroes»,
Dios mío, qué náuseas
en la boca esta palabra.
No, un niño que
arrastró al bruto que arma al hombre,
un aliento de menos de
boca que cantaba.
Un canto que se
quiebra a la primera estrofa,
un corazón valiente
que de pronto acribillan,
un compañero menos en
nuestra senda angosta
y nocturna que andamos
con barro a la rodilla.
Pero en esta mañana,
un jo ven pajarillo
se ha puesto en una
rama y hace sonar u arpa.
y para mí que oigo en
sus alegres trinos
la voz de mi caído
compañero que aún canta.
Jef Last
Frente del Pardo, 16 de febrero de 1937
Frente del Pardo, 16 de febrero de 1937
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