Pueblo de Guernika
Informante D. José de Labauria, alcalde de Guernika
Antes de la guerra, Guernica tenía 6.600 habitantes. Población obrera unos 600 individuos. Antes de 1912, no había lo que puede llamarse “la gran industria”. La población vivía del comercio (todos los lunes se celebraba feria) que mantenía con los pueblos del contorno que hacían sus compras en Guernica. Había lunes en que afluían alrededor de cuatro mil y cinco mil personas de los pueblos. En 1912 se instaló, con subvención del Ayuntamiento, la fábrica de armas (pistolas “astra”) Esperanza y Unzeta, fábrica que más tarde fue disuelta en dos. Esperanza que se trasladó a Marquina, y Unceta y Cía. que continuó en Guernica. Otra fábrica —Amurrio y Cía— fue instalada hacia el año 1928, se hacían instrumentos y ajuar de cocina (cubiertos, vasijas). Había, además, una alpargatería La Industrial Vizcaína. En estas fábricas se empleaban unos 600 obreros.
Había seis escuelas nacionales; una (confesional) de párvulos fundada por las Emakumes, donde se enseñaba en vascuence; otra privada regentada por un maestro ex religioso (primaria y secundaria, también confesional); otra de niños (confesional y euskerica) regentada por los PP. Jesuitas Goikoetxea: otra privada (primaria y secundaria cristiana) regentada por una maestra; en Lumo una escuela de barriada de la Diputación; colegio de los Agustinos (primaria y secundaria); colegio de niñas (primaria y secundaria) regentada por religiosas carmelitas; Instituto de segunda enseñanza. Sólo en las escuelas de las Emakumes y de los PP. Jesuitas se enseñaba en vascuence. Estos (los jesuitas Goikoetxea —dos hermanos arratianos—) hicieron labor intensísima de cristianización y de vasquización desde que se establecieron a raíz de la disolución de la Compañía de Jesús: tenían su escuela en la casa Ziarreta.
Dos parroquias: la de Sta. María y la de San Pedro (ésta en Lumo). Había, además, las iglesias de San Juan, de las Josefinas, de las Carmelitas, de los Agustinos, de las Clarisas, de las Mercedarias (situada junto a Guernica, en el barrio de Axangiz).
Había 14 curas: tres en Lumo, cinco en Sta. María, el capellán de las Carmelitas; el de San Juan, el de las Clarisas, el de las Mercedarias, y dos libres.
Eran raros quienes no fuesen a la iglesia: hasta muchos de los rojos iban a la iglesia los domingos. Sólo alguno que otro alienígena, como algún barquillero o gitano, dejaba de cumplir con la iglesia.
En las iglesias se predicaba poco en vascuence: casi todo se había en castellano: el rosario, la enseñanza del catecismo, los cantos, la predicción. Los PP. Goikoetxea fueron lo que restauraron el uso del vascuence en las preces y cantos de la misa de las seis en la iglesia de Sta. María.
El Arcipreste Sr. Iturraran no era amigo del vascuence, aunque sabía hablarlo bien. Hacía harta política carlista españolista, como también lo hacían D. Secundino Obieta, D. Pedro Aboitiz, y D. Ramón Estefanía, D. Pedro Bilbao.
Había en el pueblo varias sociedades: Guerniquesa (apolítica, recreativa), y Centro vasco-español (monárquico), Círculo tradicionalista, Casa del Pueblo (socialista, reciente), Batzoki, Solidaridad de Trabajadores Vascos y U.G.T. La Sociedad Guerniquesa contaba muchos socios, el Centro vasco-español decayó mucho después del advenimiento de la República: ya apenas iba nadie. En el Círculo tradicionalista había poca gente. El Batzoki contaba unos 200 socios, todos afiliados al P.N.V. La Solidaridad de T.V. tenía más de 300 socios. U.G.T. tenía menos que Solidaridad de T.V.; pero no recuerdo cuántos eran. A la Casa del Pueblo acudía poca gente.
Había unos 2.800 votantes en el pueblo, siendo los más nacionalistas, a lo que seguían las derechas españolistas, ocupando el último lugar los rojos, según se vio en las elecciones de febrero de 1936. En la propaganda electoral las derechas emplearon toda clase de medios: los curas (ya mencionados), las carmelitas y las josefinas hicieron su labor de propaganda a favor de las candidaturas monárquicas. Los propagandistas derechistas anunciaban que el día de su triunfo los nacionalistas más destacados serían desterrados, los batzokis incautados, el nacionalismo declarado fuera de la ley, el clero vasquista enviado fuera de sus diócesis a los pueblos de Castilla y Extremadura, etc.
Antes del alzamiento de 18 de julio sabíamos que los tradicionalistas estaban armados; decíase que tenían formados sus cuadros militares y que en sus giras hacían instrucción militar. Constantemente se anunciaba su levantamiento.
No supe que los comunistas tuvieron proyectada ninguna revolución armada.
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Hasta la mañana del día 19 de julio de 1936 no tuvimos en Gernika ninguna noticia del levantamiento militar-derechista contra el Gobierno de la República.
En Gernika nada de particular ocurrió en los primeros días del movimiento, no se alteró el orden público; ni los rojos hicieron ninguna manifestación, ni las derechas españolistas se movieron. A indicación de Bizkaia-Buru-Batzar, los dirigentes nacionalistas de Gernika requisamos el día 28 de julio los conventos de Josefinas, Carmelitas, Agustinos y Clarisas, pues había temor de que lo hiciesen los rojos.
Un mes después del comienzo de la guerra civil fueron hechas en Gernika las primeras detenciones de monárquicos: Obieta (carlistya), Iturriarte (carlista), Gezuraga (monárquico), Ojanguren (carlista) y Enderika (carlista) fueron los primeros detenidos. Fue por órdenes que venían del Gobierno civil de Bilbao, por lo que la Junta de Defensa municipal llevó a cabo estas detenciones. La Junta de Defensa, constituida hacia mediados de agosto, estaba formada por representantes de los partidos del Frente Popular y nacionalista vasco y de los sindicatos U.G.T. y Solidaridad de T.V.
A raíz de las primeras detenciones, media docena de significados monárquicos se ocultaron: entre ellos estaba el arcipreste Sr. Iturraran.
El número total de los detenidos en Gernika durante la dominación gubernamental fue de 37. Hacia el mes de abril lo que estaban detenidos en Gernika —nueve— fueron conducidos a Bilbao, donde obtuvieron la libertad cuando el Gobierno de Euzkadi los dejó en manos de las tropas franquistas que entraron en la capital vizcaína. Ningún muerto hubo. Por lo demás los afiliados a partidos derechistas gozaron en Gernika de completa libertad. El sacerdote D. Pedro Bilbao fue detenido por orden del comisario de orden público, y libertado a los pocos días. Fuera de este caso ningún sacerdote ni religioso fue molestado.
Los agustinos salieron espontáneamente de su colegio, cuando parte de éste fue habilitado para cuartel, y se instalaron en casas particulares.
A pesar de haberse habilitado para cuarteles tanto el Convento de las Clarisas como el Colegio de los Agustinos, en sus iglesias no se dejó de celebrar misa todos los días.
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Las multas impuestas a los monárquicos y a comerciantes desaprensivos, durante la dominación gubernamental, sumaron alrededor de 10.000 pts.
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Próximamente a los ocho días de estallar la guerra civil, recibimos de las autoridades del P.N.V. órdenes de estar prevenidos para la defensa del Gobierno de la República. Por entonces también las mismas autoridades pasaron aviso a los Uri-Buru-batzar de atenerse a sus indicaciones en lo que respectaba al alistamiento de voluntarios, y no a otras órdenes.
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En Gernika se instalaron los batallones vascos Loyola (en los Agustinos), Itxarkundia (convento de la Merced), Saseta (Agustinos) y Amayur (Agustinos).
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En todo el tiempo de la guerra hasta el día 26 de abril de 1937 en que fue bombardeada la villa de Gernika, la vida fue normal en el pueblo, si bien aumentó la población en 2000 habitantes, a consecuencia de la evacuación de Gipuzkoa al entrar en esta región las tropas franquistas. Se instaló un servicio de asistencia social en los locales de la Sociedad Gernikesa. En aquello locales se daba de comer y cenar a más de 400 personas. Muchos otros vivían con lo que sus hijos y hermanos milicianos ganaban (el jornal mínimo era de 10 pts.), y se hospedaban en habitaciones requisadas, por la Junta de Defensa al principio, y por mí como alcalde después que las Juntas de Defensa fueron disueltas. Muchas personas estaban acogidas por familias patriotas y caritativas en sus casas: había familias que tenían acogidas en sus casas a tres y cuatro personas emigradas de Gipuzkoa. Casi todos lo que vinieron a Gernika a consecuencia de la evacuación de Gipuzkoa eran nacionalistas vascos: su comportamiento fue excelente, aún el de los no nacionalistas.
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El día 26 de abril de 1936, lunes de feria en Gernika. Aquel día había en este pueblo unas diez mil personas.
Con frecuencia veíamos pasar y cruzar el cielo de Gernika numerosos aviones franquistas. En el monte Koznoaga había guardia permanente encargada de dar señales con banderas o con disparos de arma y de cohetes cuando aparecían aviones. En correspondencia con los guardias de Koznoaga había guardias en la torre de la iglesia de Santa María con teléfono directo a Gobernación (en Bilbao) encargados de dar señales de alarma mediante toques de campanas (toques lentos, cuando se quería anunciar alarma; repiqueo para anunciar peligro). Al mismo tiempo las sirenas de las fábricas anunciaban con su pitido la marcha o ausencia de los aviones de las cercanías de Guernika.
En la mañana del 26 se vieron muchos aviones hacia el lado de Mendata y Arbacegi. Muchos temían hubiese algún bombardeo en Gernika aquel día. Precisamente por ese temor prohibí que se celebrase el partido de pelota que, como era costumbre los lunes, iba a tener lugar en el frontón aquella tarde. También salieron muchos a las afueras por esa misma causa. Aquella mañana tuvimos en la iglesia de San Juan el funeral semanal que en sufragio de las almas de los caídos en el frente mandaba celebrar el Partido Nacionalista Vasco. Eusko-Abesbatza cantaba la misa de Requiem y demás cantos fúnebres. Aquel día oí última vez el Liberame de Perosi. A este funeral acudió aquel día, como siempre, numeroso público.
Al salir de la iglesia, fui a la Casa Ayuntamiento. Allí me visitó el intendente del frontón, a quien le comuniqué que suspendiese el partido de aquella tarde en vista del mal cariz que presentaba el cielo cruzado de aviones franquistas.
En Gernika teníamos seis refugios cuya construcción estaba terminada, y seis en vías de construcción. Los ya construidos: dos en la calle Asilo Calzada; dos en Talleres de Gernika; uno en los bajos de la Casa-Ayuntamiento y uno en la calle San Juan (en Casa de Loizaga). Los no terminados de construir eras estos; uno en el paso de Artekale a Barrenkale; uno en la Plaza de la República (en el Frontón viejo); uno en la Sacristía de San Juan; otro en la plazuela de la estación del ferrocarril. Había también otros pequeños refugios en casas particulares, como el de la casa de Arana, el de la Viuda de Ezenarro, etc. En todos esos refugios podían caber unas tres mil o tres mil quinientas personas.
Cuando estaba en la puerta del refugio (en el de la Casa Ayuntamiento) comentando con otras personas lo ocurrido, vi cómo se acercaban otros ocho aviones en la misma dirección que el anterior. Me metí dentro del refugio. A continuación, hasta las siete horas y cuarenta minutos de la tarde continué oyendo constantemente detonaciones sin número. La cuarta o quinta bomba que descargaron los ocho aviones que vi desde la puerta del refugio, cayó en la misma Casa-Ayuntamiento, derrumbándola totalmente. Pero el refugio resistió: sólo que los escombros nos cerraron la puerta y la ventanilla. Creíamos todos que íbamos a morir de asfixia las 360 personas que estábamos dentro. Los más eran ancianos, mujeres y niños. Un buen rato estuvimos sin luz, hasta que logramos desobstruir la ventanilla, y más tarde la puerta.
A las 7’40 de la tarde cesó el bombardeo aéreo de Gernika. Entonces salí del refugio, y vi que el pueblo era escombrera. Suponiendo fundamentalmente que las líneas telefónicas estarían deshechas; me trasladé a Mujica con el fin de dar cuenta de lo ocurrido, por teléfono, al Consejero de Defensa y al de Gobernación, y pedir que enviaran a Gernika el servicio de Bomberos de Bilbao, pues muchas casas de la villa foral estaban ardiendo. Volvía a Gernika y recorrí el pueblo. Vi que todo estaba lleno de escombros, muchas casas ardían y otras se estaban derrumbando. La gente, despavorida, alocada, entre lloros y gritos, corrían en todas las direcciones, huía a las afueras. Entre escombros había muchos cadáveres de personas que fueron ametralladas por los aviones de caza. Los que estaban en el refugio situado entre Artekale y Barrenkale (cabían en él unas 450 personas) fueron muertos todos, a consecuencia de una bomba que cayó en la carnicería Ribera y derribó el edificio a cuyo costado estaba adosado el refugio, desplomándose éste sobre los allí refugiados. Unos individuos que huían a las afueras, cuando empezó el bombardeo se echaron al agua desde el puente de Rentería, y allí, en el agua, fueron ametrallados por los aviones de caza y muertos en número de dieciséis, de veintitrés que eran los que saltaron al río. En Asilo Calzada (hospital) cayó una bomba, alcanzando el pabellón de ancianas, en donde parecieron las veinticuatro ancianas que había. En las inmediaciones de la carretera que sube de Gernika a Lumo estaban muertos y mutilados unos cuantos individuos (uno de los testigos me aseguró que contó trece; otro me dijo que él había visto siete). En la población urbana céntrica de Gernika quedaron ilesos tan sólo los siguientes edificios: la casa de la viudad de Olazabal, la de los Allende-Salazar (hermanos: Juan y Angeles), la iglesia de Santa María (la casa cural adosada a ella se quemó encendida por-bombas incendiarias). En los arrabales quedaron más casas ilesas, entre ellas la Casa de Juntas a la que no alcanzaron las bombas que cayeron en sus inmediaciones a unos 40 metros de distancia.
Fui a la Casa de Juntas a las 10 ½ de la noche a esperar a las autoridades que me prometieron llegarían de Bilbao. En efecto llegaron al Consejo de Gobernación D. Telesforo de Monzón con su señora, el Director General de Seguridad D. Fco. Arregui y el Secretario de Defensa Sr. Irala. Les acompañé por el pueblo. Gernika ardía por los cuatro costados: constantemente se oían detonaciones de las bombas incendiarias y de otras que, al ser lanzadas por los aviones, a la tarde, no habían explotado. Cuando bajábamos hacia la iglesia de San Juan, que también estaba ardiendo, D. Telesforo Monzón, todo emocionado, decía a su señora: “Ana Mari, begira. Au ez da ikusten bizixan bein baño”. Y me preguntó: “¿Cuándo ha cesado el bombardeo no se ha amotinado el pueblo?” -“¿Cómo amotinarse?” - “¿Quiero decir: a ver si después de retirarse los aviones enemigos, los supervivientes de esta catástrofe no han intentado llevar a cabo alguna represalia contra los partidarios de los criminales que han producido esta destrucción y esta hecatombe?” - “No; mire Ud. lo que están haciendo: ayudarse mutuamente en lo que pueden”. - “Así es nuestro pueblo!”.
Antes (a eso de las nueve de la noche) habían llegado dos brigadas de bomberos de Bilbao: pero nada pudieron hacer con las combas, porque la cañería del depósito de agua había sido destrozada pro el bombardeo.
A juzgar por el resultado de las informaciones abiertas durante nuestra permanencia en Bilbao, el número de víctimas causadas por el bombardeo en la población de Gernika pasó de mil.
A meda noche volvieron a Bilbao las autoridades o representantes del Gobierno de Euzkadi. Durante lo restante de la noche me dediqué a la obra de salvamento de los supervivientes cuyas vidas estaban en peligro y a ayudar a las brigadas encargadas de desescombro (las mismas que en aquellos días estaba dedicadas a fortificaciones en las cercanías de Gernika) y a la policía motorizada y a la urbana (ertzañak) que eran nacionalistas. No hubo saqueos ni represalias. Hubo algunos casos, rarísimos, de robo de algunas prendas, como gabardinas; pero no cosa de cuantía, según pude informarme.
En Gernika no había fuerzas rojas en la época en que fue bombardeado el pueblo; sólo había algunas compañías nacionalistas vascas: todos se dedicaron a trabajos de salvamento.
De los cuatro depósitos de gasolina que había en Gernika estaban ya vacíos tres: sólo contenía esencia el de Martínez, de a calle asilo Calzada; pero este depósito no fue alcanzado por las bombas ni por el fuego.
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En Gernika no se registró ningún caso de represalias contra los partidarios del bando de Franco, aún en los momentos de más excitación popular producida a causa de los bombardeos de la aviación franquista.
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En las iglesias las funciones religiosas y demás cultos se practicaron con toda normalidad durante el período gubernamental. Ninguna imposición hubo de parte de las autoridades civiles en lo que atañía a los ministerios eclesiásticos en cuanto a la predicación y demás aspectos de la actuación de los sacerdotes: éstos gozaron de toda libertad en el ejercicio de su ministerio.
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El día 29 de abril entraron las tropas de Franco en Gernika. Yo estuve allí hasta la madrugada de aquel día. Vinieron los primeros batallones de la parte de Mendata, pasando por Axangiz y Rentería. Las únicas fuerzas gubernamentales que en Gernika había entonces (habían llegado la víspera a relevar a los batallones vascos) eran unos batallones santanderinos y asturianos. Estos opusieron resistencia a los requetés en el puente de Rentería.
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El día de su entrada, los franquistas cogieron al literato vasco Lauaxeta en Gernika. Le fusilaron más tarde en Vitoria. En Gernika no había gente entonces. La población había huido fuera hacia Rigoitia, Koznoaga etc. Aquella mañana las sirenas de las fábricas llamaron a los obreros a trabajar, y muchos acudieron a los talleres; pero, al ver que los franquistas se acercaban, huyeron saliendo de los talleres y de las casas a las nueves aproximadamente de la mañana. Yo me marché a Sukarrieta. De aquí me trasladé a Bilbao.
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Los franquistas han fusilado, que sepamos, a dos guerniqueses: D. Juan Carlos Iturri (socialista) y Briñas (socialista) y Víctor Alberdi (nacionalista) que se quedaron en Bilbao cuando entraron en esta villa los franquistas. Han aprisionado a muchos; pero yo no sé los nombres de más de los siguientes: D. Braulio Arzanegi, Carmelo Uribe, Juan Gezuraga, Hermanos Basabe (Juan y Cornelio) y Elías Ezkurdia, hermanos Alegría (Paco y Jose), Eulogio Arrien, Azpiazu.
La Rosaraie ((Ilbarritz), 2 de abril de 1938
(firma del comunicante)
La guerra civil en Euskadi: 136 testimonios inéditos recogidos por José Miguel de Barandiarán
Edit. Bidasoa, Instituto de Historia Contemporánea, 2005
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