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2829. Sobre la Alemania guerrera


Berlín, 2 de mayo de 1945.Un soldado soviético levanta la Bandera Roja sobre el Reichstag


Los alemanes —escribía Mairena— son los grandes maestros de la guerra. Sobre la guerra, ellos lo saben todo. Todo, menos ganarla, sin que la victoria sea tan lamentable, por lo menos, como la derrota. Las guerras en que intervengan los alemanes serán siempre las más violentas, las más crueles, las más catastróficas, las más guerreras, digámoslo de una vez, de todas las guerras. Si las pierden, no será por su culpa. Porque ellos llevan a la guerra todo lo necesario para guerrear: 1.° Una metafísica guerrera, y en ella definida la esencia de la guerra misma, de un modo inconfundible, perfectamente aislada de las otras esencias que integran la total concepción de la vida humana. 2.° Toda una aforística guerrera, que aconseja el amor a la guerra como condición sine qua non del guerrero, y su consecuente si vis bellum para bellunt o, como dice Nietzche: vivid en peligro, o, en lenguaje de Pero Grullo: si quieres guerra despídete de la paz, etc. 3.° Toda una ciencia supeditada a la guerra, que implica, entre otras cosas: a), un árbol zoológico coronado por el blondo germano, el ario puro, el teutón incastrable, etc.; b), setenta mil laboratorios en afanosa búsqueda de la fórmula química definitiva, que permita al puro germano extender el empleo de los venenos insecticidas al exterminio de todas las razas humanas inferiores. 4.° ¿A qué seguir? Toda una cultura colosal, perfectamente militarizada, llevarán los alemanes a la guerra, al son de músicas que puedan escucharse entre cañones. Con todo ello, los alemanes se detendrán ante una plaza militar insuficientemente defendida, para ponerle un cerco tan a conciencia, tan perfecto y cabal que, al dispararse el primer obús, la plaza sitiada tendrá un millón de defensores, y la batalla que se entable durará años y costará otro millón de vidas humanas (Mairena profetiza en esta nota algo de lo que pasó en Verdún, durante la guerra europea). La plaza, al fin, no será debelada. Pero Alemania habrá afirmado una vez más su voluntad de poderío, que era, en el fondo, cuanto se trataba de afirmar, y, desde un punto de vista metafísico, su victoria será indiscutible.

Algún día Alemania será declarada gran enemiga de la paz, y las tres cuartas partes de nuestro planeta militarán contra ella. Será el día de su victoria definitiva, porque habrá realizado plenamente, poco antes de desaparecer del mapa de los pueblos libres, su ideal bélico, el de su guerra total contra el género humano, sin excluir a los inermes y a los inofensivos. Si para entonces queda —todavía— quien piense a lo Mairena, se dirá: fué la Alemania prusiana un gran pueblo, conocedor, como ninguno, del secreto de la guerra, que consiste en saber crearse enemigos. ¿Cómo podrá guerrear quien no los tiene? Cuando Alemania llegó a comprender hondamente esta sencilla verdad: «la guerra verdadera se hace contra la paz» hubo cumplido su misión en el mundo; porque había enseñado a guerrear al mundo entero con los métodos más eficaces para exterminar al hombre pacífico. Y el mundo entero decidió, ingratamente, exterminar a su maestra, cuando ella sólo aspiraba ya a una decorosa jubilación.


Antonio Machado 
Hora de España VI, Julio de 1937









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