«No hemos aprendido como sociedad. España es un país sin educación política y sin ella no hay futuro. El pueblo español no tiene futuro.»
María
Torres / 16 de junio de 2019
Constantino tiene 92
años. Vivió la llegada de la República, el golpe de estado, la guerra, la
posguerra y la represión franquista.
Nació en Porriño en
1927. Era el segundo de los cinco hijos varones de la familia formada por Aníbal,
natural de Tenorio/Cotobade, jefe de vías y obras del tranvía de Mondariz a
Vigo, y de su esposa, natural de Porriño.
Los abuelos paternos
eran grandes terratenientes, aunque a él siempre le contaron que eran
agricultores. Su abuelo materno fue secretario general de Partido Socialista Obrero
Español en Porriño, carpintero de profesión, que trabajó con el arquitecto y
urbanista porriñés Antonio Palacios en el montaje de la carpintería del Palacio
de Comunicaciones de Madrid.
Tino, como le gusta
que le llamen, vivió la Guerra de España como si fuera una aventura, sin ser
consciente de la tragedia hasta muchos años más tarde. Dibujó en una pared,
sobre papel de estraza, un gran mapa de España, en el que iba señalando las
batallas, las victorias y las derrotas de los dos ejércitos enfrentados. Con
diez años, impartía charlas para informar del desarrollo de la Guerra. Tiempo
después se afiliaría al Frente de Juventudes por salir del pueblo y participar
en los campamentos que organizaban. Asegura que nunca sintió la vocación de ser
falangista.
Constantino tiene una
memoria prodigiosa. De niño enfermó de tuberculosis y aún recuerda el nombre y
la composición de los medicamentos con los que fue tratado y cree que debe su
larga vida a esa medicación. También recuerda con dolor los nombres de las
víctimas de la represión en Porriño, muchos de ellos padres de sus amigos y
compañeros de juegos. Habla de ellos, de su triste destino porque «sin duda a veces hay que
hablar en nombre de los náufragos. Hablar en su nombre, en su silencio, para
devolverles las palabras» (1)
«Uno de ellos se puso
la camisa azul con las flechas y a matar ...»
Durante nuestro
encuentro mantuvo en sus manos una hoja de papel donde había escrito los
nombres de las víctimas. Acariciaba constantemente ese trozo de papel que
contenía la lista de la infamia.
Me habló de los cuatro
hermanos Fernández Miniño "los
tutes": Eduardo, José y Rogelio, «fusilados
por tres sinvergüenzas»
en un monte cercano y cuyos cadáveres fueron arrastrados hasta Porriño por tres
caballos. El cuarto hermano, Esteban, logró huir.
Cita a José Cordada Yáñez,
que dejó viuda y dos hijos; a Juan José Teijeira Coto, estudiante de bachillerato;
a Ramón Pérez Carbalino; a Emilio, que jugaba con él al fútbol y cuyos
apellidos no recuerda; a Modesto el músico; a Toniño de Pintos, que dejó dos huérfanos
y una hermana; a un tal López natural de Monforte que se casó en Porriño y que dejó
tres hijos y el mayor se llamaba Manuel; a Segundo Freiría y a sus seis hijos
pequeños; a los hermanos Pereira y a los Picoca, todos de origen portugués; al
administrador de la oficina de Correos; a los mártires de Sobredo; a Mariana
Dopazo Chaves; a Castillo, natural de Redondela y vecino de Porriño.
Continúa nombrando a
Bermejo, a Saavedra "Peterre",
a los hijos de Plácida, la que vendía plátanos y que tenían el apellido Miniño,
a los hermanos Francés.
Cuenta que entre los
detenidos y encarcelados se encontraba su mejor amigo. También José Santiago,
ingeniero de Madrid y vecino de Porriño; José Pérez Reverendo, que arreglaba
aparatos de radio, y el fotógrafo Gerardo Blázquez. Los tres eran repetidamente
encarcelados y torturados cada vez que Franco visitaba Pontevedra.
Recuerda también a los
huidos como Jesús Silva Ortuza, Esteban Fernández Miniño, y José Costafreda. Y
a los que permanecieron ocultos como Adriano González "Viqueira" que se escondió dentro de una alcantarilla, al
herrero Ferreiriño que pasó años
oculto en una doble pared, al igual que otro de apellido Rey al que llamaban "Reisiño".
Alfredo Bautista
Alconero, y el veterinario Nicanor Ocampo Otero fueron confinados en el campo
de concentración de la Isla de San Simón.
«Pasas más hambre que
un maestro escuela y eres más vago que la chaqueta de un guardia civil.»
Habla también de los
maestros que fueron depurados, como el de Hermosende, de apellido Constela. Se hace
un silencio. La voz se le quiebra y se le humedecen los ojos cuando cita a Don
Antonio Farto Bravo, su maestro, su mecenas, director de la escuela nacional
graduada de niños de Porriño, que residía en Vigo y cada día se desplazaba a
Porriño a las siete de la mañana con una pequeña tartera bajo el brazo que
contenía una mínima ración de arroz en blanco.
«Los recuerdos me matan»
Asegura que su «cabeza no para de trabajar». Cuando recuerda aquella Guerra que
a sus diez años vivió como aventura, manifiesta que años después fue consciente
de la miseria y el sufrimiento que sembró. Reconoce que su familia «vivía a lo grande», y que él terminaba regalando sus
calcetines y zapatos a sus compañeros de juegos que iban descalzos.
Dice que un día estuvo
frente al dictador, que le dio la mano y se arrepiente, que no se ha hecho
justicia con la historia de los vencidos.
Nunca pensó que la
dictadura fuese tan larga. No perdona que al pueblo, tras la muerte del
dictador, no se le permitiera elegir entre monarquía o república, porque para
él esa hubiese sido la auténtica democracia.
«El Estado español debe
reconocer a las víctimas del franquismo»
Constantino afirma que
si queremos un país democrático no podemos olvidar. «No hemos aprendido como sociedad.
España es un país sin educación política y sin ella no hay futuro. El pueblo
español no tiene futuro.»
«¿Quién era
Franco? ¿Era un Dios?»
Termina diciendo: «Guardo muchos recuerdos, buenos y
malos. Pido que algún día se reconozca lo que pasó.»
Agradezco a Tino que
me recibiera en su domicilio, que me regalara dos horas de su tiempo, y que
fuera tan generoso con los recuerdos.
Hago extensivo este
agradecimiento a Ramiro Gutiérrez Crespo que hizo posible el encuentro.
(1) Jorge Semprún en La Escritura o la vida
Increible a lucidez deste home. Grazas por compartir todos estes recordos! Só quería apuntar que creo que á persoa á que vos referides como Jesús Silva Ortúzar é realmente Julián Sío Ortúzar, que Constantino menciona no vídeo no minuto 14:40. Era o meu avó. Cruzou o miño a nado co seu irmán Mariano e estiveron fuxidos en Portugal ata que se entregaron coa amnistía do Gobernador Gómez Cantos, xunto con Esteban Fernández Miniño, o tal Ferreiriño, e un tal "Pontequieto" (os nomes tería que consultalos na copia da causa que agora non teño a man). Non os condenaron a morte pero si houbo penas de cárcere e duros interrogatorios no cuartel da Garda Civil nos anos de liberdade vixiada. Un saúdo e grazas polo voso traballo.
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