Tiempos
tristes, feroces,
de condenas
a muerte,
de
prolongadas sombras en aullidos y llantos.
No se puede
dormir y si se duerme,
el sueño es
una cárcel clavados los cerrojos.
Tiempos en
que el amor pena sobresaltado,
roto por
las llamadas urgentes a la lucha,
en que
pueden sacarlo a la fuerza del lecho
para ser
fusilado una lívida aurora.
tiempos
malditos de diarias súplicas,
de noches
angustiadas en espera del día,
de ese
negro minuto en que una mano helada
tacha sin
vacilar la vida de los hombres.
Tiempos
desesperados,
infelices,
sombríos,
en que es
casi un delito el contemplar las flores,
alabar los
azules del mar y la armonía
del vuelo
de las aves que en otoño se alejan.
Pero a
pesar de tantos años oscuros,
tiempos
también del alma que en su alto desconsuelo
espera que
la luz se filtre entre la sangre
y se
establezca en paz por encima de todo.
Rafael
Alberti
Fustigada luz, 1980
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