Francisco Comesaña, retrato de Camilo Díaz Baliño en la cárcel de Santiago de Compostela |
Si el viento es Dios
A mi padre Francisco
Comesaña
Carcelero, carcelero
ábreme esta ventanita
que quiero hablar con
el cielo.
(Copla Tradicional)
Desde la cárcel
mi padre miraba el
horizonte,
imaginaba el mar,
la lluvia caía sobre
su memoria,
aquella lluvia de la
infancia
sentado en la portiña.
Desde la cárcel salían
los relámpagos,
los paredones
esperaban
la sangre de los
fusilamientos.
Hay un silencio que
afila
su cuchillo en tiempo
oscuro.
Es el escondite de un
niño
que juega a desaparecer,
las sirenas se cruzan
los pies fríos
congelan los minutos,
y las manos aprietan
sus puños de hambre.
Mi padre me advirtió
que no existía Dios
cómo pensar que Dios
está mirando
el siniestro rincón de
sus 20 años
en el pozo de una
cárcel fascista llena de rejas
y de ratas.
Voces que cruzan el
andamio del miedo
me dijo
no, no está Dios en el
centro del mundo,
llega la muerte,
y las cenizas de
nosotros
se pierden en el aire.
Si el viento es Dios
si el duelo es
ese manto que lo
cubre,
si Dios es esa herida
que sangra y se
desgaja
en cada gota de lluvia
que cae en su memoria,
ni sentarse a los pies
del frío
que cala hasta los
huesos
ni romper los
grilletes atados al garrote
Dios no estuvo, me dijo,
no lloró con nosotros
no estuvo en las
lágrimas de madre,
ni en la zozobra de la
espera,
ni viajó en ese tren
que llevaba nuestros
cuerpos
desgarrados y sucios
hacia el final del
pozo.
Mariángeles Comesaña
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