Hasta hace unas semanas no existía en
nuestro país más que una alcaldesa: la de Gallur, que nuestro colega Ahora descubrió
en un reportaje. La reciente renovación de Ayuntamientos ha multiplicado el
tipo. Hay centenares de alcaldesas. Se puede asegurar que en todas las
provincias se encuentran algunas. En la información que sigue, y en otras que
daremos en los números próximos, presentamos unas cuantas.
—Señorita, usted que es maestra, ¿puede
decirme si la palabra alcaldesa está bien empleada aplicándola, como se hace
estos días, a la mujer que por las disposiciones recientes haya sido llamada a
ocupar la presidencia de un Ayuntamiento?
Esta pregunta se la hacía yo a la maestra
del pueblo guipuzcoano de Segura, una de las cinco que hasta ahora han
resultado elegidas en la provincia para el primer puesto de una corporación
municipal. Se llama Carmen Almandoz esta muchachita de veintiséis años, que lleva
muy gentilmente su belleza sobre unos zapatitos comprados en San Sebastián la
tarde de asueto de algún jueves.
—Pues verá usted—me contesta ella—.
Alcaldesa..., alcaldesa..., ¿no será la mujer del alcalde?
—Eso me parecía a mí; pero, aun a riesgo de
faltar a la propiedad gramatical, yo no le podría llamar a usted más que
alcaldesa.
—No entiendo por qué.
—Pues es sencillo. Pasa usted repiqueteando
suavemente en el alfalto de estas calles bien cuidadas de Segura y no hay
forastero —viajante, comisionista o agente de Seguros— que le niegue el piropo
a que su belleza le da derecho. Considere usted lo terrible que sería para él
adquirir luego el convencimiento de que había estado enamorando al alcalde.
¿Cree usted en el refrán ése de que él nombre no hace a la cosa? Sí que la
hace, sí. Y hasta la deshace. Alcaldesa, alcaldesa es mejor.
—Al menos para andar por la calle,
¿no?
—Y hasta al pie de los bandos. De otra
manera su firma resultaría siempre un poco falsificada: "Yo, el alcaide,
Carmen Almandoz. Hay un sello que dice: "Alcaldía Constitucional de
Segura." ¿Quién va a pensar, leyendo eso, que tiene usted unos pies tan
chiquitos y unos ojos tan grandes?
Ha de saber el lector que esta conversación
la hemos sostenido la señorita Almandoz y yo en la fonda del pueblo, donde ella
se hospeda y donde todos la tratan cariñosamente. Luego, en el Ayuntamiento, ya
nos hemos puesto más graves.
—¿Se propone usted trabajar mucho al frente
de la comisión gestora del Municipio?
—Me propongo imponerme en seguida de todos
los asuntos que hay en trámite y administrar bien el presupuesto en estos tres
meses que ha de durar mi gestión. Entiendo que la República no me ha puesto
aquí para otra cosa.
—¿Y no le da a usted miedo esto de los
presupuestos ?
—Administro el mío desde que salí de la
Normal y tuve que ir a regentar una escuela perdida allá por las montañas de
Asturias. No creo que el presupuesto del Municipio, por ser mayor, sea más
difícil de a justar.
—¿Es usted vasca?
—Soy del pueblecito de Astigarraga, cerca
de San Sebastián.
—¿Le interesa la política?
—La siento como la sienten hoy tantas
mujeres de esta tierra, pero no pertenezco a ninguna agrupación determinada.
Tampoco traería la política al Ayuntamiento. Ya le he dicho que el encargo
que me ha dado el Gobierno es puramente administrativo y procuraré cumplirlo en
el mejor acuerdo con mis otros dos compañeros de comisión.
—¿Han celebrado ya alguna sesión?
—La de constitución solamente. La primera
ordinaria la celebraremos esta tarde. Espero que no reñiremos.
—Yo estoy seguro de ello, señorita alcaldesa.
José R. Ramos
Estampa, 11 de febrero de 1933
Me ha hecho mucha ilusión encontrar esta informacion que conocía de "oídas" sobre mi tía-abuela (Carmen) hermana de mi amona Asun
ResponderEliminar¿Nos alegramos mucho!
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