María Martínez, alcaldesa de Peñamellera Alta (Asturias) - Foto: Mena |
iQué lejos está Peñamellera Alta!...
Carretera de Santander... Se va bien por esta hermosa carretera...
¡Arriendas!... ¡Vaya viraje!... Se abandona la amplia carretera y se entra en
otra de tercer orden... No está mal el cambio. Grandes montañas que se
escalonan, penumbra en pleno día. Las gibas de las montañas se suceden en
hilera interminable. La grandiosidad del paisaje suspende el ánimo. Allá
arriba, alto, alto, cumbres blancas de nieve... Un pueblecito a la vera de la
carretera: Trescares.
—¿Está lejos Alles, me hace el favor?
El paisano se ladea la boina, da dos
premiosas chupadas a una colilla amarillenta, que parece pegada a sus labios, y
dice:
—A media hora
Y agrega, rascándose la cabeza por debajo
de la gorra:
—Poco tendrán que ver allí.
—Vamos al Ayuntamiento.
—¡Ah! —exclama—, y su mirada se hace
recelosa.
—Deseamos ver a la alcaldesa
—aclaramos.
El hombre se hace amable, obsequioso.
—Para eso no necesitan ir a Alles. La
señorita María vive allí, en aquella casa que ustedes ven.
—¿Cómo dice usted que se llama?
—Doña María, doña María Martínez.
—Bien. Gracias.
La alcaldesa de Peñamellera Alta es joven,
muy joven, poco más de veinte años. Y bonita, bonita de verdad. Rubia, de ojos
azules, que miran dulces e ingenuos. Y modesta, modesta hasta la
exageración.
—Me hicieron de la Comisión gestora del
Ayuntamiento —dice— por ser la más joven de los funcionarios del Estado en este
concejo. Después me eligieron presidenta, porque los otros dos miembros de la
comisión se dedican a las labores del campo y estas labores no les dejan tiempo
disponible. Eso es todo. Nos reunimos una vez por semana, más para cambiar
impresiones que para otra cosa.
—¿Le gusta el cargo?
Se encoge de hombros y me dirige una mirada
llena de ingenuidad que parece decir: "¿Pero es que cree usted que yo nací
para alcaide?" Sin embargo, insisto:
—¿Tiene usted proyectos?
—¿Qué proyectos quiere usted que tenga si
se trata de una interinidad muy corta y en las cajas del Ayuntamiento escasea
el dinero de tal modo que apenas alcanza para abonar los sueldos del
secretario, del médico y algunos otros gastillos?
—¿Le preocupa la política?
—Nunca me preocupó. Me gusta enterarme de
lo que en ella pasa, por medio de los periódicos, pero sin tomar parte activa
en la misma. Lo único que me preocupa es la enseñanza, y mi ideal seria poder
llegar a ser una gran educadora.
Noble y hermoso ideal, señorita. Para
conseguirlo tiene usted mucho ganado, porque es usted modesta y estudiosa, y
porque su dulzura ha de ser poderoso imán para los niños que se le acerquen en
busca de enseñanza.
Eduardo A. Quiñones
Estampa, 25 de marzo de 1933
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