Lo Último

3232. Salaria Kee

El barrio negro de Harlem, en Nueva York, es producto de las distinciones de raza. Al igual que cualquier otra ciudad del mundo, Harlem tiene sus hospitales propios. Los otros hospitales de Nueva York, regentados por el humanitarismo del dólar, están cerrados para los negros, como si el dólar no quisiera que se juntase el dolor físico del blanco con el del negro. Al necesitar el pueblo español de la solidaridad de los demás pueblos, respondió como los demás pueblos. Del barrio de Harlem salió dinero para España y hombres que llevaban el entusiasmo alentador de aquellos camaradas. Entre ellos, el hospital negro de Harlem dio a la cruzada contra el fascismo una enfermera. Se llama Salaria Kee.

Sus veinticinco años estaban consagrados a una sala de niños negros y a la verdadera liberación de su raza. No dudó en dejar su barrio y sus niños enfermos para ayudamos, aunque dejaba el barrio que la cobijaba y la defendía del odio yanqui, Salaria Kee pensaba que en España había camaradas negros y camaradas blancos de los Estados Unidos que luchaban contra esa barbarie. 


El hospital norteamericano, producto de la solidaridad antifascista

Llegó a nuestro país en el mes de abril, con la tercera unidad médica, organizada por colectas entre blancos y negros. Con ella venían trece norteamericanos más —doctores, odontólogos y enfermeras—, que todavía continúan entre nosotros. De todos ellos, como de todas las unidades que habían llegado anteriormente, la única sanitaria de color es Salaria Kee. Salaria fué destinada a uno de los hospitales norteamericanos, cerca de Tarancón. Aquí se lleva muy bien las enfermeras españolas. No ha prendido todavía a hablar nuestra lengua: por el idioma hablan los ojos y las acciones de Salaria. Su piel negra desentona entre la blancura de las batas y de las camas. Pero los soldados internacionales que vienen heridos del frente traen pegado el sol de España, y sus pieles tostadas armonizan con la de Salaria.


Dónde se destaca más su color y su trabajo

Ella trabaja en el quirófano del hospital, junto a afamados cirujanos iberoamericanos. Y allí, en el quirófano, se destaca más su piel y se hace más visible su trabajo. Por eso la quieren tanto los sanitarios norteamericanos. Solamente descansa lo indispensable; su trabajo se alarga horas y más horas, y hay jornadas en que la figura blanca y negra de Salaria va y viene por las salas hasta dieciséis horas diarias. Fuera de su trabajo cuida de las distracciones de los heridos, de su manutención; se interesa por los familiares que están al otro lado del Océano... Salaria no tiene a nadie en España, más que a los combatientes heridos, y a ellos dedica todo el tiempo que puede. Cuando la guerra la necesita es incansable en su trabajo, porque para eso ha venido a España. 

En la historia del hospital hay un hecho que revela el cariño de Salaria hacia los heridos. Un español acababa de sufrir la amputación de una pierna. Repuesto ya del cloroformo comenzó a sentir escalofríos... No había agua caliente para llenar una bolsa. Y no había tiempo que perder, porque los dolores aumentaban a cada minuto. Salaria tuvo una idea: corrió a la cocina y metió un jarro de agua fría dentro del caldero de la sopa que hervía. Y el camarada herido fué aliviado de sus dolores gracias a aquella bolsa de agua caliente tan originalmente improvisada por la enfermera negra.


Cuando recibió un cable de allá ...

No hace aún mucho tiempo Kee recibió un cablegrama del barrio de Harlem. Era de su madre, que estaba muy enferma y necesitaba su presencia. Pero Salaría ha recorrido muchos kilómetros para venir junto a nuestras trincheras. Ya en Harlem, ella estaba a nuestro lado cuando participaba en los actos de ayuda al pueblo español. Y ahora, que siente nuestras angustias y alegrías diarias, Salaria Kee no quiere irse de España hasta el día de la victoria. Con mucho dolor ha contestado a la madre que ella es un soldado de nuestro ejército, y la liberación de su raza la retiene aquí para conseguir el triunfo de la democracia.


García Ortega 
Estampa, 2 de octubre de 1937







No hay comentarios:

Publicar un comentario