El aire está quebrado, camaradas, en
larguísimos tajos de gritos; infinitos muslos, muchedumbre de piernas y brazos, ejércitos de manos y de pies estallados,
pueblan el aire. Las bocas negras de los cañones enemigos, perforan la tierra donde
nuestros hermanos alzan su heroísmo preparando cosechas dramáticas de ojos, corazones
y sexos jóvenes, que luego comeremos en frutas.
¡Ay, aire caliente ele los olivares! ¡Ay, tierra regada de sangres nuevas, qué extraordinaria
cosecha jugosa nos devolverás después! La muerte te sirvió cuerpos en vigor, y habrás de ser más
generosa que cuando te los incorporaba la miseria, secos y exhaustos.
Por el aire van los estampidos de los obuses, y la risa trágica
de las ametralladoras. Por el aire ruedan los cañones su furia de explosiones. Por el aire retumba
la voz de Madre, y la del Hijo, y cauta la alegría de la fé en la victoria.
¡Aire de los olivos calientes, qué ancho bosque de llantos te atraviesa como un fuego!
El aire de las ciudades heridas se duele por entre las calles que bombardean Alemania y Roma; como un adolescente ciego, el aire se tropieza
con las piedras de negro humo y con los muros derribados. Hay mujeres despanzurradas
en mitad del aire, y chiquillos con las fresas de sus corazones al aire. Y hombres, en lo hondo de los
valles y en las cimas de
las sierras, con el fusil empuñado; vacíos los ojos de ira y duelo, rasgada
la última lumbre de la sonrisa. ¡Aire de los montes alzados contra el fascismo
y contra sus vestales; aire de las noches alumbradas de carbones encendidos;
aire de los ríos menudos, de los hondos ríos luminosos de indiferencia!
Todos se llaman en tu pecho, aire: ¡Madre!, ¡Hijo!, iPadre!, ¡Me bato por
la Libertad!, ¡Lucho por la Independencia!
Rajado, sangrante, sin equilibrio en sus piernas de coloso, el aire se aprende
nombres ingenuos, nombres de caricias y de promesas ardorosas. ¡Pobre dolor
del aire, tan apenado, corriendo por los pueblos que ardieron los extranjeros asalariados, gritando sus brisas inútiles en las casas volcadas, en los jardines en cenizas!
Nuestros hermanos los combatientes, camaradas, saben cuanto amor les trae el
aire.
Yo te conjuro, aire, aire, aire, para que juntes en columna todos los gritos,
sollozos, duelos que entre tus brazos caben y con tan inmensa arma arremetas contra la Muerte. ¡Llévatela, aire
de los hermanos valerosos que, cantando van a buscarla! ¡Rompe las torres de púas donde el enemigo artilla su odio!
Aire dé los calientes olivos; vé a llenar a los hermanos que se te desangran
abiertos en haces de sacrificio, mi dolor y mi gratitus por su heroísmo; mis labios llenos de llanto de ternura y mis ojos heridos de suspiros por su bravura!
¡Aire herido de muerte, aire de Libertad, aire del Pueblo!
Carmen Conde
Frente del Sur, 1937
Publicado en Mujeres Libres núm. 12
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