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3425. Mi amigo Federico tenía…




Mi amigo Federico tenía
un teatrillo de juguete. Era
presti… a ver si lo digo de un tirón…
prestidigi… ¡Caramba! pres-ti-di-gi-tador.
Llevaba
dentro de la manga, del sombrero
de copa,
en sus mil pañuelos de gasa de colorines,
bandadas de palomas de papel de fumar del abuelo,
caretas rojas, caretas de ojos blancos,
caretas para la primavera amarillas, y negras
para su paseo matinal por Brooklyn.
Era mi amigo. Me quería. Y los dos
-compartidos- tuvimos 1000 amantes de bronce.
Tenía,
teníamos, un apartamento en el 7º
piso de un bloque frente al mar. Y por las noches,
un rumor de idas y venidas aderezaba
nuestro lecho.
Cantaban
coros de golondrinas, ronquidos, un pleamar
que se desboca en los labios, la brisa
de kilómetros de abrazos ascendiendo
hasta una placidez recubierta
de musgo o jaramagos silenciosa, donde
muchachas, si crecieran,
recogerían lirios a espuertas y donde el vino
correría como el azul de la otra acera:
rumor gemelo de idas y venidas.
Pero
teniendo en cuenta
que de todo esto hace ya, por lo menos,
500 ó 70
veces 7 años, y que aquella
aventura fue secreta como un nicho …
… si yo ahora, aquí,
no os lo cuento, nadie hubiera podido
escribirlo en vuestras vidas.


Juan de Loxa (Juan García Pérez)







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