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3467. Yo también soy soldado. (Carta a un amigo)

Miliciano de la División Ascaso, 1937. Centro Documental de la Memoria Histórica. Kati Horna


Porque mis días sean espejo de unas horas
que se posan sin fuerza en el olmo gigante,
porque el aire me traiga el polen de los tilos
y el canto de los pájaros,
porque mis manos hagan un reposo de muerte,
no me creas ajeno a la guerra que tiene
puesto su negro vientre en el centro de España.
Yo también soy soldado.

Tú que has oído, que oyes como silban las balas,
que sabes el valor exacto de la vida en esta hora,
no podrás suponerte la amargura, la pena
de abrir una ventana y encontrarla vacía.
Sí. Porque el vacío es ahora la paz que rumia el campo,
el sosiego, la calma,
y desde mí ventana, ¡Oh amargo parapeto!
recibo los balazos, la muerte del vacío.
Como mi pan amargo, bebo mi agua de fuego
porque la guerra viene
a comer de mi mesa y a beber de mi vaso.
Me late el pecho, si es que me queda pecho,
cuando asalto el abismo de una paz tan extraña.
Llevo mis cartucheras, mi fusil y mi casco;
Yo también soy soldado.

No me creas cobarde, no; vigilo;
mi guardia está despierta de día, más despierta en la noche.
Yo vigilo en el aire, en el ruido que viene
a la estrella que lleva la victoria en sus puntas.
Y mi noche, pequeña, en la ventana
no puede despertarse sin que yo no la vea
y mi día está preso
en la larga trinchera de las nubes.
Tengo unas alambradas verdes, de boj, enfrente,
desde donde me hiere el canto y la palabra,
y una camilla inmóvil, sin vendajes de nieve
siempre espera mi cuerpo que rendido en la lucha
sin tregua de mis días, viene a caer quebrado,
flotando como un leño.
Y así en la galería de arcadas y azulejos
donde el silencio tiene su canción favorita,
yo también soy soldado.

Tú no sabes amigo, camarada,
el fragor de mi guerra, de la tuya,
de la guerra de todos.
Tú no sabes, amigo, la sangre derramada,
que mi cabeza tiene un bramido de fiebre
y una muerte distinta para todas las horas.
Siento temblar la tierra, el acero es muy duro
y la carne se rompe;
y siento que es mi tierra y que es mi misma carne
la que sangra y se acaba
Esto no son palabras
las palabras se han roto por inútiles.
Piensa que cuando el viento me trae vuestros nombres
y el agua vuestra sed
mi cielo, el tuyo y tu estrella, la mía,
yo estoy firme, en mi puesto. No te rías.
En mi puesto. La vida
no tiene más que un sitio para cada persona.
Vigilo, me vigilo, lucho en mí, como todos,
por una nueva España,
yo también soy soldado.

Porque tengo la sangre derramada en el aire
yo también soy soldado.

Porque tengo mis armas puestas en el combate
yo también soy soldado.

Porque mi frente es bóveda donde cruje la guerra
yo también soy soldado.

Dejadme, apenas puedo, pero en esta batalla
donde es tierra de nadie la libertad de todos,
yo también soy soldado.


Rafael Beltrán Logroño
Sanatorio del Montseny, 1937

Hora de España XIX, Julio de 1938







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