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3489. Oda a España


Manifestación popular en Madrid tras estallar la guerra. BNE


Cada día va ahondándose, agrandándose
la soledad de España.
Desde lo alto de mi monte miro,
derramo mis miradas melancólicas
por un mundo desierto.
Sobre mi frente el cielo se desliza impasible
y mi dolor en medio eternamente espera.
Ay, mis días azules
por los que resbalé cuando era niño,
y mis noches ardidas...
Ay, mi tierra, mi pueblo, España mía...
Siento a los pies mi vida derribada
y un momento mi vida son mis ojos.

Un rumor allá abajo
mucho más a lo hondo que mi sangre
ha empezado a morder el aire quieto
y rueda en oleadas
y se hace tan sonoro
que ya no siento el pulso de mi pecho.
Brazos que no se extienden
ojos que no preguntan
concretos permanecen:
frentes aligeradas de tinieblas
pechos que no aceleran su latido.

Mi dolor va encorvándose
como una rama grávida de frutos
hasta llegar al suelo,
a la tierra caliente
donde hay otros dolores que lo esperan
más serenos, más duros,
más limpiamente secos.
¡A la tierra entrañable!

Poco a poco la vida
vuelve a coger el cauce de mis venas
y el mundo va poblándose de espigas.
Un resorte invisible dispara mi cintura.
Y aquí estoy, en mi tierra,
otra vez en mi tierra y para siempre...
Atrás siglos y siglos me empujan como olas.
Pero enfrente no hay nada: la muerte y nada
más más que la muerte. ¡Adelante!


Pedro Garfías
Hora de España núm. XXII, Octubre de  1938







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