“Tus
señas particulares son: pelo largo, hecho un puro anillo y negro, negro como un
rincón de noche, su piel pálida y graciosa, su boca demuestra una mujer de
mucha voluntad y es fina y bien recortada, su nariz copiada de Venus y sus ojos
profundos y pensativos y guapos en medio de dos cejas como dos puñaladas de
carbón fino”.
María Torres /Septiembre 2011
«Tus señas particulares son: pelo largo, hecho un
puro anillo y negro, negro como un rincón de noche, su piel pálida y graciosa,
su boca demuestra una mujer de mucha voluntad y es fina y bien recortada, su
nariz copiada de Venus y sus ojos profundos y pensativos y guapos en medio de
dos cejas como dos puñaladas de carbón fino.»
Esta es la descripción física que hizo Miguel Hernández de Josefina, la
persona que inspiró sus poemas más hermosos, su novia, su mujer, su musa, su
compañera.
Josefina sufrió la guerra, la pérdida de sus padres, el fallecimiento de
sus hijos, el encarcelamiento de su marido y su muerte, permaneció fiel al
poeta y a los principios morales que tanto podían llegar a desesperar al poeta,
pero el trabajo más importante de Josefina fue cuidar del legado de la obra de
Miguel Hernández. Gracias a su celo han llegado hasta nuestros días poemas
originales, cartas y escritos que podían haber desaparecido en el caos de la
posguerra. Además nos obsequió con Recuerdos
de la viuda de Miguel Hernández, donde nos relata su vida junto al poeta y
su vida propia. Esta es la historia de vida de una mujer que nunca dejó que
Miguel Hernández quedase perdido en el olvido.
Nació en Quesada, Jaén, el 2 de enero de 1916. Su padre era guardia
civil y fue destinado a Orihuela en 1927, donde llegaron al mundo sus cuatro
hermanos, a los que tuvo que cuidar durante su niñez. Con once años entró a
trabajar de aprendiza en un taller de costura. A ella le gustaba coser, pero en
el taller la única ocupación que le dieron fue la de chica de los recados, por
lo que lo deja y durante un año asiste a un colegio de monjas de la
beneficencia, por el que había que pagar cinco pesetas mensuales. Según ella
cuenta en sus memorias, por las mañanas aprendían la cartilla y por las tardes
realizaban labores. A los trece años comienza a trabajar en una fábrica de
seda, donde permanece dos años, tras los cuales entra en un taller de costura
situado en la misma calle donde nació Miguel Hernández.
Animada por una compañera del taller, Josefina entra a formar parte de
la congregación de las Hijas de María de la Iglesia de Santo Domingo de
Orihuela. Cumple con misas, confesiones, rosarios, procesiones y novenas.
Incluso intentan convencerla para que tome los hábitos. Aunque todo esto nos
parezca de una beatitud exagerada, Josefina relata en sus memorias que tiene su
explicación en el ambiente que se vivía en Orihuela en aquellos años y como
hija de guardia civil su moral estaba acostumbrada al conservacionismo de la
época.
Con 17 años conoce a Miguel Hernández que empieza a pretenderla. Éste
muchas veces le preguntó su nombre y muchas veces se lo negó, hasta que un día
le entregó un papel doblado con las letras «Para
ti» que contenían la poesía Ser onda oficio niña es de tu pelo. En
1933 formalizan la relación y el noviazgo lo vivirán lleno de recato y lejanía.
Poco después, Miguel se marcha a Madrid. Josefina recibe constantemente
correspondencia de él. Sin embargo, en 1935, la relación se enfría y se abre un
periodo de dudas y silencio entre ambos. Madrid ha deslumbrado a Miguel y le
descubre nuevas amistades relegando, en cierto modo, a su novia y amigos de
Orihuela. Esta crisis sirve para que renazca un nuevo amor mucho más intenso.
Como fruto de esa lucha interior entre el amor y desamor surge El rayo que no cesa (1936). La
dedicatoria anuncia ya el contenido del libro, así como la destinataria de
estos poemas: «A ti
sola, en cumplimiento de una promesa que habrás olvidado como si fuera tuya.»
Al comienzo de la Guerra de España el padre de Josefina es fusilado por
un error. La familia Manresa se ve abocada a la miseria, ya que su única fuente
de ingresos había dejado de existir. Josefina, consciente de la responsabilidad
hacia su familia, cose de día y de noche y ya nunca dejará de coser. La guerra
supone una gran transformación en el noviazgo de la pareja. La atracción del
comienzo se transforma en un anhelo de convivencia: «Yo necesito tu persona y con tu persona, la vida sencilla de Orihuela...
No quiero vivir solo», le
escribe Miguel. La situación convulsa de España había ido retrasando la boda
que finalmente tiene lugar civilmente el 9 de marzo de 1937 en Orihuela. Son
escasas las personas que asisten a esta ceremonia, celebrada ante el alcalde de
la ciudad. Un mes después fallece la madre de Josefina y ésta se queda a cargo
de sus hermanos pequeños. Se encontraba ya embarazada de su primer hijo, Manuel
Ramón, que muere antes de cumplir un año de vida. En enero de 1939, nace su
segundo hijo, Manuel Miguel, que tan poco pudo disfrutar de su padre. Josefina
debe afrontar esta situación sola. Miguel conoce a su hijo cuando éste tenía
tres meses de edad.
Con el fin de la guerra Miguel Hernández es encarcelado. El único
contacto entre ambos son las desgarradoras cartas del poeta, aunque Josefina
permanece próxima: Madrid, Palencia, Ocaña, Alicante. A cada uno de estos
destinos se traslada a petición de Miguel. Unas veces vive en casa de amigos o
de los parientes de los presos compañeros del poeta. Con el tiempo ella supo
que él le pedía esos traslados porque sabía que estaba sentenciado a pena de
muerte, algo que nunca la contó para evitar el sufrimiento. Alicante fue su
destino final. Allí se traslada Josefina a casa de la hermana de Miguel y allí
permanece hasta la mañana del 28 de marzo de 1942 en la que cuando llega a la
prisión para entregar el caldo que le llevaba a primera hora se lo rechazaron.
Ese día supo que se habían acabado las visitas.
Veinticuatro horas antes de la muerte del poeta tiene lugar su boda
religiosa. En el Acta de esponsales aparece la firma temblorosa del Miguel
Hernández. La ceremonia es oficiada por el capellán del Reformatorio de Adultos
de Alicante, Salvador Pérez Lledó. Como testigos del enlace, firman en el acta
matrimonial unos compañeros de la cárcel. Josefina, movida por su antigua
formación religiosa, decide confesarse el día antes de la boda. Acude a la
iglesia de San Nicolás y, según ella misma relata, «ya arrodillada en el
confesionario, no me decidí a confesarme porque, en la situación en que nos
encontrábamos, de tanta injusticia y sufrimientos, lo consideraba más bien
pecar. El padre Vendrell, que era el
confesor, al rato de estar esperando el “padre me acuso”, me insistió y yo le
dije: “Lo único que puedo decirle es que mi marido se me está muriendo en la
cárcel y yo estoy sufriendo mucho”. Él me contestó, con tono
jesuita: “Hija, la Iglesia no tiene la culpa de eso, la culpa la tienen los
hombres”. Yo me marché sin contestarle.»
A la muerte de su marido Josefina continúa en Cox junto a su hijo, al
que tendrá que sacar adelante ella sola. En 1950 se traslada a Elche. Recién
llegada, sufre un primer ataque de glaucoma que le obliga a pasar por el
quirófano en 1962. En esos años trabaja duramente, llevándose de Cox a Elche
todo el trabajo de costura pendiente y confeccionando también todo lo que las
vecinas y amigas de sus hermanas le encargaban. Algunos amigos de Miguel
proporcionaron dinero a la viuda, e incluso más tarde un trabajo para su hijo
en la capital.
Carmen Conde fue una de las personas que más influyó en Josefina para
que recogiera en un libro todos los recuerdos sobre Miguel. Vicente Aleixandre
también jugó un papel fundamental a la hora de reunir y sobre todo, publicar
todo el material del poeta. Hizo borradores para varias editoriales pero fue
finalmente la editorial Aguilar la que publicó en 1952 la Obra Escogida, con bastante material inédito, que proporcionó
Josefina. Entre ella, Vicente Aleixandre, Leopoldo de Luis, José Luis Cano y
dos mecanógrafas prepararon el texto. La propia Josefina Manresa escribió y
publicó en 1976 la enfermedad y muerte de su marido en la revista Posible y bajo el título de Recuerdos de la viuda de Miguel Hernández
(Ediciones de la Torre, 1980) Josefina recoge parte de su vida y la relación
que mantuvo con Miguel, con fragmentos de cartas y fotografías inéditas hasta
esa fecha.
Cuando Miguel falleció a Josefina se le hundió el mundo, pero aprendió a
revivirle en sus textos y en sus recuerdos. Su vida se convirtió en una lucha
constante por mantener viva la memoria de su esposo. En un baúl que heredó de
su madre, donde guardaba la ropa de cama, fue depositando los manuscritos que
le entregaron algunos compañeros de la cárcel, el retrato que le hizo Antonio
Buero Vallejo, las cartas que le escribió a ella, otros documentos que le
entregó su suegro, otros que le pidió a la hermana de Miguel. Los registros en
el domicilio eran continuos y Josefina tenía miedo de perder todo aquello.
Algunos familiares y amigos que estaban a salvo de sospechas le ayudaron
guardándolos. Después de un tiempo volvían al arcón, para salir de nuevo hacía
otro destino. Incluso llegaron a estar enterrados dentro de un saco en el patio
de su casa. Así logró que la obra de Miguel Hernández no se perdiera en el
fuego de la injusticia y la incomprensión.
Su vida fue transcurriendo entre los recuerdos y la lucha contra el
olvido y el destino le asestó el nuevo golpe: la muerte de su segundo hijo.
Josefina murió el 19 de febrero de 1987 en Elche. Tenía 71 años. Fue
enterrada, según su deseo, en el panteón de hijos ilustres de la ciudad de
Alicante junto a su marido y su hijo Miguel, desaparecido tres años antes.
Libro recomendado:
“Recuerdos de la Viuda
de Miguel Hernández”,
Josefina Manresa Marhuenda,
Ediciones de La Torre, 1980
Miguel Hernández ha representado desde su fallecimiento la figura del poeta comprometido, ya no sólo con la época que le toco vivir sino con todas las utopías de carácter universal que trascienden al tiempo. La belleza de su poesía es sólo comparable a la de las causas a las que sirvió.
Gran mujer, gran hombre, vidas plenas, vidas duras , sufridas
ResponderEliminarcompañeros de viaje , su viaje
Yo le debo a Serrat el haber conocido los textos de Hernandez y he sufrido como propios sus dolores y alegrías , no me pregunten porque, no lo sé, pero creo que es tan universal que se debería difundir mas su obra y su poesía , en estos tiempos mediáticos y banales.
ResponderEliminarQuizá, en estos tiempos de marcado feminismo puede ser marcado como machista el comentario pero me arriesgo a ello ya que no se identifico con ninguna de las 2 definiciones han dicho siempre y pienso que tb tendría que ser a la inversa textuales palabras:siempre al lado de un gran hombre hay una gran mujer!!!!!
ResponderEliminarAunque fue dia triste dentro del espiruto de princios grandeza. Edta mujer como su esposo seran una pajina grande. Para las gentes honestas nobles luchadores.sin miedo al enemigo quien los llevo ala muerte. Pero jamas borraran lo que gueron josefins miguel sus hermanos parientes camaradas hermnos en la lucha. Los que tenemos princios. Jamas se borrara. De nustras mentes. Un gloria siempre para ellos. Como tantos. Que lucharon y hoy ya no estan en vida. Desde mi tierra leon. Un clavel rojo. Para ellos. Patria o muerte venceremos.
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