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34. Llegada a Madrid de la Brigada Internacional

Miembros de las Brigadas Internacionales, recién llegados a Madrid, desfilando por la Gran Vía. 8 de Noviembre de 1936



Una mañana de un mes frío, 
De un mes agonizante, manchado por el lodo y por el humo,
Un mes sin rodillas, un triste mes de sitio y desventura,
Cuando a través de los cristales mojados de mi casa se oían los chacales africanos
Aullar con los rifles y los dientes llenos de sangre, entonces,
Cuando no teníamos más esperanza que un sueño de pólvora, cuando ya creíamos
Que el mundo estaba lleno sólo de monstruos devoradores y de furias,
Entonces, quebrando la escarcha del mes de frío de Madrid, en la niebla
Del alba
He visto con estos ojos que tengo, con este corazón que mira,
He visto llegar a los claros, a los dominadores combatientes
De la delgada y dura y madura y ardiente brigada de piedra.

Era el acongojado tiempo en que las mujeres
Llevaban una ausencia como un carbón terrible,
Y la muerte española, más ácida y aguda que otras muertes,
Llenaba los campos hasta entonces honrados por el trigo.
Por las calles la sangre rota del hombre se juntaba
Con el agua que sale del corazón destruido de las casas:
Los huesos de los niños deshechos, el desgarrador
Enlutado silencio de las madres, los ojos
Cerrados para siempre de los indefensos,
Eran como la tristeza y la pérdida, eran como un jardín esculpido,
Eran la fe y la flor asesinadas para siempre.
Camaradas,
Entonces
Os he visto,
Y mis ojos están hasta ahora llenos de orgullo
Porque os vi a través de la mañana de niebla llegar a la frente pura de Castilla
Silenciosos y firmes
Como campanas antes del alba,
Llenos de solemnidad y de ojos azules venir de lejos y lejos,
Venir de vuestros rincones, de vuestras patrias perdidas, de vuestros sueños
Llenos de dulzura quemada y de fusiles
A defender la ciudad española en que la libertad acorralada
Pudo caer y morir mordida por las bestias.

Hermanos, que desde ahora
Vuestra pureza y vuestra fuerza, vuestra historia solemne
Sea conocida del niño y del varón, de la mujer y del viejo,
Llegue a todos los seres sin esperanzas, baje a las minas corroídas por el aire sulfúrico,
Suba a las escaleras inhumanas del esclavo,
Que todas las estrellas, que todas las espigas de Castilla y del mundo
Escriban vuestro nombre y vuestra áspera lucha

Y vuestra victoria fuerte y terrestre como una encina roja.
Porque habéis hecho renacer con vuestro sacrificio
La fe perdida, el alma ausente, la confianza en la tierra,
Y por vuestra abundancia, por vuestra nobleza, por vuestros muertos,
Como por un valle de duras rocas de sangre
Pasa un inmenso río con palomas de acero y de esperanza.


Pablo Neruda
España en el corazón

     



 " Tributo a las Brigadas Internacionales"






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