Madrid, 27 de noviembre de 1930
Señor don Fermín Galán – JACA
Mi distinguido capitán y amigo:
Sin otros títulos para dirigirme a usted que el de
compañero y el de la amistad que me ofreció en agradecimiento por mi
intervención en el violento incidente de Cudia Mahafora, le escribo. Sabe el
Gobierno y sé yo sus actividades revolucionarias y sus propósitos de sublevarse
con tropas de esa guarnición: el asunto es grave y puede acarrearle daños
irreparables. El actual Gobierno no ha asaltado el poder, y a ninguno de sus
miembros puede echársele en cara haber tomado parte en movimientos de rebelión:
tienen, pues, las manos libres para dejar que se aplique el Código de Justicia
Militar inflexiblemente sin remordimiento de haber sido ellos tratados con
menor rigor. Eso, por un lado; por otro, recuerde que nosotros no nos debemos
ni a una ni a otra forma de gobierno, sino a la Patria, y que los hombres y
armas que la Nación nos ha confiado no debemos emplearlos más que en su
defensa. Le ruego medite sobre lo que le digo, y, al resolver, no se deje guiar
por un apasionamiento pasajero, sino por lo que le dicte su conciencia. Si hace
algún viaje a Madrid, le agradecería tuviera la bondad de verme. No es el
precio a la defensa que de usted hice ante el general Serrano, ni menos una
orden; es simplemente el deseo de su buen amigo que le aprecia de veras y le
abraza,
Emilio Mola
María Torres / Diciembre 2011
En noviembre de 1930 el General Mola, Director General
de Seguridad del Gobierno de General Berenguer, más conocido como la
"Dictablanda", enviaba esta carta al Capitán del Regimiento Galicia
Fermín Galán Rodríguez, al que conocía desde los años de la Guerra de África.
El motivo de la misiva no era otro que frenar un intento de sublevación que
finalmente fue sofocada: La sublevación de Jaca.
El 12 de diciembre, los capitanes Fermín Galán y Ángel
García Hernández encabezaron una sublevación cívico militar, coordinada con la
que había de producirse en todo el país, que se adelantó por una fatalidad y
desembocó en un estrepitoso fracaso; el fusilamiento de los dos capitanes y el
encarcelamiento de todos los protagonistas, incluidos los que cinco meses
después iban a formar el Consejo de Ministros de la II República, y verdaderos
artífices del movimiento republicano.
La sublevación de Jaca fue la respuesta al profundo
malestar que existía entre gran parte del pueblo después de seis años de
dictadura, en un intento de impedir la restauración del caduco sistema
canovista que ya no era representativo.
La sublevación comenzó a gestarse poco después del Pacto
de San Sebastián (17 de Agosto 1930), cuando los políticos republicanos, unidos
en un objetivo común que no era otro que el destronamiento de Alfonso XIII y la
proclamación de la II República, crearon a comienzos del otoño el Comité
Revolucionario Nacional (CRN) y el futuro Gobierno Provisional de la República.
Los socialistas quedaron incluidos en ambas instituciones tras breves
negociaciones. Los trabajadores organizados en U.G.T. irían a la huelga
general, secundando a los militares allí donde se sublevasen. Con la C.N.T. los
contactos organizativos fueron paralelos tratando de que los sectores del
anarco-sindicalismo apoyasen los próximos acontecimientos.
Varias veces fue pospuesta la fecha del
pronunciamiento republicano, hasta que el capitán Galán comunicó al Comité
Revolucionario Nacional que ésta quedaba fijada para el día doce de diciembre,
recibiendo respuesta afirmativa de Madrid.
A media mañana del día 12 de diciembre de 1930 se
proclamaba la República en Jaca desde los balcones del Ayuntamiento. Pío Díaz
se puso al frente de la alcaldía republicana, como símbolo de que el nuevo
poder tendría un carácter estrictamente civil.
El episodio aceleró la proclamación del nuevo régimen y convirtió a los dos capitanes en mártires reconocibles en todo el país. A los ojos de los españoles, Jaca adquirió un halo romántico de cuna de la República que quedó grabada en su memoria colectiva. La republica naciente mimó a la ciudad pionera, y tras el 18 de julio del 36, la dictadura se afanó en hacer todo lo contrario.
El episodio aceleró la proclamación del nuevo régimen y convirtió a los dos capitanes en mártires reconocibles en todo el país. A los ojos de los españoles, Jaca adquirió un halo romántico de cuna de la República que quedó grabada en su memoria colectiva. La republica naciente mimó a la ciudad pionera, y tras el 18 de julio del 36, la dictadura se afanó en hacer todo lo contrario.
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