Nochebuena del soldado rojo, reza el cartel.
En este edificio de la Célula 3 Radio 4, se admiten donativos
en metálico para la Cena que enviaremos a nuestros valientes milicianos a las
trincheras donde dan su vida por la libertad y defensa de Madrid. El Comité.
Aguinaldo para la Nochebuena del soldado rojo. Las
peticionarias con el frío aterido a los huesos, sonríen al abrigo de las
mantas. El soldado con su cazadora de paño entrega el óbolo, también sonriente
e indiferente al frío.
Parece un escena de una película americana de los años
50, pero en realidad se trata de un acto real en una ciudad en guerra en
diciembre de 1936: Madrid.
Las órdenes militares establecían que eran los
distintos Ayuntamientos los que debían coordinar las ayudas navideñas a los
combatientes. A pesar de ello y de forma voluntaria fueron muchas las
sucursales bancarias que actuaron de forma independiente abriendo cuentas a
favor del “Aguinaldo del Combatiente”, al igual que también fueron muchas las
organizaciones que se lanzaron a pedir ayuda para los soldados.
En plena guerra, la Navidad de 1936 no se
caracterizó por ser muy feliz. Miles de soldados en el frente, familias
desmembradas que ya contaban los muertos, viviendas derruidas gracias a la
aviación aliada del pequeño dictador. Escasez de los alimentos básicos, el frío
y la falta de electricidad. Con todos estos componentes era muy difícil, por no
decir imposible, reunir a las familias en torno a una cena.
Y si en ciudades y pueblos esto era difícil, en el
frente era prácticamente imposible. Las aún inexpertas milicias
republicanas se enfrentaban como don quijotes contra los gigantes luchando para
defender la legítima República.
Nada más finalizar las doce campanadas que marcaban el
inicio del año 1937, la aviación franquista regaló a la población de Madrid
doce proyectiles para celebrar la llegada del nuevo año.
El tiempo pasa, la memoria no.
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