‘Donde habita el recuerdo’ es un proyecto documental formado por el libro “Desvelados” y el cortometraje “Morir de sueños”. Por Clemente Bernard |
"Morir de sueños" es un cortometraje
documental que forma parte del proyecto "Donde habita el recuerdo",
sobre los trabajos de exhumación de fosas comunes de la Guerra Civil Española,
junto con el libro "Desvelados".
Este documental habla de los miles de asesinados en la
zona sublevada tras el golpe de estado del 18 de julio de 1936, que fueron
víctimas de una represión cruel y sistemática y que fueron enterrados en fosas
comunes a lo largo de todo el país, ocultas por un pesado manto de silencio y
olvido. Este proyecto aborda las labores de recuperación de los restos y de la
memoria de esos miles de asesinados tanto durante el golpe de estado como
durante la posterior guerra civil y los años de régimen franquista, a través de
las exhumaciones realizadas con rigurosas técnicas de arqueología forense que
garantizan la seriedad, el respeto y la trascendencia de los trabajos.
Esta es una historia que habla de sufrimiento, de
olvido, de horror, de silencio, de miedo, de odio y de muerte. Pero sobre todo
es una historia llena de amor. Del amor de quienes decidieron no olvidar,
llorar y luchar sin descanso por la memoria de todos aquellos a los que les
fueron arrebatadas impunemente sus vidas. Sus sueños.
Dos metros bajo tierra, aún sigue enterrada parte de
la historia de España y buena parte, también, de las historias personales de
muchos españoles. Son las heridas de la Guerra Civil, cubiertas por la arena de
las más de 2.000 fosas comunes que todavía existen en nuestro territorio. El
fotógrafo y documentalista Clemente Bernad ha dedicado los últimos años de su
vida a recorrer varias de esas fosas. Su trabajo se plasma ahora en un proyecto
doble, que bajo el nombre de ‘Donde habita el recuerdo’, reúne el libro
‘Desvelados’ y el cortometraje ‘Morir de sueños’.
Llevas
cerca de una década trabajando sobre las exhumaciones en las fosas comunes de
la Guerra Civil y la posguerra. ¿De dónde surgió tu interés por este tema?
En el año 2000 me enteré de
que se estaban empezando a hacer exhumaciones de fosas comunes y comencé a
interesarme por ello como fotógrafo y también como documentalista. Creí que
estar al borde de esas fosas era una labor absolutamente necesaria, porque
considero que una de las mayores carencias de nuestra historia reciente es que
todos aquellos asesinatos se ocultaron tras un muro de silencio. Y mi voluntad
era colaborar para romper ese muro.
‘Donde
habita el recuerdo’ es un proyecto doble, que une fotografía y documental.
¿Cómo has conseguido complementar esos dos formatos?
Lo primero fueron las
fotografías, que empecé a hacerlas en el 2003. No ha sido hasta este mismo año
cuando me he centrado en el documental. Es decir, que fundamentalmente es un
trabajo fotográfico del que después ha surgido el documental. Mi duda principal
era qué tipo de imagen mostrar, hasta qué punto podía ser pertinente hacer un
trabajo en esa situación. Finalmente decidí utilizar dos tipos de imágenes: por
una parte fotografías muy legibles y naturales, que contasen el proceso de las
exhumaciones sin aspavientos ni barroquismos; pero, por otra, también sentía la
necesidad de representar la violencia y el horror de esas fosas. Intenté ser
directo y no eludir los detalles de los huesos, los disparos, los cuerpos…
¿Buscabas
esa crudeza en las fotografías de manera intencionada?
Sí, hay algunas fotografías
del libro en las que la distancia respecto a los huesos, las calaveras y los
orificios de bala es casi obscena. Pero es una obscenidad buscada y meditada,
porque he preferido hacer transitar al lector por ese camino de crímenes horrendos,
rechazables y casi pornográficos. Es una decisión que se puede compartir o no,
pero he optado por hacerlo así.
El
nombre del proyecto guarda una gran similitud con el poema ‘Donde habite el
olvido’, de Luis Cernuda. Recuerdo y olvido, dos conceptos antagónicos. ¿Cómo
crees que convive con ellos la sociedad de nuestro país?
En la exhumación de esas
fosas habita el recuerdo y en ellas arranca una línea importante para recuperar
la memoria de todas aquellas personas que murieron. La agresión antidemocrática
de 1936 condujo hacia un camino de crímenes. Y aunque es verdad que los hubo en
ambos lados, la dictadura ya se encargó de exhumar los cuerpos de sus
partidarios e inundó con sus nombres las plazas, las calles y las iglesias de
todo el país, mientras que hubo otras decenas de miles de personas que quedaron
olvidadas. No es una cuestión de sensibilidades sino de justicia social:
reconocer qué pasó con todas aquellas personas.
¿Crees
que existe un silencio oficial respecto a las decenas de miles de personas
desaparecidas durante la Guerra Civil o enterradas en fosas comunes?
Sí, y creo que ese silencio
se debe a que, probablemente, aún vivimos en el pasado y somos herederos de una
situación que no se ha solucionado. Aunque hayamos visto todas las imágenes y
parezca que lo sabemos todo sobre aquellos crímenes, aún no hemos llegado a
ningún sitio. Seguimos siendo prisioneros de una historia incompleta y creo que
estas exhumaciones forman parte de un proceso para completarla.
Y
hablando de silencios, tanto tu libro como tu documental apenas han tenido
difusión o publicidad mediática. ¿Por qué crees que ha ocurrido esto?
Sinceramente, no lo sé.
Aunque hay un detalle bastante revelador y es que el libro iba a ser publicado
por una editorial determinada que, en el último momento y en base a ciertos
argumentos que podemos imaginar, se negó a hacerlo. Es decir, parece que está
todo solucionado y que estamos dispuestos a digerir todo tipo de versiones,
pero al final siempre aparece ese silencio del que hablamos. En cualquier caso,
también soy consciente de que los productos documentales o los libros de este
tipo de fotoperiodismo tampoco tienen un gran mercado. Tenemos que saber donde
nos movemos.
Para
hacer el documental ‘Morir de sueños’ pediste financiación a través de Internet
con pequeñas donaciones. Pedías 5.000 euros y llegaste casi hasta los 7.000…
¿Puede el periodismo encontrar ahí una ayuda económica para seguir contando
historias?
Eso fue algo tremendamente
satisfactorio. Creo que este tipo de financiación va muy acorde con los tiempos
que corren, donde es muy difícil encontrar una empresa o una institución que te
pueda financiar. En mi caso recurrí a la empresa Verkami, que se dedica al
micro-mecenazgo, y pedimos una serie de aportaciones desde los 10 hasta los 400
euros. Al margen de conseguir lo que buscábamos, para mí lo más importante fue
que con el más de centenar de aportaciones que recibimos, el proyecto tomó un
color colectivo. Eso en cuanto al documental, pero en el libro también se
percibe ese color colectivo, porque las fotografías son mías pero hay textos de
otros 16 autores. La voluntad es esa: contrastar versiones, usar muchas voces.
Porque en todos los temas es importante, pero especialmente en este de las
fosas comunes y la Guerra Civil hay que construir un discurso polifónico. Se
trata de hablar, no de acallar.
El
pasado mes de Mayo el gobierno presentaba, dentro del contexto de la Ley de
Memoria Histórica, un mapa con las más de 2.200 fosas de la Guerra Civil. Fue
un paso importante dentro de una ley que, sin embargo, muchos consideran que se
ha quedado corta. ¿Cuál es tu opinión sobre ella?
Creo que es una ley muy
floja, muy débil y que pide permiso para hacer ciertas cosas, pero sin hacerlas
del todo. Realmente no satisface a nadie. Pasa lo mismo con la Comisión del
Valle de los Caídos, que también actúa a destiempo, con el apoyo de los
expertos pero al mismo tiempo con profundas divergencias y pidiendo permiso a
la Iglesia… en fin, existe una especie de estado pusilánime en todo esto. Creo
que 36 años después de la muerte de Franco, ya es hora de que la sociedad
española afronte este tema con valentía.
En la
sinopsis de este proyecto que haces en tu página web, señalas que el Golpe de
Estado de 1936 supuso “la llegada de la mayoría de edad del fotoperiodismo”. 75
años después, ¿qué momento crees que vive el fotoperiodismo?
El fotoperiodismo siempre ha
tenido mala salud, porque es algo consustancial a sí mismo. Siempre me gusta
recordar algo bastante obvio, y es que el fotoperiodismo no es más que
periodismo hecho a través de imágenes. Pero la fotografía es un instrumento
frágil, incluso mentiroso. Por otra parte, creo que desde la aparición de la
televisión, el fotoperiodismo se ha dejado atrapar por ese espíritu de la
distracción y del espectáculo, y ha dejado de lado su propia identidad. Estamos
en un proceso crítico y fascinante a partes iguales. Está todo por hacer.
De
cara al futuro, ¿tienes previsto seguir tratando las historias de las fosas
comunes?
Ahora mismo estoy inmerso en
otros proyectos pero este tipo de historias, que inicio de forma personal, no
las cierro nunca. Por ejemplo, hace más de veinte años que hice un trabajo
sobre los jornaleros andaluces y aún sigo pensando en ello. También he hecho un
trabajo largo y complejo sobre el conflicto vasco que sigo pensando en cómo
cerrarlo. Una vez que entras en profundidad en alguno de estos temas, acabas
por quedar atrapado en ellos. Como fotógrafo me apetece ver mi propia evolución
respecto a las imágenes que capté: cómo reaccionaría ahora, qué tipo de imagen
haría, qué reflexión visual propondría…
Borja González Andrés en GEA PHOTOWORDS.
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