Hay un capítulo de la historia de este país que no
está cerrado. Existe el derecho a saber, no como algo individual. El derecho a
saber es el derecho a conocer la verdad, y es un derecho colectivo que hunde
sus raíces en la historia, para evitar que puedan reproducirse en el futuro
hechos semejantes. Al Estado español le corresponde el deber de recordar. El
conocimiento por un pueblo de la historia de su opresión forma parte de su
patrimonio y debe por ello conservarse.
Su cuerpo, como tantos otros, sigue nutriendo la
tierra de una cuneta, una fosa común, un lugar sin nombre y ya casi sin
esperanza. La misma que perdieron sus padres, sus hermanos y sus amigos de
encontrarle. Tal vez sea cierto que la esperanza es lo último que se pierde,
pero tras más de 75 años, es fácil que ya no la recuperemos nunca.
A través de Vicente, su sobrino y mi amigo, llega
hasta mi la breve historia del tío Carlos, sargento republicano, que como
tantos otros creyó que la libertad del pueblo no podía ser arrebatada a golpe
de tacón y fusil.
Carlos González García nació el 3 de agosto de 1911 en
Latores, un pequeño pueblo próximo a Oviedo, Asturias. Era uno de los hijos
pequeños de una familia numerosa de catorce miembros, formada por Vicente
González y Emilia García.
El 21 de octubre de 1937, cuando el pequeño dictador y
su ejército terminaron con el Frente del Norte, obligando a la retirada del
Ejército Asturiano Republicano, Carlos García fue hecho prisionero junto con su
sección y condenado sin necesidad de pasar por los tribunales de los
recién instaurados Consejos de Guerra que sentenciaron el destino de los que no
les quedó otra opción de la rendición.
Poco se sabe de sus últimos minutos de vida, antes de
ser quemado vivo en un túnel de ferrocarril en Cestona (Guipúzcoa), por el
Tabor de Regulares que acompañaba a las Brigadas Navarras. Fue asesinado en
febrero de 1938, posiblemente el día 12, según un testigo presencial de los
hechos.
Su familia no dejó de buscarle y fueron inútiles los
esfuerzos de Vicente, su padre, por localizar y recuperar su cuerpo.
Los militares, una vez más, cambiaron la Historia.
Borraron los episodios, las ideologías y los personajes que el régimen
desaprobaba.
María Torres
Dura y bella descripción de unos hechos que no por reiterados esos años nos resultan menos duros e incomprensibles de hasta donde llega la brutalidad humana.familias y sueños rotos
ResponderEliminarminimos recuerdos para homenajear la historia y la memoria del tio Carlos y de tantos otros olvidados