13 de septiembre de 2010
Matilde Raya
Querido abuelo: Aunque nunca te conocí en persona, sí pude hacerlo a través de las palabras de tu hijo Paco, mi padre. Él me contaba cómo te preocupabas del bienestar de tu esposa e hijos, de tus vecinos: siempre estabas dispuesto a ayudarles desinteresadamente.
Cuando te metiste en política, lo hiciste para luchar por la clase obrera y para que el futuro de las generaciones venideras fuese más prospero y con menos diferencia social; Para que todo aquel que trabajara para otro, fuese reconocida su labor, y a cambio recibiese un salario justo y un tratamiento digno, que sirviera para dar a sus hijos educación y cultura.
Por todo esto, fuiste represaliado y denunciado por un vecino al que siempre consideraste un amigo, casi como un familiar, pero ya ves, él cambio de chaqueta y cuando vino el régimen contrario, no dudo en irse con ellos, aunque para eso tuviera que pisotear aquella amistad que os unía. Le daba igual los fines de aquellos o estos, el caso era guardar su estatus.
Tú, no. Tú luchabas por el obrero, por tu semejante, y a pesar de que a ti también te lo propusieron, seguiste fiel a tus ideas, a ayudar al más necesitado, al obrero. Cuando les dijiste que no, que tú siempre estarías al lado de tu semejante, te juraron que te pesaría, y esas amenazas se cumplieron, y no pasando muchos días, fueron a por ti y te sacaron de tu hogar y en ese momento, sin tú haber hecho daño a nada ni a nadie, empezó tu calvario de cárcel en cárcel.
Dejaste esposa, hijos y familia, amigos y vecinos que te apreciaban. Te expoliaron tu fábrica de curtidos, apropiándose de las pieles que allí había tanto tuyas como en depósito de tus clientes. No respetaron nada y tuvimos que oir día tras día todas las barbaridades que salían por la boca por los simpatizantes del nuevo régimen.
Espero que aquellos que hablaban con tanto odio hayan sobrevivido y leído el libro escrito por el Dr. Valentín Sánchez Casajuana, Titulado ”Historia de Argamasilla de Cva.1898-1940″, basado en los archivos existentes en el Ayuntamiento. En él se refleja que las pieles que había en esa fábrica fueron subastadas y adquiridas por el Sr, Picón por un montante de más de 300.000,- ptas. de la época.
Tu no robaste, al contrario ten robaron a ti.
Abuelo Agustín, siempre me gustaba que mi padre me hablara de ti, de lo buena persona que eras, de tu honradez, de la dedicación al obrero, al más débil, a tu pueblo.
La pena fue que por dedicarte a luchar por el bienestar de los demás, nos quedamos huérfanos, y te perdimos: la abuela a su esposo, tus hijos a su padre y nosotros al abuelo.
Pagaste un peaje muy alto, algunos ni lo merecían, pero tú eras tan tán bueno que no pensaste en estas personas sino en que el obrero tuviera sus derechos.
No pudimos disfrutar de ti como otros nietos de sus abuelos. ¡¡¡Cuánto te he echado de menos !!!
Abuelo, no sabíamos que había sido de ti, tu última referencia, según mi padre, era Pamplona, en el Fuerte de San Cristóbal.
He luchado muchos, muchos años hasta dar con tu paradero.
En esta carta quiero decirte que fue el Sr. Enrique Belda, diputado por el PP por C. Real en el Congreso de Madrid quien te busco y abrió la primera puerta. De la mano de mi primo, Dº Cesario Mora Gaona, llegamos a la siguiente puerta: al Ministerio de Defensa aquí oficialmente nos comunicaron tu defunción, y el lugar en el que descansaban tus restos. En este momento parecía que nos íbamos a quedar atascados, pues el cementerio estaba abandonado y no sabían como localizarte. Pero mi anhelo por encontrarte no me permitía parar en esos momentos y en silencio siguió mi lucha, hasta que “la tecnología” me abrió la siguiente puerta: la de tu camposanto. Encontré la “Asociación Txinparta” en Pamplona, “la Sociedad Aranzadi” y muchas manos anónimas de los voluntarios, que no dudaron en luchar porque las tumbas de ese cementerio abandonados fuesen abiertas, y viesen la luz los restos de esas 131 personas que como tú, yacían sin nombre. Ellos fueron día tras día, lloviera o no, para extraer vuestros restos del abrazo de esa fría tierra.
Abuelo entre esos voluntarios está Maru, la persona que se manchó sus manos de barro para arrancar vuestros huesos de las entrañas de la tierra, para poder daros nombre, y que esta sociedad supiera que hubo una generación que dio su vida por la defensa de la libertad, para que hoy viviéramos mejor. Ella, Maru, te llama “abuelo Agustín”, y para mi es como de la familia.
Gracias a ellos: a Venancio, Koldo, Maru, Hedy, al Dr. Francisco Etxevarria y todos los voluntarios que desinteresadamente han trabajado para recuperar vuestros restos y así cerrar ese capitulo que aún permanecía abierto, sin cicatrizar, porque nos faltabais vosotros.
Abuelo ya falta menos. pronto descansaras junto a la abuela, tu esposa, en el cementerio de tu pueblo, del pueblo que miserablemente te arrancaron por seguir fiel a tus ideas en la lucha de los obreros.
Abuelo, descansa en PAZ…¡¡TE LO MERECES!!
Tu nieta Matilde.
En septiembre de 2010 los restos del abuelo volvieron junto a los suyos.
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